La burocracia aplasta a los docentes
La deriva burocrática en la que ha caído la educación, como si de una trampa se tratase, se ha convertido en un problema que amenaza con ser irresoluble, dada la obstinación de los poderes educativos en convertir a los docentes en oficinistas y administrativos que rumien datos para obtener estadísticas que presentar a la administración para que esta pueda demostrar, sacando pecho, lo bien que va todo a través de gráficas, diagrama de barras, gráficos de sectores o pictogramas molones.
Cada paso que un docente da tiene que estar ilustrado con informes y actas; lo que, al final, hará que muchos docentes aborrezcan su trabajo al no poder realizarlo sin el entramado burocrático en el que están enredados, y, así, la desmotivación se convertirá en un virus que anide y destruya la resistencia de la vocación docente, por muy fuerte que esta sea.
En el proceso de enseñanza-aprendizaje la burocracia es algo inútil, que no aporta nada a la capacidad de un docente de transmitir conocimientos y valores; más bien al contrario, lo que conlleva es una pérdida de tiempo que perjudica a la actividad docente, así como el desaliento que produce la impotencia de estar sujetos, encadenados, a labores superfluas que la administración fiscaliza, inspecciona, con mano de hierro como si de ello dependiera el éxito educativo.
Que la importante e insustituible labor de enseñar, se vea minada y estrangulada por tediosas tareas administrativas constituye una de las agresiones más dañinas que se le puede hacer al sistema educativo, dado que los docentes necesitan tiempo para reflexionar, buscar estrategias educativas, analizar situaciones para establecer mejoras en su actividad profesional, etc. Todas estas necesidades han sido abolidas, invalidadas, prácticamente prohibidas por quien prefiere que los docentes dediquen interminables horas a rellenar todo tipo de documentos que, al final, solo son una imposición jerárquica y coercitiva que alimenta únicamente las estadísticas para almacenar en la nube.
Se necesita, con urgencia, un cambio de modelo que garantice que los docentes se dediquen a la docencia como función principal, y que las tareas administrativas las realicen personal contratado a tal efecto. La consejera debe de dejar de mirar a los centros con prismáticos, desde sus reales aposentos, y acercarse a la realidad de las aulas, así advertiría que el exceso de normas, trámites y papeleos dificulta la relación de los docentes con los alumnos, con sus compañeros, con los progenitores y, por tanto, perjudica seriamente la salud del sistema educativo.
Es prioritario abordar este asunto a la mayor brevedad posible. La Consejería de Educación debe convocar la mesa de negociación donde estamos representados los sindicatos del sector educativo para iniciar un análisis pormenorizado de la situación en la que están los centros y buscar las soluciones para terminar, de una vez por todas, con la burocracia agresiva que se ha instalado en los centros y que ya podemos considerar como endémica.
Podemos acabar con esta pandemia del burocratismo improductivo analizando las razones por las que el sistema ha caído en el pozo de la burocracia y ha alcanzado dimensiones inabarcables, desproporcionadas y aterradoras que aliena al docente al encontrarse este dentro de una maquinaria que le arrastra hacia un sinsentido de gestiones, proceso y tramitaciones.
Analizar las causas políticas, económicas o de otra índole que han favorecido este crecimiento brutal de los quehaceres burocráticos y cómo minimizar su impacto en el docente, podría ser un buen inicio, si la administración educativa estuviera por la labor, para encontrar una solución que se me antoja necesaria y urgente. *
* Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente de PIDE
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