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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

“Estamos hartas de discursos y de clics, pero escasas de experiencias corpóreas, de juntarnos”

Diego Lores, en el centro

Marcos Pérez Pena

El 15 de diciembre de 2014, en una de las protestas en los que los vecinos y vecinas del barrio vigués de Coia intentaron impedir la instalación del barco Bernardo Alfageme en una rotonda (una actuación municipal con un coste de entre 100 mil y 300 mil euros que generó una movilización de varias semanas con ecos al conflicto de Gamonal), Diego Lores fue acusado de agredir a un policía municipal. La Asemblea Aberta de Coia, a la que Lores pertenece, denuncia que no existen pruebas para acusarlo, que las protestas fueron pacíficas en todo momento y que el proceso judicial busca servir de ejemplo al resto: “Diego siempre fue una de las caras más visibles de la lucha de la rotonda de Coia, por lo que creemos que su procesamiento no es casual. Pretenden que pague por todo el vecindario, para que quede claro qué sucede con las voces disonantes”. Señalan, además, que el proceso ha incurrido en numerosas “contradicciones e incongruencias”, que han provocado que la propia Fiscalía se haya negado a presentar cargos, de forma que sólo lo hace la acusación particular: la Policía Local de Vigo.

El próximo martes 17 tendrá lugar el juicio, en el que se piden para Diego Lores tres años y medio de cárcel, junto a una responsabilidad civil de 30.356 euros. Durante esta semana la Asamblea Aberta de Coia ha estado presentando el caso por varias localidades de toda Galicia, buscando “compartir experiencias, unir luchas y tejer redes”, bajo el lema de “nos quieren en soledad, nos tendrán en común” y presentando el cortometraje que recoge la historia de la movilización. Este domingo, además, se iniciará un cierre de 48 horas en la Parroquia del Cristo de la Victoria, con diversas actividades (conciertos, debates, talleres...), que concluirá el martes por la mañana con una manifestación hasta los juzgados de la ciudad. Hablamos con él.

¿Cómo estás de ánimo? ¿Con qué expectativas llegas al juicio?

De ánimo estoy bien. A pesar de ser una situación anormal el hecho de tener que ir al juzgado por una causa tan injusta, estoy tranquilo y me siento muy acompañado, con mucha gente alrededor, mucha gente preocupada por nosotros, sosteniéndonos. En la parte más personal, por lo tanto, me siento muy agradecido por la cantidad de muestras de cariño que estoy recibiendo, tanto de gente próxima como de otras personas desde fuera. Pero aunque esta situación ha caído sobre una persona concreta -ahora me ha tocado a mí como antes le tocó a Xurxo- [también juzgado por su participación en las protestas], siempre lo hemos entendido como un asunto colectivo.

En lo que se refiere al propio desarrollo del juicio, a pesar de que este tipo de situaciones -en las que un policía realiza una acusación de atentado- habitualmente terminan en condena, el hecho de que dos fiscales hayan pedido el sobreseimiento porque no han visto materia para la acusación ha sido una agradable sorpresa. Y por lo tanto estamos confiados en que esto concluya bien.

¿Qué pasó aquel día en el que te acusan de atentado contra la autoridad?atentado contra la autoridad

Estos días pienso mucho en que la verdadera noticia no es preguntarme a mí, sino que estaría muy bien preguntarle al policía que me acusó cómo está viviendo él todo esto. Estaría bien saber la otra parte. Pero cuento como viví yo ese momento. Un grupo de vecinos y vecinas del barrio nos metimos en la rotonda a intentar parar las obras. Después de estar varios días parando las obras, apareció un grupo muy grande de policías locales, con muy malos modos. Desde el primer momento el Gobierno local empezó a decir que nosotros no éramos del barrio, que éramos sindicalistas, que éramos Celtarras, que éramos violentos y no sé que más. Pero frente a ellos estábamos un grupo de vecinos muy heterogéneo: gente mayor, gente joven, personas que de camino a hacer la compra paraban allí un momento, otros que como yo venían de llevar a los niños al colegio...

El 15 de diciembre la policía tomó la rotonda y no nos dejaba entrar en ella. Yo estaba un poco retirado, sobre todo porque estaba pendiente de controlar que no sucediese nada. Vi que tres policías habían salido corriendo detrás de un chaval, comencé a correr detrás y cuando llegué junto a él, un policía lo había cogido por el brazo, un agente que reconocí en ese momento porque había hablado con él en los días anteriores. Le pedí que no le hiciera nada y en ese momento que yo estaba hablando, el chaval aprovechó para soltarse y huir. El policía resbaló y cayó sobre sí mismo, dañándose la muñeca, haciendo un gesto de dolor. Después de esto, volví a la rotonda, donde los vecinos y vecinas finalmente conseguimos romper el tercer cordón y entrar nuevamente en la zona de las obras. Pasaron las horas, y mi sorpresa fue que al mediodía unos policías estaban preguntando por mí. Me presenté ante ellos y me tomaron los datos. Tres semanas después me llamaron de la Policía Nacional, fui a la comisaría y me detuvieron allí, acusándome de un delito de atentado.

Desde la Asamblea de Coia denunciáis que estás siendo un cabeza de turco, en un proceso que se dirige contra todo el movimiento, con el objetivo de “dar una lección” y amedrentar... ¿Te sientes así?

Hace unas décadas, seguramente, el poder resolvería esta situación con una carga mayor de violencia contra los que estábamos allí. Pero ahora las formas de control y de represión son otras, y les basta con acusar a unas pocas personas o con imponer fuertes multas para conseguir el mismo fin: desmovilizar y meter miedo. Estábamos siendo incómodos y esta fue una forma de intentar acallarnos. El tiempo fue pasando, estamos recuperados, y lo que queremos es aprovechar movilizaciones como la que estamos teniendo esta semana para juntarnos y hablar de estas cosas: del camino para construir una vida y una sociedad en la que quepamos todas, y para conformar otro modelo de ciudad -en este caso, Vigo- que esté al servicio de las personas, no de los intereses inmobiliarios y de los poderes económicos, que lo único que hacen es expulsar cada día a más gente.

¿Cómo valoras la fuerza y la situación de los movimientos sociales en Vigo, teniendo en cuenta el contexto actual: un Gobierno de Caballero con mayoría absoluta, una situación de cierto impasse después de años de una intensa movilización...?impasse

Entendemos que hay unos tiempos, marcados por la política partidaria, pero nosotros jugamos en otra liga. Tenemos en cuenta esa lógica de partidos, pero nosotros actuamos en unos tiempos más a largo plazo y en una lógica de construir procesos que nos lleven a escenarios en los que la vida sea posible. En Vigo asistimos a ese discurso de la ciudad hermosa, que trabaja en el diseño de una ciudad de cartón, hecha sólo para los poderes económicos y para el turismo. Y a un discurso, desde el Ayuntamiento, de fomento de la política social, desmentido por las cifras y la realidad, pues la inversión social en Vigo está por debajo del promedio de las ciudades del Estado. Es muy triste que pasado este y otros conflictos, Caballero haya ganado con mayoría absoluta, también en este barrio. Pero el escenario es el que es y nosotros trabajamos en construir dinámicas y redes humanas que vayan generando desde abajo una vida que nos permita cubrir las necesidades básicas de todas y cuidarnos. Lo cierto es que sigue habiendo mucha miseria y mucho dolor en la periferia, y por si fuera poco quieren hacernos creer que esta situación tiene que ver con nuestras conductas, con razones individuales, cuando de lo que estamos hablando es de problemas sociales y de una estructura que impide que todas podamos vivir con unos mínimos.

Da la impresión de que la lucha contra la instalación del barco en la rotonda tenía mucho de simbólico, pero que debajo de ella sumaba muchos elementos, muchas luchas: las prioridades económicas y el reparto de la riqueza, el derecho de los vecinos y vecinas a decidir sobre el barrio, la gestión del espacio público... ¿Lo consideráis así?

Para nosotros la lucha del barco fue posible por años de trabajo y de luchas que se venían desarrollando en sitios como la Parroquia del Cristo de la Victoria de Coia, un espacio en el que se lleva construyendo comunidad, barrio y ciudad desde hace mucho tiempo. Un lugar en el que muchas personas participamos, y en el que tuvimos experiencias de ganar luchas parecidas a esta. Por ejemplo, en el caso del Parque de Bouza, que estaba destinado a acoger edificios y que gracias a la lucha vecinal se consiguió que fuera un espacio verde. Sin entender esta y otras luchas realizadas en el barrio desde los años setenta o el trabajo que llevamos años desarrollando a través de la Oficina de Dereitos Sociais no se puede entender la lucha del barco. Nosotros estábamos hartas de escuchar en las oficinas del Ayuntamiento que no había dinero para ayudas sociales o para pagar agua y luz a las personas que lo necesitaban. Y resulta que un día abrimos el periódico y el Ayuntamiento dice que va a gastar 300.000 euros en meter un barco en una rotonda.

El proyecto del barco se enmarca además en un proyecto de ciudad en el que Vigo está transformándose dejando de lado a la gente. Estamos viendo cuáles son los métodos que emplea Caballero para llevar adelante este proyecto: si tiene que emplear la violencia, la emplea; si tiene que usar el dinero de todas para propaganda y esconder la realidad, lo hace. El barco fue muy simbólico, pero es que fue la chispa que encendió el trabajo hecho durante muchos años. Nos encontramos muchas en la rotonda. Siempre decimos que fue una lucha muy intergeneracional, muy diversa, con gente que venía de espacios muy politizados y otra que no estaba en absoluto politizada.

El barco, finalmente, se instaló. Hoy, ya con un poco de perspectiva, ¿valoráis aquella lucha como una derrota? O como una victoria, por la experiencia y las redes que permitió tejer?

Unos meses después de que el barco finalmente se hubiese instalado, publicamos un texto en el que decíamos que habíamos ganado. Ganamos porque fue muy importante tener esta experiencia concreta, corpórea, cargada de emociones, de miedos y de intensidad. Estamos hartas de discursos, de debates, de clics, de darle a me gusta, pero estamos escasas de experiencias corpóreas, de juntarnos las personas y de volver a hacer natural lo que era natural. De que las vecinas se encuentren, cada una desde su diversidad. De que nos juntemos para cubrir las necesidades que tengamos. Eso lo hicimos en la rotonda. No sé si ganamos o si perdimos, pero nos dotamos de una práctica que es un potencial muy grande para, a partir de ese hilo, seguir tirando de él y seguir generando dinámicas alternativas a las del poder. Además, sirvió para crear multitud de vínculos y relaciones tanto en Vigo como fuera de la ciudad. Ahora tenemos construir a partir de esas redes, buscando eso que siempre reivindicamos: vivir dignamente como derecho para todas. En Vigo ese derecho no existe, y tenemos que luchar para hacerlo posible.

El domingo iniciaréis un encierro de 48 horas en la Parroquia del Cristo de la Victoria. Durante toda esta semana estáis manteniendo encuentros en toda Galicia, con el objetivo de “compartir luchas y tejer redes de defensa”. ¿El camino pasa por fortalecer ese trabajo en común?

El tema represivo es lo que menos nos interesa de todo esto. Pero el juicio está permitiendo que mucha gente mire para nosotros, y queremos aprovecharlo para hablar de otros temas, fortaleciendo las alianzas ya iniciadas. El domingo comenzaremos el encierro, invitamos a todo el mundo, de Vigo y de fuera, de Galicia y de fuera, a que venga a echarnos una mano y a compartir. En el final de la dictadura era muy habitual meterse en las iglesias para protestar y defenderse. Ya que este Gobierno local dijo tantas veces que los que protestábamos no éramos del barrio, vamos a reivindicar que somos de allí. Queremos que sea un espacio popular y festivo, que nos permita seguir conociéndonos y, de cara al futuro, trabajar juntos y juntas, abriendo grietas o aprovechando los distintas grietas que se abran en cada momento.

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