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Gernika, tres días después del bombardeo fascista: el informe secreto de Franco firmado por el tío de Milans del Bosch

Documentos de los servicios secretos de Franco

Daniel Salgado

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A las cinco de la tarde del jueves, 29 de abril de 1937, el ingeniero de caminos Vicente Machimbarrena y el ingeniero de minas Javier Milans del Bosch entraban en la villa vasca de Gernika (Vizcaya). Los enviaba el Estado Mayor del Ejército del Norte sublevado contra la República. Habían pasado apenas tres días del salvaje bombardeo. “A fin de examinar (...) las posibles causas de la destrucción, casi total, de dicha ciudad que había sido tomada al enemigo rojo-separatista hacia las 11 de la mañana”. El informe resultante supone el inicio de la enorme operación propagandística del franquismo para autoexculparse de uno de los primeros ataques aéreos sobre población civil de la historia bélica. Lo rescata el historiador gallego Francisco Leira Castiñeira en su libro Soldados de Franco (Siglo XXI, 2020).

El documento, firmado por Machimbarrena y Milans del Bosch –tío de un capitán general célebre el 23F por sacar los tanques a las calles de Valencia en apoyo a los golpistas–, consta de apenas dos páginas. Se encontraba en al Archivo General Militar de Ávila y Leira Castiñeira tropezó con él mientras recababa información para su ensayo sobre los orígenes sociales y políticos de los reclutas del franquismo. “Esta documentación militar estaba a disposición de los investigadores pero apenas la ha utilizado nadie, y menos para analizar la experiencia de los soldados”, explica. Sobre esta experiencia de tropa trata justamente Soldados de Franco, derivado de su tesis doctoral. Menciones al informe sí figuran en Violencia y terror. Estudios sobre la Guerra Civil (Akal, 1990), del catedrático Alberto Reig Tapia, o en 1937: el crimen fue en Guernica. Análisis de una mentira (Foca, 2014), del periodista Ignacio Fontes de Garnica. Pero sirven a otros propósitos investigadores.

Según Leira Castiñeira, las impresiones de Machimbarrena y Milans del Bosch sobre la localidad vasca, simbólica para el nacionalismo euskaldún, obedecían “a fines de propaganda”. Durante décadas, la versión oficial franquista negó la implicación de su ejército en el arrasamiento de Gernika. El 70% de las casas habían sido asoladas por el fuego y, a decir de las últimas cifras ofrecidas por los historiadores, el asesinato de entre 250 y 300 personas de entre sus 5.000 habitantes. El escándalo internacional había sido mayúsculo. Y los enviados del franquismo se proponían combatirlo con fake news.

“Comprobamos, pues, que en aquellos días, dinamiteros e incendiarios muy expertos acompañaban a las hordas enemigas para realizar sistemáticamente su obra destructora, al abandonar los lugares que ocupábamos”, escribían. Uno de los motivos fuerza del informe era culpar a los republicanos de los fuegos que acompañaron los bombardeos nacionales, causados en realidad por los artefactos incendiarios de la aviación alemana aliada de los alzados. Y aunque el franquismo, ya erigido en régimen gubernamental totalitario con mando sobre una amplia parte del territorio español, rechazaba en público incluso haber bombardeado Gernika con aviones, el documento secreto sí lo admitía: “Procuramos obtener informes de personas de distinta edad, sexo y condición [...] y todas coinciden en afirmar que el lunes 26, por la tarde, la aviación voló sobre la misma arrojando varios proyectiles sobre objetivos militares, tales como el Instituto y dos o tres conventos de la periferia, utilizados por los milicianos como cuarteles”.

El texto de los facciosos continúa: “Se deduce de lo que antecede, que la destrucción, casi total, de Gernika, que supera a la de Irún y Eibar, no ha podido ser causada por el bombardeo de una escuadrilla de aviones durante una sola tarde. Para que todas las casas, una por una, es necesario que el incendio las devore y que este sea producido o fomentado por quienes vienen haciendo lo mismo en otros pueblos antes de abandonarlos”. De lo que no dan cuenta es de que la aviación franquista voló sobre Gernika junto a la Legión Cóndor, fuerza de intervención aérea enviada por el III Reich para apoyar la sublevación fascista, y que sus proyectiles fueron explosivos e incendiarios. En el bombardeo participaron casi 60 aviones.

Francisco Leira Castiñeira defiende, en la intepretación que hace en Soldados de Franco, que el inmediato desembarco de los enviados del Estado Mayor del Norte obedecía también a que “los mandos insurgentes querían tener todo el conocimiento de lo que ocurría en el frente”. Los papeles del Archivo General Militar de Ávila apoyan su teoría alrededor de “la instauración de un sistema de control absoluto sobre todo lo que sucediese en el frente, tratando de intervenir para ello toda la información relacionada con la guerra en una lucha constante por la conquista de la opinión popular”.

Machimbarrena y Milans del Bosch cerraban su escrito con un ejercicio de cinismo en el que se distanciaban ostentosamente de la opinión pública internacional democrática. “Poner el grito en el cielo, porque la aviación bombardee ciudades atacadas y que se defienden para impedir que el Ejército llegue lo antes posible a un objetivo tan transcendental y decisivo en esta guerra como la conquista de Bilbao, es insensato. Y asombra que esto indigne a quienes lanzan bombas a ciegas sobre populosas ciudades de la retaguardia”. Los facistas acabarían por entrar en Bilbao en junio de 1937. El informe está firmado en Vitoria el 1 de mayo de ese mismo año.

La experiencia de la tropa franquista reclutada a la fuerza

Soldados de Franco, de subtítulo Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar, es la versión en libro de la tesis doctoral de Francisco Leira Castiñeira, dirigida por los profesores Aurora Artiaga, Andrés Domínguez Almansa y Lourenzo Fernández Prieto. Se iba a publicar en marzo, pero la crisis del coronavirus aplazó su difusión a después del verano. El estudio aborda una temática poco explorada por la historiografía española: la experiencia concreta de la tropa franquista, buena parte de ella alistada contra su voluntad. Alabado por ilustres colegas como Justo Beramendi, Xosé Manoel Seixas –ambos premios Nacional de ensayo–, Antonio Cazorla, Mercedes Peñalba o Francisco Cobo, en él se vale de un intenso trabajo de indagación documental y de fuentes orales. No por acaso, entrevistó a más de 30 ex combatientes, en una de las últimas oportunidades de llegar a esa memoria todavía viva. A ello le suma su análisis de las conversaciones ya registradas por el proyecto interuniversitario Nomes e Voces, coordinado por Fernández Prieto.

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