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El aumento de las temperaturas provoca que nazcan más tortugas hembras y desequilibra el ecosistema marino

Primera tortuga documentada que nace en arena en Balears.

Nicolás Ribas

Eivissa —

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La madrugada del 24 al 25 de julio de 2019, un ejemplar de tortuga boba puso huevos por primera vez –según los registros oficiales– en una playa de Balears, concretamente en Platja d’en Bossa (Sant Josep, Eivissa). Durante esa noche puso 58 huevos; unos días después, otro ejemplar puso 102 huevos en la playa de Es Cavallet, en el Parc Natural de ses Salines d’Eivissa. En realidad, Grecia es la zona más habitual para el desove de la tortuga boba. Sin embargo, se sospecha que el cambio climático y el aumento de las temperaturas ha conducido a las tortugas a escoger playas de toda la costa mediterránea española, incluidas las islas de Eivissa y Menorca.

La tortuga boba o Caretta caretta es un reptil marino de la familia Cheloniidae cuyo caparazón puede superar el metro de longitud y pesar hasta 200 kilogramos. Es la tortuga marina más abundante del Mar Mediterráneo, con una población estimada en 25.000 ejemplares (entre Illes Balears, Murcia, Córcega y el norte de África), según el Informe Mar Balear.

“No quiere decir que sea el primer nido, sino que es el primero que se ha detectado”, puntualiza a elDiario.es Víctor Colomar, veterinario del Consorcio para la Recuperación de la Fauna de las Illes Balears (COFIB), organismo dependiente de la Conselleria de Medio Ambiente y Territorio del Govern. Antes de los primeros intentos de nidificación, señala Colomar, se instalaron termómetros debajo de la arena –en casi todo el Mediterráneo occidental– para estudiar qué playas serían idóneas para que anidaran las tortugas marinas. “Las playas más cálidas de Eivissa han sido las primeras elegidas”, asegura.

Los científicos las cuidan en centros de conservación

Cinco años antes, en verano de 2014, se localizaron más de un centenar de huevos en la playa de San Juan (Alicante), recuerda a elDiario.es Marta Muñoz, veterinaria de la Fundación Oceanogràfic de València. En Eivissa hubo intentos antes de 2019 que no fructificaron. “Una tortuga lo intentó durante tres noches seguidas en 2015. Las tortugas, muchas veces, intentan poner un nido y al final no lo hacen”, explica a elDiario.es Guillem Félix, que añade que tanto este verano como el pasado hubo intentos en Formentera. “A veces no lo consiguen por causas antrópicas (por la actividad humana), porque la playa no es adecuada, las molestan o son demasiado jóvenes”, añade.

Cuando ocurre un acontecimiento de estas características, señalan los científicos, es muy importante no tocar ni molestar al animal (tampoco hacer ruido ni fotos) y avisar inmediatamente al 112. La llamada activará el dispositivo que movilizará a los expertos que, en el caso de las Balears, son los técnicos del COFIB junto a trabajadores del Palma Aquarium, quienes se hacen cargo del cuidado y control de los huevos hasta que eclosionan.

“Nuestro trabajo consiste en ayudar a las tortugas para aumentar su tasa de supervivencia. Si el tamaño lo permite, destinamos huevos a la incubación artificial para aprender más sobre las especies y nos sirve como indicador para vigilar el nido”, detalla Félix. En el caso de los huevos de tortugas marinas que permanecían custodiados en Es Cavallet, fueron trasladados en septiembre de 2019 en incubadoras debido a las tormentas y al cambio en las temperaturas, que pueden poner en peligro el nacimiento de las crías.

Una vez que los neonatos son trasladados a los centros de conservación, los técnicos inician el programa de Head Starting. “Entre una semana y doce días después del nacimiento, empiezan a alimentarse”, asegura Félix. Al principio, se les suministra (tres veces al día, todos los días de la semana) con pinzas una papilla hecha con mezcla de calamares, gambas, pescado blanco y azul y espinacas. A partir del cuarto mes, el mismo alimento, pero en trozos en lugar de papillas (dos veces al día con un día de ayuno a la semana). Finalmente, después de ocho meses, se les proporcionan piezas grandes o enteras (una vez al día, con dos días de ayuno a la semana). Además, se les realizan controles semanales en cuanto al peso y a sus medidas; los veterinarios llevan a cabo controles periódicos para detectar posibles anomalías y, en caso necesario, administran tratamientos.

Antes de ser soltadas al mar, son cuidadas en un espacio marino que recrea unas condiciones similares a las que tendrán cuando vuelvan a su hábitat natural. Cuando llegan a los 300 gramos de peso (hay que tener en cuenta que cuando nacen pesan entre 13 y 14 gramos), se les pone un microchip que las identifica individualmente y, en ocasiones, un marcaje satelital que las geolocaliza. “La reintroducción de estos ejemplares terminado el programa es una herramienta educativa muy importante”, detalla Félix. Antes de ser liberadas, se les hace una última prueba para determinar su sexo, ya que aunque cuando son adultas, su sexo es fácilmente identificable, no es así durante sus primeros años de vida.

Envueltas en plásticos

Sin embargo, las tortugas marinas no siempre llegan en buen estado a las costas mediterráneas. En ocasiones llegan muy heridas o, incluso, muertas. En estos casos, hay que seguir el mismo protocolo que cuando se avista un intento de nidificación: hay que llamar al 112 para que los técnicos de Palma Aquarium, en colaboración con el COFIB, activen el programa de rescate.

En la mayoría de las ocasiones en que llegan heridas es como consecuencia de que se ven envueltas en enmallamientos por redes fantasma (incluyen cualquier tipo de arte o equipo de pesca abandonado, perdido o desechado que enreda a las tortugas). Estas redes (se cree que llegan del norte de África y que son usadas como métodos de pesca de subsistencia por parte de poblaciones muy pobres) pueden provocar una infección que, si no es tratada por un profesional, puede acabar con la muerte del animal. Por este motivo, insisten los expertos, es muy importante no hacer nada hasta que lleguen los técnicos autorizados de la Fundación Palma Aquarium.

“Pueden llegar con la aleta necrosada como consecuencia de estas redes fantasma. Antes de quitar el enmallamiento, generalmente, les aplicamos antibióticos”, explica Xisca Pujol, responsable del Centro de Recuperación de Fauna Marina de la Fundación Palma Aquarium. “Si no se hace de esta manera, la circulación sanguínea se puede ver comprometida, provocando una infección. Si quitas el enmallamiento, esta infección sanguínea que estaba contenida puede pasar a todo el cuerpo, provocando una septicemia, que es una infección generalizada. Eso puede matar al animal”, afirma Pujol. En ocasiones, la única manera de salvar a una tortuga que llega con una aleta necrosada es la amputación quirúrgica.

Las tortugas pueden llegar con la aleta necrosada como consecuencia de las redes fantasma. Si quitas el enmallamiento, esta infección sanguínea que estaba contenida puede pasar a todo el cuerpo, provocando una infección generalizada. Eso puede matarla

Xisca Pujol Responsable del Centro de Recuperación de Fauna Marina de la Fundación Palma Aquarium

Después de la primera intervención, los veterinarios y técnicos realizan una serie de analíticas y radiografías y hacen un seguimiento de la evolución de los animales ingresados en las instalaciones de Palma Aquarium. El equipo veterinario determina cuál es el tratamiento a seguir: si solo necesita antibióticos, si hay que hacer fisioterapia o curas o si es necesaria una amputación de la aleta. “Las pruebas diagnósticas y la analítica se repiten, hasta que recibe el alta veterinaria y se reintroduce en el mar. Este proceso dura de media dos meses, pero puede ser más corto o más largo, cada caso es distinto”, aclara Pujol.

También se puede dar el caso de que lleguen con problemas digestivos, debido a que han ingerido una cuerda u otro tipo de objetos. “Hay que administrar aceites y antibióticos para que la expulsen”, afirma Pujol. En otros casos pueden llegar flotando por problemas pulmonares: este verano han extraído cinco litros de aire a una tortuga marina que flotaba como una boya en Eivissa. Otras han sufrido traumatismos craneales. Cada caso implica curas y tratamientos específicos.

Un factor importante para las tortugas marinas –que no regulan sus temperaturas corporales por sí solas– es la temperatura en que se encuentra la arena en la que ponen los huevos. Por encima de los 28 grados y medio, nacen hembras. Por debajo, machos. Para ellas, las playas del Mediterráneo son, en general, todavía frías. “Si nacen muchas más hembras que machos se desequilibra la población”, explica Muñoz, veterinaria de la Fundación Oceanogràfic de València. Sobre las posibilidades de realizar esta incubación artificialmente, Muñoz aclara que el impacto a nivel global es muy pequeño. “En los centros de conservación podríamos incubar a temperatura de macho, pero la población final a la que estamos llegando es muy pequeña”. Por tanto, el cambio climático provoca que nazcan más tortugas marinas hembras que machos, lo que provoca un desequilibrio entre las proporciones de sexos de estos animales.

Una especie protegida

Las tortugas Caretta caretta son muy importantes para el ecosistema marino. Es una especie protegida por la legislación estatal e internacional y, destaca Muñoz, catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Sin embargo, que esté nidificando en las costas mediterráneas no necesariamente es una noticia positiva, ya que está ligada al cambio climático. “Puede ser un indicativo grave. Las dinámicas de todas las poblaciones de todas las especies animales están incrementando densidad o hábitat. Las especies invasoras están aprovechando el cambio climático para expandirse. La mala noticia es el cambio climático, la buena, que algunas especies consiguen leerlo y se adelantan a este incremento de temperatura”, opina Colomar.

Cinco tortugas marinas que fueron recuperadas por el Palma Aquarium han sido liberadas este miércoles. Cuatro de las cinco fueron encontradas enmalladas con plásticos o redes, lo cual ha implicado la amputación de la aleta afectada, explica la Conselleria de Medio Ambiente en una nota de prensa.

Este año, el COFIB, a través del Palma Aquarium, ha registrado el varamiento de 37 tortugas vivas: veinte en Mallorca, nueve en Eivissa y ocho en Menorca. Respecto a las causas, 28 de ellas sufrieron enmallamiento y cinco flotaban después de haber ingerido objetos extraños. De las cuatro restantes, una fue capturada accidentalmente en una red de pesca y otra había ingerido una cuerda, mientras que las otras dos sufrieron traumatismos. La mayoría de ellas, un total de 28, se recuperaron y fueron liberadas; cuatro murieron durante los primeros días debido al grave estado en que se encontraban y dos continúan recuperándose. Las tres restantes fueron liberadas por particulares que no avisaron.

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