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La tala de unos árboles icónicos de Palma enfada a los vecinos: “No queremos más terrazas”

Pablo Sierra del Sol

Mallorca —

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En la valla colgaron un folio blanco con un hilo rosa en el que, escrito en tinta negra, se leía: Mon cor estima un arbre… [Mi corazón quiere un árbol]. Es el inicio de Lo pi de Formentor, el poema más célebre de uno de los personajes más célebres de la literatura modernista catalana: Miquel dels Sants Oliver. Ese verso de cuatro palabras se estudia en el instituto y se lo saben de memoria varias generaciones de mallorquines. Tiene tanta fuerza –simbólica, sonora, sentimental– que se convirtió, durante los sesenta y setenta, en un eslogan ambientalista. La última vez en utilizarse ha sido esta mañana: el cartel formaba parte de la protesta con la que la Associació de Veïns de sa Calatrava y el colectivo Amics de la Terra Mallorca han intentado evitar que se talaran diecisiete árboles en la Plaça Llorenç Villalonga, uno de los rincones más emblemáticos del casco histórico de Palma. “Por motivos de seguridad, al estar en mal estado y suponer un riesgo para la ciudadanía por posibles caídas de ramas”, el Ayuntamiento de la capital balear los ha eliminado del callejero.

Ante varios agentes de policía, unas cincuenta personas silbaban, coreaban consignas, protestaban. Los botones rojos de algunos móviles y cámaras se pulsaron para documentar el trabajo de los operarios: elevadas por unas grúas, a las motosierras les bastó un par de horas para mutilar los árboles y, luego, reducir los troncos en tocones. Este pequeño bosque subtropical –eran ejemplares de bellasombra, una especie, también conocida como ombú, característica de las pampas uruguayas, del norte de Argentina y del sur de Brasil, muy frondosa, de ahí su nombre– llevaba décadas plantado en un enclave tan privilegiado como lleno de historias: preciosas vistas al mar desde los restos de la antigua muralla de Palma, a unos cientos de metros de la catedral gótica y a unos pocos pasos de la casa natal de Antoni Maura i Montaner, que da a la plaza, ya, desarbolada.

Aspecto de la plaza tras la eliminación de los árboles
Tocones de bellasombra.

“En noviembre empezamos a oír hablar de una posible tala”, cuenta Mariano Reaño. El presidente de Amics de la Terra Mallorca se sienta en “una mesa municipal” donde Cort –la denominación histórica del consistorio palmesano– discute e informa “a asociaciones y expertos” las cuestiones relacionadas con el arbolado del séptimo municipio más poblado de España. “Ese organismo ya existía en las dos últimas legislaturas, cuando gobernaba un pacto de progreso, y aunque era una buena idea, nunca se nos hizo mucho caso. Las asociaciones no podemos forzar, por ejemplo, la convocatoria de una reunión si hay un asunto que nos preocupe. Era, más que nada, una forma de los políticos para cubrir el expediente. Pero, ahora, todo ha tomado otro rumbo”.

“En esa reunión, la de noviembre”, prosigue Reaño, “tuve una disputa muy agria con el capitoste máximo de esta decisión, un técnico. Le dije que tenía que hacer una labor de pedagogía con los vecinos y me respondió que ya estaba hecha. También le dije que había alternativa para aislar la diana de los árboles (el radio donde pueden caer las ramas, y dañar a personas y bienes) y me dijo que era técnicamente imposible. En la Associació Balear de l’Arbre, de la que también formo parte, creemos que era factible proteger, si no todos los ejemplares, sí, al menos, algunos. A base de ajardinamiento, claro. Sin embargo, el Ayuntamiento ha decidido arrasarlos”.

Un agente de Policía Local custodia un espacio donde la mayor parte de los árboles ya se han convertido en leña.

Sin declaraciones municipales

Desde el Ajuntament de Palma no han querido ofrecer declaraciones ni remitir a elDiario.es el informe elaborado por el Servei Municipal de Parcs i Jardins que justifica la tala. Tampoco han enviado un comunicado de prensa ni han colgado imágenes o vídeos en los perfiles sociales de Cort sobre la actuación de hoy. Fuentes del equipo de Gobierno recuerdan que “en reiteradas ocasiones” han “reiterado” su “postura sobre este tema” y que, recientemente, “el juzgado” de lo Contencioso-Administrativo número 4 de Palma “ha reconocido el riesgo de caída de estos ejemplares y la responsabilidad del Ajuntament de garantizar la seguridad de la ciudadanía”.

El fallo tumbó las esperanzas vecinales y ambientalistas de salvar a los diecisiete ombús. Se conoció el martes y trituró el recurso que Reaño –de profesión, abogado– había interpuesto, en nombre de Amics de la Terra, para frenar la tala. En paralelo, varios activistas y residentes estuvieron pendientes de los árboles que no querían perder. Hicieron una cadena humana, varias voces se lamentaron antes las cámaras de IB3 de la decisión municipal de cortar por los sanos los supuestos problemas que causaban los árboles y el Consistorio decidió vallar el bosquecillo subtropical. “Es cierto que un par de personas, que se comportaron de forma incorrecta, tiraron parte de ese vallado”, explica Reaño, “pero creo que esa instalación podría haber sido más firme: hace unos años también estuve en una concentración parecida porque se querían eliminar unos árboles en la Porta de Sant Antoni y las vallas no tenían nada que ver”. 

Sa Calatrava es uno de los barrios más turistificados de una ciudad donde se anuncian más de mil pisos turísticos; casi el 40%, ilegales. El presidente de Amics de la Terra cree que lo sucedido está muy relacionado con la metamorfosis de una ciudad donde él lleva viviendo más de sesenta años. “Cuando era niño”, dice Reaño, “mucho antes de que se creara el Parc de la Mar, por debajo de la plaza pasaba un vial que se conocía como Calle del Uruguay, quizás por el origen de estos bellasombra que ya han desaparecido. Hoy, Palma ha iniciado su candidatura para ser Capital Europea de la Cultura con un acto muy elocuente: arrasar diecisiete árboles de una zona realmente privilegiada. Era el único reducto de Ciutat Vella que no se había mercantilizado. Si ahora empiezan a proliferar terrazas [en la Plaça Llorenç Villalonga] vamos a atar muchos cabos. Hay dos hoteles de lujo allí delante. ¡El capital…”.

La Plaça Llorenç Villalonga, poco antes de que comenzara la tala.

–¿Considera que hay suficientes árboles en Palma, señor Reaño?

–No… y estamos viviendo un tiempo donde los veranos son cada vez más tórridos y se necesita una cubierta vegetal intensiva y generalizada. No sucede. En ayuntamientos como Barcelona el talante es muy distinto. Hay una preocupación y se crean refugios climáticos. Te voy a poner un ejemplo: Amics de la Terra también está presente en una comisión municipal a la que han llamado “de ciclo climático”. No han tenido narices de ponerle el nombre de cambio climático y han escogido la fórmula que los negacionistas dan al fenómeno porque dicen que, simplemente, ahora toca que haga calor porque son ciclos del planeta y no tiene nada que ver con la influencia humana… cuando el 99% de la doctrina científica explica que la causa del cambio climático es antropogénica. 

Son las tesis que sostiene Vox. Palma es uno de los grandes bastiones municipales de los ultraderechistas. En las elecciones de 2023, obtuvieron un 20% de votos y seis concejales. No demasiado lejos del PSIB-PSOE (24%, ocho concejales) y muy por encima de la suma de Més per Mallorca y Unides Podem (9% y 3 concejales; 5% y un concejal). Un resultado sobresaliente que convirtió a Fulgencio Coll Bucher –general que, antes de pasar a la reserva, llegó a la jefatura del Estado Mayor del Ejército de Tierra– en algo más que en la muleta –es vital, por ejemplo, para que se aprueben los presupuestos municipales– del popular Jaime Martínez Llabrés –de profesión, arquitecto–, un alcalde en minoría.

La protesta sigue en el pleno

Poco después de que se terminara la tala, unos y otros vieron entrar en la sala de plenos del Ayuntamiento –se celebraba la última sesión del año– a varias de las personas –Edita Navarro, presidenta de la Associació de Veïns de sa Calatrava, a la cabeza– que se habían concentrado antes del alba junto a los árboles que iban a convertirse en leña. Parte de la poda –las ramas más finas y fáciles de transportar– las llevaban varios de los manifestantes en las manos. Según cuentan ellos mismos, algún agente tuvo “el detalle” de entregárselas. Una mujer de abrigo rojo enganchó los tallos cubiertos de hojas en la farola que se alza justo delante de las puertas del Ayuntamiento y no demasiado lejos del olivo que adorna el centro de una de las plazas más concurridas de Palma.

Una mujer coloca restos de poda en el palo de una farola situada frente al Ajuntament de Palma, donde continuó la protesta.

El olivo es más antiguo incluso que el palacio –un elegante edificio del siglo XVII– donde se sitúa la sede municipal: al rugoso tronco, que nació en Pedruixella, una possessió de Pollença, se le calculan seis siglos de vida. En 1989, lo donaron al Ajuntament de Palma para que se convirtiera en uno de los emblemas de la ciudad. Un cercado –parecido al que varios vecinos de las calles que terminaban en la plaza proponían para proteger a los árboles que la sombreaban– separa al olivo del hormigueo humano. Miquel dels Sants Oliver, que también fue periodista –dirigió La Vanguardia durante casi dos décadas– habría encontrado en la tala de los diecisiete bellasombra buen material para una crónica.

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