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Guardianes del código informático

Personas con trastornos autistas revisan códigos de programación

Isaac Altable

El cine tiene infinitas virtudes pero, también, una potencia tremenda para fijar imágenes estereotipadas y falsas sobre casi cualquier asunto al que se acerca. Una fuerza que puede ser dañina. Un filme exitoso -especialmente si llega desde EE UU- atrae la atención social sobre lo que sea pero, a veces, de una manera perniciosa.

Rain Man fue un taquillazo en 1988 con dos estrellas de relumbrón como Tom Cruise y Dustin Hoffman. Y creó el modelo de persona autista con talentos profundos y ocultos. A partir de ahí, casi podría decirse que el autismo quedó unido a esas características. Incluso fuera del mainstream hollywoodiense, un icono del cine alternativo de la década de los 90 del siglo pasado como fue la canadiense Cube tenía una resolución basada en las habilidades de un joven con autismo.

Pero los trastornos del espectro autista (TEA) son algo más y, sobre todo, algo real y que afecta al día a día de muchas familias. Según los datos de la Federación Española de Autismo (FESPAU), la prevalencia de estos trastornos está en torno a un niño de cada 100. Muchos miles de personas que van creciendo y convirtiéndose en adultos con necesidades específicas. Los que conviven con el autismo tienen pocas oportunidades de independencia personal y menos aún si se atiende al mercado laboral ya que experimentan dificultades para gestionar las relaciones personales y el estrés a la par que suelen tener poca flexibilidad ante circunstancias cambiantes. Pero no son parte del mobiliario a cuenta de la discapacidad.

El colectivo con TEA es muy diverso. De hecho, según se ha ido avanzando en la investigacación, la definición de esta problemática ha variado: hoy se entiende como “una alteración que se da en el neurodesarrollo de competencias sociales, comunicativas y lingüísticas y, de las habilidades para la simbolización y la flexibilidad”. Amplísimo espectro. Pero a pesar de esta variabilidad, no se renuncia a encontrar maneras de que desarrollen un proceso vital moderno, adaptado y los más independiente posible. Y que aporte a la sociedad un valor añadido. En Dinamarca nació con estas premisas una empresa social llamada Specialisterne que, colgada de un modelo exitoso, ha ido dando saltos a otros siete países. En España, la fórmula está siendo implantada por la Fundación Planeta Imaginario.

La dinámica es la siguiente: aprovechar lo bueno de los que viven con TEA en lugar de subrayar lo malo o las barreras con las que lidian. ¿Dónde poner el foco? “En que son metódicas, precisas, pueden concentrarse mucho, son perseverantes y con una atención por los detalles a veces inusual”, dicen. Ese ojo las convierte en espectaculares en a la hora de detectar cambios en estructuras o fallos. Specialisterne vio que esta atención extrema sobre la estabilidad y cierta aversión a los cambios los hacía muy útiles para revisar código informático.

El proyecto apadrinado por Planeta Imaginario busca “aprovechar las habilidades especiales asociadas a su discapacidad en una ventaja para el mercado laboral”, explican. De momento se radican en Barcelona con ocho revisores informáticos. Además, al diseminar unas nuevas ideas sobre los TEA, el emprendimiento cubre de cierta manera la necesidad de “transformar la percepción que la sociedad tiene de estos trastornos en general y del autismo en particular”. El modelo de negocio es simple ya que la consultoría informática es un nicho económico consolidado “no se inventa nada” sino que se aprovecha un mercado ya en funcionamiento al incorporar a trabajadores especializados a un proceso de producción ya montado. “Son un grupo de prueba y control de calidad”. El desarrollo de la fórmula Specialistirne por la Planeta Imaginario está siendo promovida por Momentum Project.

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