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El cierre de centros educativos por el coronavirus deja sin clase a uno de cada cinco alumnos en el mundo, según la UNESCO

Una clase vacía de un colegio.

Icíar Gutiérrez

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Cerca de 363 millones de estudiantes en todo el mundo se han visto afectados por el cierre de escuelas y universidades en todo el mundo como medida para frenar el avance del coronavirus, según las cifras publicadas este martes por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

En otras palabras, el organismo –cuyos datos incluyen a alumnos desde preescolar hasta la enseñanza superior (estos últimos son unos 57,8 millones)– estima que a nivel mundial uno de cada cinco estudiantes de primaria y secundaria no está asistiendo a la escuela “como consecuencia de la crisis de COVID-19” y otro de cada cuatro no está asistiendo a los centros educativos de enseñanza superior.

De acuerdo con el recuento que está actualizando periódicamente la organización especializada, 16 países han ordenado el cierre de escuelas a nivel nacional y 16 han ordenado cierres en determinadas zonas a lo largo de Asia, Europa, Oriente Medio y América del Norte. Esta última cifra, sin embargo, no incluye la clausura de los centros educativos decretados en España, en la Comunidad de Madrid y en las localidades vascas de Vitoria y Labastida.

Se trata de una medida a la que cada vez se están sumando más países para contener la propagación de COVID-19, razón por la cual la UNESCO ha convocado este martes una reunión por videoconferencia de los responsables de educación de todo el mundo con el objetivo de “intensificar la respuesta de emergencia y compartir estrategias para reducir al mínimo la interrupción del aprendizaje en todo el mundo”, según explica en una nota de prensa. En ella han estado representados 72 países, 27 de ellos por sus ministros de Educación y otros 37 por altos representantes ministeriales.

Según informa la organización de Naciones Unidas, los diferentes representantes de han intercambiado “enfoques y prácticas óptimas para garantizar la continuidad del aprendizaje durante los cierres de escuelas”, cuya duración en el tiempo, recuerdan, “es aún desconocida”. El organismo ha anunciado además la creación de un Equipo de Tareas de Emergencia UNESCO-COVID19 que, indican, apoyará las respuestas nacionales y pondrá en común “respuestas de política eficaces centrándose en los países más vulnerables”. 

“Nos enfrentamos a una situación inusual con un gran número de países afectados por el mismo problema al mismo tiempo. Necesitamos unirnos no sólo para abordar las consecuencias educativas inmediatas de esta crisis sin precedentes, sino también para aumentar la capacidad de recuperación a largo plazo de los sistemas educativos”, sostiene Stefania Giannini, Subdirectora General de Educación de la UNESCO, en el comunicado.

“Estamos entrando en un territorio inexplorado y trabajando con los países para encontrar soluciones de alta tecnología, baja tecnología y sin tecnología para asegurar la continuidad del aprendizaje”, ha afirmado por su parte Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO. “Al tiempo que los países preparan su respuesta, es vital la cooperación internacional para compartir los enfoques más eficaces y apoyar a los estudiantes, los profesores y las familias”.

Para limitar las consecuencias de la interrupción de las clases en el aprendizaje que una medida de este calado supone para el aprendizaje de los estudiantes, el organismo ha recomendado a los países que están cerrando escuelas el uso de programas de educación a distancia, entre ellos aplicaciones y plataformas educativas que permitan conectar a maestros y estudiantes de forma remota, 

La organización ha vuelto a hacer hincapié en la necesidad de que las medidas de los países no exacerben las desigualdades en el aprendizaje y reclama a los Gobiernos que la equidad sea el principio rector a la hora de planificar la respuesta al virus, recordando que el cierre de escuelas “tiende a afectar más a los alumnos vulnerables”.

La clausura de centros educativos, insiste la UNESCO, acaba agravando las desigualdades porque las familias más ricas “tienden a tener niveles más altos de educación” y más recursos para llenar este vacío de aprendizaje y proporcionar actividades educativas alternativas a los niños que no pueden asistir a la escuela. Por otro lado, tiene impacto en la nutrición, ya que muchos menores dependen de la comida que se les proporciona en sus centros educativos. Asimismo, la falta de acceso a la tecnología o la buena conexión a Internet, especialmente para los estudiantes de las familias más empobrecidas, puede suponer un obstáculo a la hora de continuar el aprendizaje.

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