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Misterioso caso de espionaje en la frontera noruega con Rusia

Frode Berg (primero por la izquierda) con un grupo de compañeros de la organización cultural Pikene pa Broen.

Francisco de Zárate

A Frode Berg sus amigos de Kirkenes le decían que defendía demasiado a los rusos. Cada vez que se hablaba del país que empezaba a 16 kilómetros de ellos, Berg siempre decía que Noruega, su país, y Rusia tenían que integrarse más.

No eran solo palabras. Ya retirado de la Guardia noruega de Frontera, Berg hacía trabajo voluntario en una organización cultural de Kirkenes que promovía los intercambios con Rusia. También echaba una mano en la carrera anual de esquí entre rusos, finlandeses y noruegos de la frontera. Hasta que Rusia lo detuvo en diciembre y lo metió en una cárcel de máxima seguridad de Moscú acusado de espionaje. 

La versión oficial, que Berg está aislado en la prisión de Lefortovo por tratar de enviar instrucciones y dinero a una supuesta agente rusa llamada Natalia, no convence a ninguno de los que lo trataron en Kirkenes. Lo que sí creen, y porque el propio Berg así lo cuenta, es que el 5 de diciembre se disponía a depositar un sobre con dinero en un buzón de Moscú cuando lo detuvieron agentes del FSB, el servicio ruso de contraespionaje.

La diferencia entre las dos versiones es abismal. En los medios públicos rusos, Berg aparece como un espía noruego que usaba su cobertura de jubilado para recabar información sobre la flota rusa en el Mar de Barents y comunicarse con su agente en Rusia.

En la versión de Berg, el viaje a Moscú que comenzó el 4 de diciembre no tenía más objetivo que ver a amigos, comprar regalos de Navidad y hacer un poco de turismo en una ciudad a la que había ido varias veces sin detenerse. El sobre, que sí existió, se lo había dado el amigo de un conocido suyo de Oslo para que Berg lo enviara desde Moscú. Aceptó el recado, dice, porque sabía que dentro sólo había 3.000 euros y que enviar esa cantidad no era ilegal en Rusia.

“He sido acusado de algo que no he cometido”. A Berg, de 62 años, se le saltaban las lágrimas cuando habló con el grupo de periodistas noruegos que lo fue a ver el 2 de febrero a Moscú. Como informó el periódico en inglés de la región, The Barents Observer, ese día un juzgado revisó su caso y, por primera vez en dos meses, se le permitió hablar, detrás de unos barrotes blancos, con alguien que no fuera su abogado.

Fue su única alegría. En vez de liberarlo, el tribunal decidió aplazar hasta el 5 de mayo la próxima audiencia.

Según un reportaje en The Washington Post Anton Troianovski, en el pueblo no hay fisuras en relación a la inocencia de Berg. En cuanto se enteraron de que había sido detenido, 450 de sus 4.000 habitantes salieron a protestar. Gracias a su campaña de recogida de fondos, ya hay unos 15.000 euros disponibles para los gastos legales y las visitas a la prisión que por el momento no han sido autorizadas.

Berg personificaba los esfuerzos de la región por aliviar las tensiones entre Rusia y Noruega, dicen. 

De cara redonda y ojos azules levemente melancólicos, Berg aterrizó en Kirkenes en 1975, en plena Guerra Fría, como oficial del Ejército noruego. En una entrevista que le hicieron el año pasado para un proyecto artístico sobre la vida en la frontera, contó que su rutina de aquellos días giraba en torno a una posible invasión soviética, entrenándose en el fuego defensivo de tanques.

Hasta que cayó el Muro y en 1990 Berg pasó a la Guardia de Frontera. Allí se quedó hasta su jubilación en 2014. “Salía en patrullas conjuntas con sus pares de Rusia, comía y pescaba con ellos después de las reuniones”, escribió Troianovski.

Berg no era el único que cultivaba amistades en el otro lado. Desde el fin de la Guerra Fría, Kirkenes y Murmansk, la ciudad rusa más cercana, han ido estrechando su relación progresivamente. En todo el año 1990, sólo 2.000 personas cruzaron el paso fronterizo de la zona. El flujo creció tanto que en 2012 se firmó un acuerdo para permitir a los residentes de las dos ciudades pasar sin visado. En 2013 ya eran 320.000 las personas que pasaban en todo el año.

Berg dice que le tendieron una trampa pero se niega a dar el nombre de su conocido y del amigo de su conocido, el que le entregó el sobre con el dinero. Tal vez, por el mismo motivo por el que su abogado ruso, Ilya Novikov, escribió en su página de Facebook que no podía comentar el caso por un acuerdo de confidencialidad obligatorio para acceder a las acusaciones del FSB.  

¿Fue el NIS, el servicio secreto noruego, el que usó a Berg? ¿Fue una estratagema de Rusia para pedir algo a cambio? ¿O Berg no es la persona que todos creen que es?

La posibilidad de una trampa

Para contrastar las hipótesis, eldiario.es habló con Edward Lucas, especialista en los servicios de inteligencia rusos y autor del libro The New Cold War: Putin's Russia and the Threat to the West. Sin señalar a un culpable, Lucas quita a un sospechoso de la lista: “Me parece muy extraño que los servicios de inteligencia noruegos tengan algo que ver. Si quieren mandar dinero a una fuente confidencial, tienen maneras mucho mejores de hacerlo”. 

En su opinión, no se puede descartar que los rusos le hayan tendido una trampa. ¿El objetivo? “Conseguir algo con lo que negociar, tal vez intercambiarlo por un espía ruso de verdad, o cualquier otro motivo que no nos podamos imaginar. Rusia es un país verdaderamente corrupto y la gente corrupta tiene muchísima influencia; tal vez haya ocurrido algún acto criminal en la frontera. Pero no lo sé, es imposible de saber”.

Ser intercambiado por un espía ruso es, para el abogado ruso de Berg, la mejor opción por el momento. El Ministerio de Asuntos Exteriores noruego, que a diferencia del pueblo de Kirkenes ha tratado de evitar la publicidad, se abstuvo de hacer comentarios.

“Nos remitimos al sistema jurídico ruso de la misma manera en que esperamos que otros países se remitan al sistema jurídico noruego”, responde su portavoz Frode Overland Andersen a una consulta por email de eldiario.es.

Sea lo que sea lo que ocurrió, el hecho de que haya terminado con el encarcelamiento de Berg bajo acusaciones de espionaje es reflejo de las tensiones crecientes entre Rusia y la OTAN, una alianza militar en la que Noruega figura como socio fundador. Como escribe Troianovski citando a un especialista del centro de estudios noruego Fridtjof Nansen Institute, Berg es el primer noruego en ser arrestado por espionaje en Rusia desde la Revolución Rusa. 

Además del acercamiento de los últimos años, Kirkenes tiene una historia de gratitud con Rusia que se remonta a 1944, cuando el Ejército Rojo liberó al pueblo del dominio nazi. Pero hoy todo eso parece quedar más lejos que los 300 marines estadounidenses llegados a Noruega el año pasado o las maniobras militares que Rusia desplegó en Bielorrusia y Kaliningrado en septiembre. 

“No tengo miedo de Rusia”, dijo Berg durante la entrevista que le hicieron por el proyecto artístico sobre la vida en la frontera. “Conozco a los rusos muy bien y no tengo ningún problema con ellos”.

Su cuenta en Facebook lleva sin actualizarse desde el día del arresto. Totalmente ajeno a lo que estaba a punto de suceder, ese mismo 5 de diciembre subió a la red social la foto de lo que parece un mercado callejero navideño de Moscú, cubierto de nieve y con las coloridas cúpulas de la catedral de San Basilio al fondo. “¡Tiempo de Navidad en Moscú!”, la tituló.

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