La industria de la marihuana no es tan 'verde' como suponíamos
Mientras abre la puerta de acero de su desordenada oficina, situada en un almacén aislado en la parte oeste de Denver, Paul Isenbergh despotrica, enfadado, sobre un rival de negocios tramposo. Lleva una camisa y una corbata de color óxido. A unos metros de su mesa, una hilera de plantas de cannabis cuelga de dos tendederos. Se están secando.
Isenbergh pasó 30 años como agente inmobiliario en Florida. Cuando se mudó a Denver en 2011, ni siquiera sabía que la marihuana medicinal era legal en Colorado. Ahora es dueño de tres instalaciones de cultivo de marihuana, todas en almacenes cerrados en Denver. La segunda más grande, un fortín sin ventanas que tiene alrededor de 500 plantas, late con energía.
Grandes lámparas de mil vatios bañan las plantas con un con un tono azulado en su fase vegetativa, cuando las plantas están creciendo. Posteriormente, una potente luz amarilla quema las plantas cuando entran en su fase de floración. En este periodo las plantas producen los cogollos de marihuana que se cortan, se secan y posteriormente se venden a 1.300 euros el medio kilo aproximadamente. (Solía ser mucho más, hasta que una estampida de productores saturó el mercado local).
“Consumimos mucha energía en comparación con lo que consumiríamos con luces LED”, explica Isenbergh, que paga al menos 3.600 euros al mes de electricidad. “Podríamos intentarlo con LED, pero no podríamos obtener la cantidad de cosecha adecuada. El LED simplemente no tiene la potencia necesaria”.
La legalización del cannabis (la marihuana recreativa se aprobó a nivel estatal en 2012) ha revigorizado zonas industriales de Denver que antes estaban en ruinas y genera más de 1.000 millones de euros al año en ventas. Pero el consumo voraz de energía de los productores plantea un problema a las ambiciones de la ciudad de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ahora que la mitad de los estados del país permiten el cultivo del cannabis para varios usos, la producción en invernaderos es cada vez más una preocupación para gobernadores y alcaldes que han prometido llenar el vacío que piensa dejar Trump en la reducción de emisiones.
Evan Mills, científico en la Universidad de California, fue uno de los primeros investigadores en cuantificar el hambre de energía de la incipiente industria, estimando en 2011 que el cultivo interior de cannabis representaba el 1% del total de la electricidad utilizada en todo EEUU, unos datos respaldados por un estudio de New Frontier publicado el año pasado.
La iluminación puede suponer hasta la mitad del consumo de energía de los productores de cannabis, que buscan recrear las condiciones naturales de crecimiento las 24 horas, para lo que usan luces de sodio de alta presión, enormemente potentes (HPS). Estas luces se parecen a las de las salas de operaciones de los hospitales, que proyectan una luz unas 500 veces superior a la recomendada para la lectura.
Energía procedente del carbón
Como resultado, producir un kilo de marihuana puede causar el mismo daño medioambiental que atravesar EEUU en coche unas siete veces. El cannabis puede seguir pareciendo una actividad hippie de pacotilla, pero el impacto energético real de los productores de interior equivale al de los ruidosos centros de procesamiento de datos, concluyó el estudio de Mills.
“La triste ironía es que la legalización es probablemente la única forma de solucionar el problema; ojalá los políticos se enfrentaran al problema”, escribió Mills el año pasado de cara a las votaciones que llevaron a la legalización de la marihuana recreativa en ocho estados, incluidos California, Florida y Massachussetts.
“Hasta entonces, algunos de los difíciles progresos del país contra el cambio climático han estado centrados en la lucha contra la deforestación, mientras los reguladores continúan ignorando la huella de carbono de esta industria emergente”, señaló Mills.
El consumo de electricidad de Denver ha estado creciendo poco a poco a una velocidad de un 1% anual. Cerca de la mitad de ese crecimiento corresponde a las instalaciones de cultivo de marihuana, según ha señalado la ciudad. Aunque las operaciones de cannabis solo consumen un pequeño porcentaje de la electricidad de Denver, hacen un uso mucho más intensivo por metro cuadrado que la mayoría del resto de negocios. Esta demanda, a su vez, fomenta el consumo de combustibles fósiles, dado que Colorado obtiene la mayoría de su energía de plantas energéticas de carbón.
“Por supuesto que es algo preocupante”, cuenta Emily Backus, consejera de sostenibilidad de la ciudad. Denver tiene el objetivo de recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero un 80% para 2050, en su mayoría gracias al fomento de las energías renovables, la mejora de la eficiencia energética de los edificios y la promoción del transporte público y los coches eléctricos. La ciudad también ha firmado el Acuerdo del Clima de París después de que Trump sacase a EEUU del mismo.
Denver ha creado de forma voluntaria un grupo de trabajo para elaborar un documento de buenas prácticas sobre la energía y el uso del agua que se publicará a finales de este año. Mills argumenta que los municipios deben imponer medidas de eficiencia energética.
La ciudad ha puesto límite al número de licencias de producción de cannabis comercial concedidas (actualmente alrededor de 350) y la mayoría se agotaron rápidamente tras la legalización. Pero entonces prácticamente todos los productores se enfrentaron al mismo tipo de retos en el cultivo exitoso de marihuana en grandes cantidades.
Con el fin de calibrar las condiciones para lograr múltiples cosechas al año, los productores tienen que hornear las plantas en luz al tiempo que encienden el aire acondicionado para asegurarse que las habitaciones tengan un buen balance de temperatura. Un deshumidificador se emplea para prevenir el moho, se bombea dióxido de carbono para reforzar el crecimiento y los ventiladores imitan el efecto brisa. Los sistemas de riego suelen ser mangueras conectadas a las plantas. El objetivo es lograr capullos sanos y pesados.
Todo esto requiere mucha energía y los LED, a pesar de ahorrar mucha energía, son considerados por muchos productores como menos eficientes y más caros que las luces HPS.
“Hay muchos vendehumos ahí fuera intentando venderte sus LED”, afirma Kayvan Khalatbari, fundador de una empresa de consultoría de cannabis y candidato a la alcaldía. “Así que estamos obligados a sospechar. Se culpa injustamente a la industria del cannabis por derrochadora. Pero estamos tratando de superar el estigma”, concluye.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti