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ANÁLISIS

¿Puede Occidente forzar el fin de la guerra dejando de comprar gas y petróleo a Rusia?

Imagen de archivo del presidente ruso, Vladimir Putin y el excanciler alemán Gerhard Schroeder, en 2018. EPA/ALEXEI DRUZHININ / SPUTNIK / KREMLIN / POOL

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Los círculos del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, aseguran que Vladímir Putin solo estará dispuesto a aceptar un acuerdo en torno a una posible neutralidad de Ucrania si el presidente ruso percibe una amenaza real sobre las exportaciones de petróleo y gas, su pilar de poder económico. Para ello, sería necesario prescindir, insisten, de forma rápida y permanente, de las exportaciones de petróleo y gas de Rusia en sus lucrativos mercados europeos. El 40% de los ingresos del Gobierno ruso procede de la exportación de petróleo.

Sin embargo, Ucrania se enfrenta a la resistencia de Alemania, que mantiene que su economía entraría en recesión si perdiera repentinamente el acceso al gas y al petróleo rusos.

En una entrevista que refleja la presión a la que está sometida Alemania, el ministro de Economía de los Verdes, Robert Habeck, admitió que en el pasado Europa había hecho falsas promesas a Ucrania, pero dijo que Alemania no podía permitirse “la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo” que implica el embargo energético total.

Habeck afirmó que, en el mejor escenario, Alemania podría prescindir del carbón ruso en otoño y del petróleo a finales de año, pero que no podía fijar una fecha para acabar con la dependencia alemana del gas.

La posición de Alemania, que de momento es inamovible, ha provocado que los aliados de Zelenski hayan pedido a Reino Unido y a Estados Unidos que utilicen el G7 para tratar de persuadir al canciller alemán, Olaf Scholz, para consensuar un calendario para que Occidente ponga fin a la dependencia de la energía rusa como vía para forzar a Rusia a negociar.

Scholz y Emmanuel Macron volvieron a hablar con Putin este fin de semana. El negociador jefe de Zelenski, Mykhailo Podolyak, ha dicho que las conversaciones entre Ucrania y Rusia se producen de forma prácticamente ininterrumpida y han logrado superar una fase en la que solo intercambiaban ultimátums. Sin embargo, los franceses son menos optimistas. Jean-Yves Le Drian, ministro de Asuntos Exteriores francés, ha asegura que las negociaciones están “ante un muro. Lo peor está por llegar. Esta guerra será larga”.

La frustración con la posición alemana es tal que Zelenski está dispuesto a recurrir a uno de los predecesores de Scholz, Gerhard Schröder, para que actúe como mediador con Putin. El excanciller ha aceptado el papel, posiblemente para salvar una imagen dañada en esta crisis por sus vínculos empresariales con Rusia. Al parecer, mantuvo conversaciones con Putin la semana pasada.

Algunos miembros del equipo de Zelenski también están incómodos con el papel de intermediario del primer ministro israelí, Naftali Bennett, y cuestionan la solidez del apoyo de Israel. Zelenski ha insistido en varias ocasiones en que está dispuesto a reunirse con Putin para hablar de nuevas garantías de seguridad para Ucrania a cambio de la futura neutralidad de su país, ya sea como alternativa a la adhesión a la OTAN o como medida provisional antes de entrar en el pacto de defensa.

“Bacanal hostil”

La semana pasada, el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kubela, mantuvo conversaciones, en gran medida inconclusas, con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, en Turquía. Tras la reunión, Kubela declaró que “la verdadera cuestión para Ucrania son las garantías estrictas de seguridad, similares a las que tienen los miembros de la OTAN. Necesitamos estas garantías principalmente de Rusia, ya que es el país que ha cometido un acto de agresión contra nosotros, pero también de otros países, incluido los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. La idea es que tengamos un tratado, un acuerdo en el que los países se obliguen a no cometer agresiones ni ejercer presión económica, ni de ningún otro tipo, sobre nosotros”.

Confirmó que el presidente ucraniano ahora ve con menos interés –o realismo– la posibilidad de que Ucrania se incorpore a la OTAN “porque, a pesar de nuestros esfuerzos, la OTAN no está dispuesta a integrarnos”.

“La reacción de la OTAN ante la agresión ha sido delegar en los Estados miembros e instarlos a que hablen con nosotros de forma bilateral”, dijo. Kubela añadió que, hasta que Ucrania no confirme la solidez y la fiabilidad de las garantías, no está preparada para afirmar que esos compromisos son suficientes como para prescindir de su adhesión a la OTAN. “Todavía no estamos en condiciones de descartar la posibilidad de pertenecer a la OTAN”, dijo.

La idea por la que apuesta Ucrania es un tratado jurídicamente vinculante, firmado por numerosos países, que garantice la seguridad del país, algo que no hizo el Memorando de Budapest rubricado en 1994.

El memorando debía asegurar la independencia de Ucrania a cambio de que el país abandonara su arsenal nuclear. Reino Unido, bajo el liderazgo de John Major, fue uno de los cofirmantes. El acuerdo se convirtió, en efecto, en papel mojado.

Mientras Zelenski insiste en que las conversaciones son serias y ya no son un mero intercambio de ultimátums, los estadounidenses afirman, a partir de la información facilitada por los intermediarios israelíes, franceses y turcos –quienes han hablado con Putin–, que no les consta ninguna voluntad de compromiso por parte del líder ruso. “Es difícil ofrecer un acercamiento cuando la posición del Kremlin sigue siendo que seguirá atacando a Ucrania hasta que se doblegue a las demandas maximalistas”, indican altos funcionarios de Estados Unidos.

La posición pública de Rusia es que sigue exigiendo la “desmilitarización y desnazificación” de Ucrania, en la práctica, un cambio de régimen, así como el reconocimiento ucraniano de Crimea y del Donbás. Desde la Casa Blanca creen que esas exigencias “maximalistas” de Rusia se deben a que el Kremlin considera que está ganando la guerra.

Por esta razón, Estados Unidos y Reino Unido defienden que el pulso económico entre Occidente y Rusia debe continuar. Para ambos países, las sanciones deben intensificarse, hasta que la situación, descrita por el portavoz de Putin como “la bacanal hostil”, se vuelva tan potente que el presidente ruso vea cómo su círculo íntimo lo abandona.

Europa, “víctima débil”

Los aliados de Zelenski creen que Scholz ha recuperado la prudencia en relación a su posición en el conflicto, 15 días después de confirmar el gran “punto de inflexión” de Alemania sobre el gasto en defensa –cuando anunció el envío de armas a Ucrania y la creación de un fondo de 100.000 millones para modernizar sus propias tropas–.

Una delegación ucraniana ha estado en Europa esta semana recordando que la UE, que ya va por su cuarto paquete de sanciones, aún no ha dado el paso decisivo que reclaman: el embargo total de la energía rusa.

Andriy Kobolyev, exresponsable de la empresa energética ucraniana Naftogaz y líder de una campaña internacional en nombre de Zelenski a favor de que Occidente apueste por sanciones energéticas totales, considera que la prudencia alemana es frustrante.

“Hasta que los líderes europeos no entiendan que Putin los ve como víctimas débiles y fáciles en su estrategia geopolítica, seguirá haciendo lo que le venga en gana. Por eso, la única manera de demostrar que Putin se equivoca es poner un embargo energético a gran escala. Europa tiene que apostar por un juego diferente y afirmar 'sabemos que podemos arreglárnoslas sin Rusia'. Tiene que decir 'somos grandes economías y con una estrategia energética diferente podemos arreglárnoslas porque para nosotros es una cuestión de principios'. Tiene que decir 'vamos a poner fin a esta situación ahora mismo y los rusos perderéis nuestro mercado para siempre'. Eso supone una amenaza existencial para Rusia”.

La “vaca sagrada”

Kobolyev ha negociado con Putin y los grandes oligarcas rusos del sector energético, e insiste en que conoce su mentalidad. Cree que el presidente ruso tendrá un enfrentamiento con los empresarios y el servicio de seguridad FSB, si estos creen que Putin ha calculado mal sus posibilidades en esta guerra. No solo la resistencia ucraniana, sino también la voluntad de Occidente de sacrificarse para prescindir de la energía rusa, y así hacer un enorme agujero a largo plazo en el presupuesto ruso.

También pondría en entredicho todas las suposiciones de la élite energética rusa que rodea a Putin, como Igor Sechin, el jefe de Rosneft. Sechin, al igual que Putin, tiene un posicionamiento muy conservador en cuestiones como el cambio climático. Sigue convencido de que el consumo de petróleo aumentará un 10% en 2040 y un 20% en Asia. Kobolyev dice que sería un shock total para Sechin si su mercado más rentable desapareciera de la noche a la mañana: “Habrían matado a su vaca sagrada”.

Hasta ahora, solo Estados Unidos ha dicho que pondrá fin a las importaciones de petróleo, pero dado que los estadounidenses importaron una media de solo 209.000 barriles diarios (bpd) de crudo y 500.000 barriles diarios de otros productos petrolíferos de Rusia en 2021, no supone una pérdida grave para Moscú. Reino Unido ha dicho que se sumará al embargo a finales de año.

Un riesgo para Alemania

Sin embargo, Scholz se opone a la medida. La semana pasada indicó que “en estos momentos, el suministro de energía de Europa para la generación de calor, la movilidad, el suministro de electricidad y la industria no puede asegurarse de ninguna otra manera. Por tanto, es de importancia esencial para la prestación de servicios públicos y la vida cotidiana de nuestros ciudadanos”.

Annalena Baerbock, la ministra de Asuntos Exteriores de los Verdes, se ha pronunciado en el mismo sentido: “Si acabamos en una situación en la que las enfermeras y los profesores no vienen a trabajar, en la que no tenemos electricidad durante varios días, Putin habrá ganado parte de la batalla, porque habrá sumido a otros países en el caos”.

Scholz formó parte de un grupo de dirigentes que insistieron en que se eliminara en una declaración del Consejo de la UE cualquier referencia a la fecha propuesta de 2027 para que la UE dejara de depender del gas ruso.

Su preocupación es comprensible. El petróleo representa el 32% del consumo energético alemán y un tercio de él procede de Rusia.

Al mismo tiempo, el petróleo es fundamental para la maquinaria bélica de Putin. Thane Gustafson, cronista del sector energético ruso, señala en su último libro, 'Klimat', que en 2019, el año anterior a la pandemia de COVID-19, los ingresos procedentes del petróleo –con un valor de 188.000 millones de dólares [171.000 millones de euros]– representaron el 44% del valor de las exportaciones rusas, mientras el gas añade el 12%. Sumados, los hidrocarburos generan el 56% de los ingresos de exportación de Rusia y el 39% del presupuesto federal.

Kobolyev está convencido de que si la UE prohibiera el petróleo ruso, podría disponer de otras fuentes. “Hay un proverbio ruso: un lugar sagrado nunca está vacío durante mucho tiempo”, señala.

Acercarse a Venezuela o Irán

En una partida de ajedrez geopolítico con Rusia, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya está trabajando para encontrar suministros de petróleo alternativos. Por el momento, intenta suplir el déficit recurriendo a las reservas de Estados Unidos, así como al petróleo de Venezuela, el mayor productor mundial, al de Irán y al de Arabia Saudí.

Altos cargos de la Casa Blanca se desplazaron hasta Caracas para mantener las primeras conversaciones de este tipo con el Gobierno de Nicolás Maduro, que ha mostrado su disposición a cooperar con el Ejecutivo de Estados Unidos con la liberación de dos presos políticos en un gesto de buena voluntad. Pero Biden tiene que proceder con cautela, ya que en el Congreso estadounidense el hecho de acercar posiciones con Maduro ha provocado tensiones.

Según Kobolyev, continúan las difíciles conversaciones para que Arabia Saudí aumente su producción. Pero la ejecución por parte del régimen saudí de lo que denominó como 81 “criminales y terroristas” este fin de semana no sugiere que esté desesperado por tener la aprobación de Occidente. Las ejecuciones también hacen que disminuya la posibilidad de una visita a Riad de Boris Johnson, el primer ministro de Reino Unido.

En el caso de Irán, Rusia ha intervenido en el último momento para tratar de bloquear el acuerdo nuclear iraní. El Kremlin teme que este pacto, así como el levantamiento de las sanciones sobre el petróleo de Irán, den lugar a que Teherán pudiera liberar hasta dos millones de barriles de petróleo al día en el mercado mundial.

Recurrir a Venezuela, Irán y a Arabia Saudí, o incluso a los Emiratos Árabes Unidos, para que Occidente no dependa de Putin no deja de ser una ironía, pero hay quien dice que es necesario. Si se dice que París bien vale una misa, parece que el petróleo merece un poco de humildad diplomática.

El compromiso de la UE

La cuestión más compleja es el gas. Como compromiso entre los que están a favor de un veto, como Polonia y los países bálticos, la UE ha elaborado un plan mediante con el fin de reducir su consumo de gas ruso en dos tercios antes de finales de 2022. Paulatinamente, la UE se independizaría de todos los combustibles fósiles rusos para 2027 o “mucho antes de 2030”. 

“Para finales de este año, podemos reemplazar 100.000 millones de metros cúbicos [bcm] de importaciones de gas de Rusia. Eso corresponde a dos tercios de lo que importamos de ellos”, dijo la comisión Europea en un comunicado.

La UE sostiene que puede recibir unos 10.000 millones de metros cúbicos más de gas de proveedores alternativos como Noruega y Azerbaiyán. Sin embargo, la mayor parte de esta sustitución provendría del gas natural licuado (GNL) importado, que los funcionarios estiman que debería alcanzar los 50 bcm de importaciones adicionales para finales de 2022, posiblemente a través de un contrato conjunto y estratégico de la UE, aunque los detalles legales están por resolver. Federico Santi, especialista en gas de la consultora Eurasia Group, señala que “es una cifra enorme, equivalente a cerca del 10% del consumo mundial de gas natural licuado en 2021”.

Aun así, a Kobolyev no le impresiona la falta de ambición ni la ausencia de medidas concretas. Insiste en que la UE debería al menos cortar las ventas de GNL ruso, lo que afecta al proyecto Yamal, vinculado a los silovik (hombres fuertes) del Kremlin.

También ha propuesto que los ingresos de los gasoductos de Gazprom vayan a una cuenta de depósito en garantía al estilo de la de Irán, que solo se liberará cuando Rusia suspenda la invasión de Ucrania. Las sumas podrían deducirse para pagar la reconstrucción del país. Afirma que Rusia no podría cerrar físicamente los grifos de gas de forma inmediata, con lo cual Europa podría utilizar este suministro hasta el próximo invierno.

Presiones internas en Alemania

Kobolyev no es el único con esta opinión, sino que está encontrando un apoyo influyente en Alemania que empieza a incomodar al Gobierno de la “coalición semáforo”. Norbert Rottgen, expresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag, pide que se prohíban las exportaciones por completo, y dice que no está seguro de qué ha pasado con el punto de inflexión de Alemania.

Afirma que los sondeos muestran que los votantes van por delante de sus líderes, dado que están dispuestos a hacer sacrificios económicos para dejar de financiar la maquinaria bélica de Putin.

El 8 de marzo, la Academia Nacional de Ciencias Leopoldina, así como un grupo de nueve economistas internacionales, trazaron un mapa de cómo Alemania podría asumir un embargo de estas características, con el peor escenario de una caída del 3% del PIB, menos del 4% que supuso el impacto de la pandemia sobre el PIB, o probablemente un coste aproximado de 1.200 euros por ciudadano en el país.

Esta cifra ha sido cuestionada, incluso por Habeck, que precisa que es más probable que el impacto sea del 5%. Diversos economistas, grupos de presión e industrias con gran consumo de gas, como la química, defienden su postura en un acalorado debate en el que se mezclan la moral, la política y los modelos económicos.

Scholz se ha movido en esta guerra empujado por la presión en otras ocasiones, en relación a la venta de armas, el Nord Stream 2 y el gasto en defensa. No hay garantías de que no vuelva a hacerlo.

¿Y China?

Pero si se queda fuera de los mercados europeos, ¿Putin, simplemente, se dirigirá a China? Kobolyev dice que no. “La opción de trasladar las ventas de gas a los mercados chinos no es posible”, afirma. “En el caso de China, la construcción de la infraestructura podría llevar entre 10 y 15 años. El gasoducto existente hacia China es pequeño y no está conectado con las zonas que actualmente abastecen a Europa.

“Aunque exportar GNL y petróleo será más fácil, China sabrá que es su último mercado, lo que significa que perderá el 80% de sus ingresos y eso es un golpe devastador”.

“Se trata de algo más que dinero. Por su carácter, a Putin no le gustaría depender exclusivamente de China porque temería que acabara comiéndose a Rusia por completo. Los rusos perciben a China como su hermano menor. Los rusos llevaron el comunismo a China, y depender por completo de ella sería una humillación”. “Así que cuando Putin vuelva a sus amigos –y este es el círculo cercano de la KGB– y les diga 'Mirad, chicos, nos han echado de Europa por completo, pero estoy intentando negociar con China', no les va a gustar. Perder tu mayor y más lucrativo mercado, perder el 80% de tus ingresos y pasar a depender totalmente de China, no parece un movimiento muy inteligente o estratégico. No parece una victoria”.

“Los rusos y Putin siempre han creído que Europa no podrá sobrevivir sin el petróleo ruso”, dice Kobolyev. “Piensa que si gana en Ucrania, el Kremlin será perdonado porque no hay alternativa y Occidente es débil. Así piensa él, así piensa Gazprom y así piensa Rosneft. Así es como ven el mundo. Por eso Putin controla personalmente el comercio de la energía. Es su vaca sagrada”.

Traducción de Emma Reverter

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