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The Guardian en español

ALEMANIA

La remontada de los socialdemócratas alemanes alimenta sus esperanzas de suceder a Merkel

Olaf Scholz, candidato del SPD.

Philip Oltermann

Berlín —

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Un partido antiguo, formado por miembros envejecidos y liderado por un político con el carisma de un empleado de banca de rango medio. Un partido que sufrió un descenso humillante, pasando de ser una institución nacional a un caballo perdedor en las elecciones, como sus compañeros de toda Europa. El obituario del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ya estaba escrito.

Sin embargo, con la campaña electoral en Alemania a punto de entrar en su recta final, el partido de centroizquierda de Olaf Scholz disfruta de un subidón de energía a medida que sus rivales empiezan a quedarse atrás.

Remontada en los sondeos

Las últimas cinco encuestas publicadas la semana pasada muestran que el SPD supera a Los Verdes, quienes, según parecía, estaban en condiciones de luchar por el primer puesto en primavera.

Según un sondeo publicado hace una semana por la encuestadora INSA, el SPD empata con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) –partido de la canciller saliente, Angela Merkel– por primera vez desde la primavera de 2017. Ambas formaciones obtienen un 22% de los votos cada uno.

Bajo el sistema de voto proporcional alemán, Scholz podría convertirse en el próximo canciller aunque su partido quedara en segundo lugar por detrás de la CDU. Su gran ídolo, Helmut Schmidt, lo logró en 1976.

Según las últimas encuestas, el SPD tendría que descartar la posibilidad de formar una coalición conservadora con los demócratacristianos y el Partido Democrático Libre (FDP) y, convencer al FDP, proempresarial y contrario a los impuestos, de que se una a un acuerdo de reparto de poder junto al SPD y Los Verdes.

La fortaleza de Scholz

Si solo apareciera el nombre de Scholz, en lugar del de su partido, en la papeleta electoral el 26 de septiembre, sería el favorito indiscutible. Según un sondeo publicado la semana pasada, el 41% de los encuestados dijo que lo votaría directamente a él como canciller si fuera posible, en comparación con el 16% que optaría por el sucesor de centroderecha designado por Merkel, Armin Laschet, y el 12% que elegiría a la candidata de Los Verdes, Annalena Baerbock.

Las dificultades de los dos antiguos favoritos son el factor principal para explicar el resurgimiento de los socialdemócratas. “La fortaleza actual de Scholz se debe en gran parte a la debilidad de sus rivales”, dice Gero Neugebauer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín.

Los índices de aprobación de Baerbock y Laschet, ninguno de los cuales ha ocupado cargos ministeriales a nivel nacional, han decaído a medida que los votantes tuvieron la oportunidad de escudriñar sus perfiles más de cerca y de imaginárselos en el lugar de Merkel. Ambos parecen propensos a meter la pata.

Scholz, actual ministro de Hacienda, exministro de Trabajo y exalcalde de Hamburgo, tampoco ha brillado mucho en la campaña. Pero el taciturno del norte, antes apodado “Scholzomat” por su cadencia monótona al hablar, tampoco se ha equivocado.

La campaña del SPD

La campaña del SPD transcurre con más calma de la esperada. Scholz, que proviene de la derecha del partido, fue designado candidato a pesar de que el SPD está liderado por dos miembros de su ala izquierda: Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken, contra quienes Scholz perdió en la carrera por el liderazgo del partido hace apenas un año y medio.

Durante la campaña, los dos sectores han hecho de la tregua interna del partido un espectáculo convincente. La semana pasada, en los estudios de cine UFA en Berlín, Scholz compartió escenario con Kevin Kühnert, el exlíder de izquierdas de las juventudes del SPD que en 2018 protagonizó una rebelión para evitar que el partido formara una alianza con la CDU.

Kühnert, que en el pasado apoyaba la colectivización de grandes compañías alemanas como BMW, se mantuvo fiel al guion, mostrándose escéptico ante el referéndum que se llevará a cabo en la capital alemana el mismo día que las elecciones nacionales, en el que se votará sobre la expropiación a los grandes propietarios de viviendas.

A cambio, Scholz ha adoptado una política defendida por la izquierda tradicional como una de las promesas fuertes de su campaña: aumentar el salario mínimo de 9,50 a 12 euros por hora en el primer año de su mandato.

La medida solo afectaría a 1,4 millones de personas y puede que no hable de sus convicciones más profundas.

“Tradicionalmente, el ala centrista a la que pertenece Scholz ha argumentado que hay que redefinir a la justicia social como movilidad social”, dice Anke Hassel, profesora de Políticas Públicas en la Hertie School de Berlín.

“En vez de que el Estado se limitara a proveer una red de seguridad, insistían en que ayudara a la gente a ascender mediante la educación”, dice Hassel. “El discurso del SPD es más conciliador: nos aseguraremos de que aquellos que no puedan ascender no se queden fuera”.

Pero las promesas como el salario mínimo de 12 euros y un nuevo impuesto a la riqueza del 1% también han otorgado a la campaña del centroizquierda la clase de mensajes memorables de los que la CDU ha carecido hasta ahora.

La CDU, el rival más fuerte

Los socialdemócratas dicen que el apoyo a la red de seguridad social en Alemania es popular entre los votantes. El problema es que, durante los últimos 16 años, Angela Merkel se ha llevado el mérito de esas políticas desarrolladas por el SPD.

Para salir vencedor directo o indirecto en las elecciones de septiembre, Scholz deberá convencer a los indecisos de que no solo se preocupa por los excluidos, sino que también entiende las necesidades de la mayor economía de Europa.

“La CDU no entiende nada de economía”, dijo con un volumen poco habitual en él, sobre un escenario en el distrito berlinés de Tempelhof, la semana pasada.

Como alguien que apenas ha desafiado la ortodoxia fiscal alemana durante sus cuatro años de gestión como ministro de Hacienda, puede que Scholz esté más a la altura de esa tarea que su rival: las encuestas sugieren que es el preferido para la cancillería incluso entre los votantes del FDP, liberal en lo social pero conservador en lo fiscal.

“Antes existía el prejuicio entre el electorado alemán de que a los socialdemócratas no se les podía confiar la economía”, dice Neugebauer. “Definitivamente, Scholz ha transformado la reputación del partido, antes considerado derrochador”.

Sin embargo, una encuesta tras otra muestra que la mayoría de los votantes aún confía más en la CDU de Merkel para gestionar la economía y, en consecuencia, garantizar el bienestar financiero de los alemanes.

“En este momento, puede que Scholz parezca un tuerto entre los ciegos”, dice Neugebauer. “Pero, en Alemania, el comportamiento del voto está tradicionalmente menos determinado por las personalidades que por los partidos”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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