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La mitad de las mujeres atendidas por adicciones son víctimas de violencia de género: La Rioja inicia un programa pionero para dar respuestas

Mujer de espaldas, en una imagen de archivo

Ester Fernández García

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Las adicciones y la violencia de género son dos realidades que atraviesan de manera simultánea muchas mujeres y que las convierte en mucho más vulnerables, encerrándolas en un círculo del que es muy difícil salir. Según datos de UNAD, la mayor red de tratamiento de las adicciones, entre el 52 y el 56 por ciento de las mujeres que tratan por problemas de adicciones son además víctimas de violencia de género y el 32 por ciento han sido víctimas de violencia sexual.

Datos además que no es rápido obtener, como advierte el médico experto en adicciones José Luis Rabadán. “Los profesionales lo detectamos de forma implícita y a veces no sale hasta el final de la terapia”, apunta de la dificultad de las mujeres para manifestarlo o incluso para reconocerse como víctimas.

Cuando se da al mismo tiempo este doble problema, una adicción y la violencia de género, la respuesta que se está dando a las mujeres no es la más óptima. “Las víctimas que consumen drogas no tienen cabida en los centros de protección de mujeres y pasan a los centros que tratamos adicciones, pero no tenemos recursos residenciales ni realizamos el tratamiento específico que necesita”, apunta Rabadán, que es vocal de UNAD en La Rioja. El resultado subraya, “un bucle en el que las mujeres se encuentra desprotegida”.

Ante este problema “muy importante” de la sociedad, tal y como destaca Rabadán en varias ocasiones, La Rioja ha iniciado la primera comunidad GPS, Generadoras de Saberes, Participativas y Sociales, para abordar de forma coordinada y colaborativa la violencia de género y las adicciones. “El objetivo es ponernos cara entre todos los profesionales y organizaciones que trabajamos en esto y dar una respuesta efectiva e integral a esa mujer que está sufriendo”. Proyectos similares como este impulsado por UNAD y la Universidad de Salamanca se iniciaron el año pasado con éxito en Murcia y Salamanca y este año lo harán, además de en La Rioja, Galicia, Asturias y Toledo.

“Hay que lograr que esas mujeres se aparten de esos maltratadores en refugios para mujeres seguros y en eso vamos a poner nuestros esfuerzos”. Rabadán es consciente de las limitaciones de tamaño de La Rioja y ve como “utopía” poder contar con pisos específicos para víctimas con problemas con adicciones que sí existen en Madrid, Cataluña o Andalucía. Sin embargo, plantea, por ejemplo, la posibilidad de coordinarlo con otras comunidades autónomas. Aunque la comunidad GPS tiene una duración de un año, “la idea es no cerrarla nunca y que sea un grupo abierto”.

“La solución no es fácil”, sabe este médico con amplia experiencia en adicciones y “los resultados llegarán a largo plazo”, pero se muestra optimista con la puesta en marcha de un proyecto que va a sensibilizar a la sociedad y a los propios profesionales y que asegura es “muy necesario”: “Para darles a estas mujeres sencillamente derechos humanos, el tratamiento y las oportunidades que necesitan realmente”. 

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