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Chueca en femenino: el papel de la mujer en la historia del barrio

Placa del Lyceum Club en la Casa de las Siete Chimeneas | AYUNTAMIENTO DE MADRID

Somos Chueca

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En vísperas del Día Internacional de la Mujer, en Somos Chueca queremos hacer un repaso por las historias de algunas mujeres, históricas y contemporáneas, que han sido importantes en la historia de Chueca y nos han dejado un impagable legado.

Si hay un espacio feminista por excelencia en el barrio esa es la Casa de las Siete Chimeneas. Un espacio que, entre los años 1926 y 1939, se transformó en la sede del Lyceum Club Femenino, una asociación de mujeres a imagen y semejanza del Lyceum fundado en Londres en 1903, que se considera como la primera asociación feminista española.

Por este refugio femenino, que tuvo que luchar con numerosos detractores (que las llamaban despectivamente “licéomanas”), pasaron “Las sin sombrero”, una generación de mujeres intelectuales, políticas, artistas, filósofas… dispuestas a que se reconocieran sus derechos civiles y a tener su lugar en la sociedad.

Lyceum Club, la primera asociación feminista de España

El Lyceum Club, del que podían formar parte tanto mujeres solteras como casadas de cualquier clase social, tuvo como presidenta a María de Maeztu, que dirigía también la Residencia de Señoritas. En su primera junta incluía a dos vicepresidentas: la escritora y diplomática Isabel Oyarzabal y la abogada Victoria Kent. Su secretaria era la traductora Zenobia de Camprubí.

En el Lyceum se estrenaron muchas obras de teatro y se inspiraron escritoras como Ernestina de Champourcín (vecina del número 23 de la calle Barquillo); Concha Méndez o Elena Fortún. Allí también surgieron diferentes campañas contra la violencia de género y la independencia de la mujer sometida a la voluntad y mandato de su marido.

Asimismo, fue el espacio donde se debatió sobre un tema tan importante como el sufragio femenino, que Clara Campoamor llevó a las Cortes en 1931, que aprobaron el derecho a voto de la mujer.

Mientras unas socias como Kent, Campoamor o Oyarzabal consideraban necesario la doble militancia del club, feminista y política, otras como Carmen Baroja, Zenobia Camprubí o Elena Fortún eran partidarias de desmarcarse de la orientación ideológica y continuar la lucha por los derechos femeninos.

Esto dio lugar a la “Asociación Femenina de Educación Cívica”, posteriormente conocida como “La Cívica”, un espacio alejado del elitismo de las elegantes señoras de la sociedad madrileña, que comenzó a funcionar en 1932, y de la que formaron parte la escritora María Lejárraga, la primera arquitecta española Matilde Ucelay o la compositora María Rodrigo.

Tras la Guerra Civil, el Lyceum Club femenino se transformó en el “Club Medina”, bajo la tutela de la Sección Femenina, mientras que “La Cívica” desapareció.

María Guerrero, impulsora del teatro español

Otra mujer que dejó una importante huella en Chueca es María Guerrero. Actriz y empresaria teatral, vivió en la Calle de Tamayo y Baus, 4, donde hoy encontramos el Teatro María Guerrero, antiguo Teatro de la Princesa.

Con formación en arte dramático, se estrenó en las tablas con Sin familia, de Miguel Echegaray, en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1885. Una brillante carrera como actriz que, en 1894 dio un nuevo giro con la decisión de formar abandonar la compañía de Emilio Mario para crear la suya propia.

Casada en 1896 con el actor Fernando Díaz de Mendoza, no se conformó con interpretar y liderar su propia compañía teatral, de la que formaron parte actrices y actores de la talla de María Fernanda Ladrón de Guevara, Catalina Bárcena, María Cancio, Elena Salvador o Josefina Blanco.

En 1909 adquirió el entonces el Teatro de la Princesa y en 1918 fijó allí su residencia, donde vivió hasta sus últimos días. Sus primeros estrenos como empresaria teatral fueron El vergonzoso en palacio, de Tirso de Molina, y María Rosa, de Ángel Guimerà.

En 1931, el Ayuntamiento de Madrid decidió cambiar el nombre del Teatro de la Princesa por el de Teatro María Guerrero en su memoria y hoy es la sede del Centro Dramático Nacional.

Visibilizando la realidad de las lesbianas

Tampoco podemos olvidar en este repaso por el mundo femenino a las pioneras que visibilizaron desde Chueca la realidad de las lesbianas. Mujeres emprendedoras que sirvieron de apoyo a muchas otras, que encontraron en ellas y sus negocios un espacio donde ser escuchadas y no juzgadas.

Una de las más visibles y la primera en apostar por Chueca para abrir su propio negocio de día para el público LGTB es Mili, de la librería Berkana, que recientemente recordaba en el programa “¿Dónde estabas entonces...?” cómo fueron esos comienzos.

Según el testimonio de Mili, “Chueca era un barrio muy degradado, sobre todo por la droga. La plaza era el mercado de la droga. Nadie quería montar un negocio y en la estación de Metro no se bajaba nadie porque les atracaban”.

En ese entorno oscuro de la Plaza de Chueca, en el año 1993, abrió sus puertas la librería Berkana. El primer local LGTB de día, a pie de calle y con escaparate del barrio, que en poco tiempo, se convirtió en lugar de peregrinaje del colectivo.

Eso sí, reconoce que muchos de sus clientes y clientas se pensaban varias veces el traspasar el umbral de la librería porque eso suponía asumir su homosexualidad o lesbianismo.

La gente quería historias felices, no finales trágicos de suicidios y tramas que siempre acaban mal. Por eso, Mili decidió apostar por dar otro paso más y lanzarse a crear su propia editorial, Egales, para poder editar libros a la medida de lo que demandaban realmente los lectores.

Todo ello en una sociedad para quien la realidad LGTB era algo aún desconocido y que se escandalizaba con dos hombres dados la mano. “Sabíamos que si no éramos visibles, no tomábamos las calles y no explicábamos a la sociedad quiénes éramos los gays, las lesbianas y los transexuales, no íbamos a conseguir nada”, reconoce Mili.

Las primeras manifestaciones del Orgullo LGTB eran muy diferentes de las de hoy en día. La gente tenía miedo de ser reconocida. Por eso, explica Mili, el grupo de lesbianas de COGAM llevaban gafas de sol, gorras y pancartas de mano que les permitieran taparse la cara si les enfocaba una cámara.

Una visibilización progresiva del colectivo que hoy en día ha convertido al Orgullo LGTB de Madrid en uno de los más conocidos en todo el mundo y en el que, lejos de esconderse, todo el mundo ha perdido el miedo a mostrarse tal y como es.

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