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Muere Ricardo Cantalapriedra, el trovador que cantaba con Julio Iglesias

Ricardo Cantalapiedra

Somos Malasaña

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Dicen los que le conocían que lo difícil en Malasaña era no encontrarse con Ricardo Cantalapiedra (León, 1944 - Madrid, 2017). Se lo cruzaban en sus bares, sus cafés o sus calles, que recorría a veces con una guitarra y otras con su libreta de periodista. Ricardo llegó a Madrid en los sesenta de tierras leonesas. Aquí se enamoró de la ciudad y, más tarde, del barrio que por aquel entonces se conocía como de Maravillas. y ya no lo dejó hasta hace muy poco.

En la capital, Cantalapiedra se ganó al principio muchas amistades en los entornos de la iglesia, y también en el ámbito de la canción protesta. En una parroquia de Aluche coincidía a menudo con Julio Iglesias, de quien era amigo -antes de que le llegara la fama- y con quien tocaba a dúo en algunas ocasiones. La oportunidad de grabar su primer disco, de salmos y canciones espirituales (fruto de su pasado seminarista), le llegó a principios de los setenta, con cierto éxito. Pero la vena reivindicativa le acabó saliendo y algunos de sus trabajos posteriores fueron mutilados por la censura. “Al mismo tiempo que se prohibían sus discos, en muchos internados religiosos obligaban a los alumnos a aprender de memoria sus canciones de iglesia”, narraba con sorna hace 20 años un texto sobre su carrera que hoy serviría como perfecto obituario.

Ricardo, que era simpatizante del Partido Comunista, empezó a frecuentar Malasaña pronto, cuando apuntaba ya el ambiente nocturno en el barrio. Y aquí se quedó, mientras cambiaba de profesión a periodista y escribía desde sus bares y cafeterías. Trabajó redactando críticas y noticias para El País, aunque también hizo televisión con el Gran Wyoming, en un programa llamado La noche se mueve, fue reportero -nocturno- de Telemadrid, hizo radio y hasta hace poco publicaba textos en Jotdown. A la vez, se inventó un personaje llamado Rocky Bolero que cantaba temas con el estilo musical que le apellidaba.

Cantalapiedra, además de codearse con Julio Iglesias y con muchos otros famosos, era un experto en Malasaña. Se conocía sus esquinas como la palma de su mano, y cerraba sus bares. Era su barrio adoptivo y durante los últimos años de su vida se instaló en la calle Fuencarral. Hasta que los achaques de salud le postraron en una residencia. En su haber, además de las canciones y textos de todo tipo, nosotros recordamos hoy -por su valor de cronista- un retrato nocturno de la calle Velarde, que fue publicado en 1986 por El País y que sirve para recordar que la juerga nocturna del barrio tiene hondas raíces en el tiempo:

La calle de Velarde es muy corta, muy estrecha. En tan sólo 100 escasos metros de longitud cuenta con 12 bares de muy diversa condición, desde El Puerto, marisquería de barrio y bar de cañas, hasta la mítica Vía Láctea, pasando por Nueva Visión, Baroja, El Mago, Champanat, El Valle o El Dos de Mayo.

Mezcladas con los bares, una cestería, una tienda de compraventa de antigüedades, una librería esotérica, una peluquería, una tienda de regalos y una mantequería, La Ciudad de León, que ya tiene más de 100 años de existencia. Este establecimiento, afectado por la crisis del pequefío comercio ante la competencia de los supermercados, se ha acogido a la libertad de horario comercial y en él se expenden litronas los fines de semana hasta bien entrada la madrugada.

Al parecer, las litronas son las presuntas provocadoras de los incidentes que acaecen en la calle de Velarde: gamberradas, insultos a los viandantes y a los automovilistas, agresiones a vehículos y personas, bullicio y despropósitos. Desde el bar El Puerto, un viejo parroquiano comenta con total convencimiento: “Lo que les pasa es que no saben mearla”.

Recordando a Ricardo Cantalapiedra:

Recordando a Ricardo Cantalapiedra:

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