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Los sueños olímpicos producen pelotazos: historia de las cinco torres en los terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid

Vista de la nueva torre Caleido

Luis de la Cruz

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Madrid ha presentado candidatura olímpica en cuatro ocasiones. La primera de ellas en 1972 y luego en la carrera de fondo de los dosmiles (2012, 2016 y 2020). Una historia de calabazas que, sin embargo, han dejado una huella indeleble en la ciudad (no siempre provechosa). Una candidatura no es inocente: pone en juego mucho dinero y rompe diques legales.

Tras unos pocos años de barbecho, nuestra ciudad parece dispuesta a afrontar de nuevo el reto olímpico. No haber tenido éxito en el intento de 2020 se ha revelado un alivio tras la llegada de la pandemia, pero nuestros actuales rectores han sacado de nuevo el olimpismo a relucir. Aunque el timing ha sido malo (generando un nuevo rifirafe entre los dos socios de gobierno), Begoña Villacís (vicealcaldesa) y José Luis Martínez Almeida (alcalde) han coincido en declarar que Madrid podría presentar una nueva candidatura. La primera oportunidad sería, según el calendario del COI, el año 2036.

Las grandes operaciones del olimpismo madrileño se han dilatado en el tiempo y a veces olvidamos los pormenores de su recorrido. Hoy haremos memoria sobre cómo una de las zonas financieras más importantes de la ciudad, Cuatro Torres Business Area, se levantó sobre un suelo dotacional deportivo y la promesa de convertir Madrid en sede olímpica.

Los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid habían sido adquiridos por el club en 1960 por 11 millones de pesetas, después de que estos hubieran sido expropiados cinco años antes por 93.000 pesetas a sus dueños para la construcción de instalaciones deportivas. La justificación fue, literalmente, por ser “una entidad tan representativa de la Capital de España”, y por la “finalidad social del peticionario”.

La expropiación de las catorce hectáreas de la Ciudad Deportiva, estratégicamente situadas en un polo de expansión del Madrid financiero, fueron un caramelo goloso al que ningún presidente de la entidad blanca consiguió quitar el envoltorio. Ya durante el franquismo se intentó, como luego Ramón Mendoza en tiempos de Juan Barranco o Lorenzo Sanz con Álvarez del Manzano.

Y en esto llegó el sueño olímpico. Con la mirada fijada en las olimpiadas de 2012, Madrid empezó a ponerse guapa para ser elegible. En 1995 –tiempos de Lorenzo Sanz– Ayuntamiento y Real Madrid empiezan a reunirse para ver la posibilidad de que aquellos terrenos sirvieran de futura ubicación olímpica (para unos) y de aprovechamiento económico (para los otros).

El primer bocado a la Ciudad Deportiva llega en 1996, 3 de las 14 hectáreas del recinto son compradas por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento para futuros usos dotacionales. El Real Madrid estaba por entonces llevando a cabo una batalla jurídica para intentar levantar allí una gran sucursal de La Esquina del Bernabéu. La expropiación costó 4.500 millones de pesetas, que el diario ABC llegó a llamar “las tres hectáreas de uso deportivo más caras de la historia”. La situación se rubrica en el Plan General de 1997, en el que el grueso de la Ciudad Deportiva sigue apareciendo como Dotacional Deportivo Privado y esta otra parcela como Dotacional Público.

Cuando en septiembre de 2000 José María Álvarez del Manzano presenta ante la prensa las instalaciones que deberá construir la ciudad para su candidatura olímpica, menciona la Ciudad Deportiva como espacio donde construir el pabellón olímpico, pese que para entonces ya existían informes que aconsejaban otras ubicaciones.

Este mismo año, la situación financiera del Real Madrid es delicada (es advertido por la UEFA, que comunica al club que su participación en competiciones europeas peligra). Es entonces cuando el candidato Florentino Pérez se presenta con la promesa de la ansiada recalificación de los terrenos y el fichaje de Luis Figo. Efectivamente, en mayo de 2001 se firma el convenio de recalificación, pese a que el Plan General de Ordenación Urbana decía explícitamente que el aprovechamiento de la zona estaba agotado. El pabellón olímpico es el pasaporte para forzar los usos del suelo y la legalidad, hacer y deshacer.

Ya tenemos en escena la idea de cuatro torres (aunque al principio la prensa llegó a hablar de tres) rodeando el pabellón olímpico que nuestra ciudad necesitaba imperiosamente. Todos conocemos lo que vino después: Cuatro Torres Business Area y ningún pabellón. Como era de prever, los antiguos propietarios de los terrenos de la vieja Ciudad Deportiva denunciaron que el sentido del proyecto era contrario a los objetivos con los que se les habían expropiado años atrás, pero esto solo abrió un pequeño frente que no puso en peligro la operación.

Los tejemanejes políticos para que el cambio legal fuera posible están contados en Florentino Pérez. Retrato en blanco y negro de un conseguidor, del periodista Juan Carlos Escudier y merecerían un artículo aparte. Solo el PSOE se opondría finalmente a la operación, mientras que IU cambió de opinión (Inés Sabanés pasó de decir que era una barbaridad y que el Ayuntamiento estaba utilizando el tema olímpico para aprobar una operación especulativa a votar afirmativamente).

En 2001, el alcalde anunció que convocaría un concurso internacional de ideas con los mejores arquitectos del mundo para rediseñar el ámbito a medida del Madrid olímpico: habría un pabellón para alta competición, rodeado de zonas verdes de uso público y una parcela que se recalificaría para oficinas, que se iba a pagar la operación. Un 80 por ciento se convertiría en suelo público destinado a zonas verdes o instalaciones deportivas, según se decía entones.

A la altura de 2003, cuando se presenta oficialmente la aspiración de la capital a los Juegos Olímpicos de 2012 en detrimento de Sevilla, la idea de construir el pabellón olímpico en la Ciudad Deportiva (ya se manejaba el nombre de Madrid Arena) se había abandonado por razones técnicas. Estaba por decidir el futuro del suelo, dijo el alcalde de Madrid, “respetando la calificación de suelo dotacional y sin aumentar la edificabilidad de la zona”. El resultado final de la candidatura olímpica es sabido…Madrid no fue la ciudad elegida, como tampoco lo será en las candidaturas de 2016 y 2020.

Es entonces cuando aparece en escena el proyecto de Palacio de Congresos de la Castellana junto a las cuatro torres. En 2006 se aprobó, con la oposición de PSOE e IU, una modificación del Plan General que daba vía libre a un proyecto sin carácter deportivo. El nuevo centro de convenciones sería casi tan grande como los otros dos con los que entonces contaba la ciudad de Madrid juntos, el de IFEMA y el que está frente al Bernabéu.

Pese a que el Centro de Convenciones tuvo un flamante proyecto, que dibujaba un círculo de 120 metros de altura para romper con la tónica lineal y fálica de los vecinos rascacielos, se convertirá en un enorme agujero de 70.000 metros cuadrados, en el que solo se podían ver los cimientos de una gran obra faraónica que nunca fue (aunque se gastaron 270 millones en ella).

El abandono del proyecto desembocó en una nueva modificación de la norma urbana para cambiar los posibles usos de la parcela en tiempos de Ana Botella. En 2015 se calificó como equipamiento singular, previendo su explotación privada. La idea que se explicó entones a la ciudadanía era que allí se podría construir un centro cultural, un polideportivo, un centro educativo, un hospital, una iglesia, una residencia de ancianos…reservando una parte para uso comercial o de ocio que haría viable su explotación. Una parcela aledaña de 33.647 metros cuadrados mantenía también su uso como zona verde (el recién inaugurado Parque Caleido).

Este es el inicio de Caleido –la Quinta torre– una concesión al grupo de Villar Mir heredada por el gobierno municipal de Manuela Carmena (la adjudicación se produjo solo dos meses antes de dejar el cargo), que tampoco se opuso a la operación. El uso educativo de la torre está servido por la presencia la universidad privada de élite del Instituto de Empresa y el PSOE denunció en 2017 que el canon de 300 millones de euros a pagar a lo largo de los 75 años de concesión eran irrisorios. La carrera olímpica, que podría empezar su largo camino de nuevo, echa raíces profundas en el sector del ladrillo. La historia del la antigua Ciudad Deportiva dan fe de ello.

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