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“Nos educaron para ser machotes y ahora debemos revisar nuestro rol”

Alexis Ravelo

José Miguel Vilar-Bou

Dramaturgo, autor de libros de relatos y de literatura infantil y juvenil, Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) se ha atraído la popularidad con sus novelas negras. A este género pertenece “La ceguera del cangrejo” (Siruela), su último libro, que relata el viaje del sargento Ángel Fuentes a Lanzarote empujado por el recuerdo de Olga, su pareja, fallecida en la isla en un supuesto accidente. Pronto el viaje sentimental cobrará otros tintes. Aprovechamos la presencia de Alexis Ravelo en Cartagena Negra para hacerle algunas preguntas.

¿Te fue difícil meterte en la piel de Ángel Fuentes, militar en activo, un tipo duro?

Muy difícil porque yo no soy nada duro y carezco de toda experiencia castrense. De hecho no hice la mili, fui insumiso. Así que para crear a Ángel tuve que recurrir a la ayuda de amigos militares. Me costó menos identificarme con él en lo generacional: Compartimos esa educación que recibimos los hombres de mi edad, hombres de barrio popular educados para ser machotes. Ahora estamos revisando nuestro propio rol, necesariamente. Y eso mismo le sucede a Ángel: Se ve obligado a explorar su masculinidad tóxica, como la llamamos ahora.

Él siente por Olga un amor casi reverencial.

Siente que ha perdido la oportunidad de mejorar como persona con ella, así que lo intenta del único modo que puede ya: a través del recuerdo. Al morir Olga, se da cuenta del tiempo que desperdició con los celos, ser posesivo, el miedo a perder la que creía su propiedad. Comprende que lo único que importaba era que se querían.

El paisaje de Lanzarote es un personaje más del libro.

Escribí sobre Lanzarote como un viajero. Por suerte, gocé de una residencia de escritura, lo que me permitió pasar allí todo el tiempo que necesité. Una de las cosas que más me costó fue dejarme invadir por el paisaje, por el silencio de Lanzarote. Pero pronto me ganó. Aprendí a sentirlo. Igual les pasó a Agustín Espinosa, a Saramago… A todo el que ha escrito sobre la isla.

Construyes un ambiente donde todos se conocen entre todos.

Es que después del paisaje está el paisanaje, y ahí te encuentras lo que en cualquier otra ciudad de provincias: Esas relaciones que son tan cercanas que aumentan lo bueno, pero también lo malo: Por ejemplo, luchar contra la corrupción en Lanzarote siempre ha sido muy difícil, como en cualquier sitio pequeño, porque las relaciones clientelares son muy estrechas. Y añádele que es una isla. De hecho, cuando se han organizado grandes operaciones policiales allí, se han tenido que articular con mucho sigilo y desde fuera.

Es otra de las vertientes de la novela: la corrupción.

Es que una novela no sale de una buena idea, sino de muchas malas ideas que se van mezclando, y uno de los asuntos que quería tratar era la íntima vinculación entre la corrupción política y el desarrollismo, que en España van de la mano casi siempre desde antes de la Transición.

Ahí entra la figura de César Manrique, muy presente en el libro. A cien años de su nacimiento, ¿qué podemos aprender de su manera de entender el turismo?

Su figura era esencial en la novela para tratar la corrupción, porque en sus últimos años se enfrentó a ella a cara de perro. Él, ya en los sesenta, concibió una explotación turística acorde con el paisaje de Lanzarote, completamente sostenible. Esa idea del turismo sostenible que en otras partes de España se está proponiendo ahora, en Lanzarote se mantuvo desde hace décadas gracias a los centros de turismo, arte y cultura de Manrique. Él sabía que venía una ola depredadora por todo el litoral español, y que llegaría a Canarias. Pero antes de que sucediese, con su equipo, se adelantó a su tiempo con un proyecto que, pese a haber sido muy agredido por las hordas posteriores, ha sobrevivido y el turista que va a la isla hoy no sólo busca sol y playa.

En alguna ocasión has dicho que el autor de novela negra escribe sobre los momentos en que Dios está ausente.

La novela negra trata de eso. Hablamos de personas solas en un mundo del que Dios se ha ausentado, lo cual convierte toda novela negra en una novela existencialista, porque en ella cada personaje obra según su propia ética, debe labrarse su propia moral. Me gusta diferenciar entre la novela enigma tradicional, esa que consiste en el juego intelectual de quién es el asesino, y la novela negra, donde lo importante es por qué el asesino hizo lo que hizo. La novela negra se preocupa por la violencia, tanto física como económica, sus causas y consecuencias. Respeto, por supuesto, lo demás, porque a veces apetece un divertimento, una evasión. Pero los que hacemos novela negra no hacemos libros de evasión, sino de invasión: El lector lo pasa bien, pero queda un sustrato de incomodidad y crítica.

Te defines como un escritor artesanal.

Es que no sé si soy un artista. Eso lo dirá el tiempo. Por ahora mi oficio consiste en encontrar temas de calidad y tratarlos de la mejor manera. No sé hacer otra cosa. No sé si mi obra trascenderá, si el día de mañana estará vigente. Tampoco me importa demasiado. Mi propósito es hacer bien mi oficio.

Además de novela negra, has escrito teatro, literatura infantil y juvenil, cuentos… ¿Dónde te encuentras más a gusto?

Lo que me gusta es explorar, no quedarme siempre en el mismo esquema. Incluso cuando hago novela negra me gusta probar cosas distintas, salir de mi zona de confort. Me encuentro igual de cómodo, o de incómodo, en todos los géneros. Aunque, cuando se trata de novela negra, conozco bien el oficio.

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