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Espacios culturales autogestionados en Murcia afrontan la desescalada: “Este verano es la prueba de fuego”

La Cítrica/ Aíta Salinas

José Antonio Fuentes

Murcia —

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Las ciudades esconden mapas, en palabras de Juan Mayorga, “mapas que luchan contra el olvido”, y esperan ser trazados. Hoy dibujamos uno de la ciudad de Murcia, una cartografía de espacios autogestionados vinculados a las artes escénicas. Un corredor de iniciativas culturales -no institucionales- que, durante buena parte del siglo XXI, han vertebrado la vida cultural en la Región, al menos, de la cultura de base asociada a las artes y humanidades en contacto con creadores locales, la llamada cultura ‘off’ o ‘alternativa’.

Muchos espacios se han quedado por el camino: La Fragua, Decorrido, La Azotea, Utopía o La Postiza. Otros han surgido -como la Luz de la Verbena-, se han reinventado -el caso de El Quirófano-, o se esfuerzan por no desaparecer del mapa del presente como la cafetería Itaca o La Nena Espacio Artístico. Este reportaje recoge el testimonio de cuatro espacios culturales y las personas que lo hacen posible: Los Pájaros Ateneo Huertano, La Madriguera, La Chimenea Escénica y La Cítrica. Después de dos meses cerrados, en plena fase 1 de la desescalada, nos adentramos en la 'ruta del bakalao' cultural murciano para escudriñar cómo afrontan la reapertura.

Los Pájaros: “Oasis sociocultural y gastronómico”

Hace diez años que Los Pájaros Ateneo Huertano abrió sus puertas en el corazón de la Arboleja, rodeado de limoneros. Un espacio fundado por Nicolás Torrano y Conchi Meseguer abierto a la economía social y solidaria, la cultura, la artesanía y la agroecología como signos de identidad y una oferta gastronómica con productos procedentes de la agricultura ecológica. Una apuesta por “un mundo donde las personas y el cuidado del planeta está en el centro”, asegura Torrano, actual gerente.

Los Pájaros no es bar, al menos, no solo. En sus instalaciones se han presentado incontables espectáculos teatrales, conciertos, recitales de poesía, libros, ciclos de cine, talleres y un largo etcétera de actividades. Vinculado desde muy joven a movimientos sociales y culturales, Torrano, fundó en 1989, junto a Mariso García entre otros, el grupo Skándalo Teatro. Hablamos de un tiempo donde el servicio militar era obligatorio y la insumisión castigada con cárcel e inhabilitación de la función pública. Torrano pasó dos años, cuatro meses y un día en la cárcel de Sangonera por sus convicciones pacifistas y antimilitaristas.

La huerta de Murcia es para Torrano un ecosistema socioeconómico a proteger. Frente a la cultura del evento, Los Pájaros ofrecen un espacio de socialización que “promueve lo intercultural, el comercio justo, el espíritu crítico y la interacción en la relaciones humanas” y, en este nuevo tiempo, continua Torrano, “necesita nuevas forma de participación de los socios. Nos gustaría ser un oasis sociocultural y gastronómico al alcance de todo el que apueste por estos valores”.

Superado el shock inicial, adelantan la temporada de verano, retoman la programación cancelada y amplían horario. Ya se puede disfrutar -de miércoles a domingo- de cualquiera de sus platos y tapas en su magnífica terraza acompañados de un buen surtido de actividades culturales.

La Madriguera: La resistencia

Del corazón de la huerta en la Arboleja a las afueras de Beniaján, en concreto, a una nave industrial convertida, hace ocho años, en madriguera de “animales en peligro de extinción” -lema de la compañía residente, Zoo Cabaret-.

La Madriguera nació en 2012 “por la necesidad de mostrar nuestro trabajo escénico y el de otros compañeros”, asegura Pilar Sola, socia gestora del espacio junto a Elena Serrano y Antonio Navarro. Los circuitos de artes escénicas profesionales estaban cerrados a nuevas propuestas, comenta Sola, “ofrecían un tipo de teatro muy concreto y comercial. Muchos artistas en Murcia nos quedamos sin espacios donde mostrar nuestras creaciones”.

Actriz, gestora cultural y directora de la compañía teatral Zoo Cabaret, a Pilar Sola, la pandemia le ha pillado cubriendo una baja en el negociado de cultura del ayuntamiento de Murcia, “gracias a eso entra un sueldo en casa”, comenta. Su marido, Antonio Navarro -también artista- está en paro y no recibe ayuda institucional alguna.

La Madriguera ha sido sede del Festival de Agitación Escénica Decorrido, de Titeremurcia, de la muestra de teatro Edmound Chacour y del concurso de cante Murcia Flamenca. Colaboran con asociaciones como PAREM o Traperos de Emaús. Realizan talleres, conciertos, cesiones de local para ensayos de otras compañías y presentaciones de espectáculos teatrales como los populares y esperados shows de Zoo Cabaret. Hasta ahora les ha ido bien, reconoce Sola, porque no hay pretensión económica en la gestión del espacio. “Algunos meses, Elena, Antonio y yo ponemos el dinero que falta para cubrir gastos”, asegura. “Ahora, nuestra economía como artistas se está resintiendo mucho, no sé si vamos a poder tirar del carro de la Madriguera”.

Más allá de las drásticas consecuencias de la actual crisis sanitaria y económica, el contexto político y social nunca ha propiciado la conservación de este tipo de espacios: ni la administración pública, ni muchos usuarios acaban de comprender la importancia del apoyo económico para la supervivencia del asociacionismo cultural autogestionado. “Ahora más que nunca es necesario el mecenazgo, que la gente nos apoye. No solamente con su cariño y amistad, sino haciendo pequeñas aportaciones”, apuntala Sola. Espacios como La Madriguera no tienen acceso a Circuitos Profesionales de Artes Escénicas o a los programas de rescate creados para paliar el efecto de la COVID-19 en la cultura. “Somos espacios autogestionados, con todo en regla, pero muy precarios. Es una situación compleja”, afirma Sola.

Tienen previsto retomar la actividad en septiembre. Antes, ofrecerán el local -a puerta cerrada- a compañías y artistas para la realización de ensayos o grabaciones. La magia de la Madriguera tiene muchos matices. Uno de ellos es la catarsis colectiva al final de cada edición de Zoo Cabaret, donde artistas y un público intergeneracional y plural cantan, mucho antes de que llegara la pandemia, ‘Resistiré’.

La Chimenea Escénica: Escuela de circo

De una nave a otra, esta vez en un polígono industrial de El Puntal. La Chimenea Escénica acaba de celebrar su octavo aniversario con un cabaret online. Trapecistas, malabaristas, clown, acróbatas y bailarinas ofrecieron un show grabado ex profeso por redes sociales. Al finalizar, como es costumbre en el espacio, se paso la gorra -esta vez por transferencia bancaria-. Recaudaron 1.090 euros destinados a sufragar parte del gasto del alquiler de un mes de sus instalaciones.

La respuesta de socios y colaboradores ha sorprendido positivamente al equipo gestor. Además ,“algunos profesores y alumnos han decidido seguir pagando sus cuotas, pese a estar el espacio cerrado”, asegura Guimelh Martín, socio gestor de la Chimenea, acróbata y miembro de la compañía circense Uparte. El beneficio de las actividades se emplea en pagar el alquiler y “con suerte alguna inversión”. En verano hay menos actividad y caen los ingresos y “este año parece que nos espera un verano de 4 o 5 meses”, comenta Martín.

La Chimenea Escénica es, en esencia, una escuela de circo. Niños, adultos y profesionales se forman y entrenan en sus instalaciones. Se imparten clases regulares, seminarios y cursos intensivos de diferentes disciplinas vinculadas al mundo circense y las artes escénicas. Algunas de ellas, ahora, online.

A la incertidumbre económica se suma las dudas respecto a qué se puede hacer en las fases de la desescalada. Martín se pregunta si, en el ecuador de la fase 1, pueden reunirse los socios en la nave al igual que diez amigos en una casa o terraza. “Los acróbatas necesitamos meses de preparación para los espectáculos, ¿podemos entrenar al igual que los deportistas profesionales?”, se pregunta Martín. Releen el BOE y hablan con el asesor pero “siempre tenemos dudas”, concluye.

La Chimenea Escénica, al igual que La Madriguera y Los Pájaros, nació y creció en el momento álgido de la crisis originada en 2008. Nunca han recibido ayuda de la administración pública y han pasado momentos complicados, afirma Martín, “todo esto nos ha hecho crecer como una mala hierba que necesita poco riego y, tarde o temprano, volveremos a florecer”.

La Cítrica: referente para el movimiento feminista

Tan solo hace seis meses que La Cítrica abrió sus puertas. Ubicada en una nave industrial en Puente Tocinos, Marina Rubiales, bailarina profesional y gestora cultural, está al frente de este nuevo espacio cultural dedicado a la creación, entrenamiento y muestra de diferentes disciplinas de artes escénicas.

Reconoce que el confinamiento con sus más y menos, le ha sentado bien. La cabeza de Marina es un hervidero de ideas, proyectos e ilusiones. Consciente de la gravedad del momento, la incertidumbre y el miedo no la paralizan, todo lo contrario. “Vamos a abrir y celebrar las noches de verano con los artistas que cancelaron sus actuaciones. Nuestro aforo se queda muy bien con un tercio de la sala. En septiembre celebraremos las fiestas de Murcia como algo simbólico, ya que se anularon las de Primavera”, asegura Rubiales.

Marina estudió en el Conservatorio Profesional de Danza y tiene 35 años. Ha trabajado con Sol Picó -Premio Nacional de Danza en 2016- como asistente de producción hasta que fundó su propia productora, La Mandarina. Ha bailado con compañías teatrales, impartido formación y, ahora mismo, está a punto de concluir los estudios de regidora de sala.“Me encantaría tener la oportunidad de instalar la regiduría en los teatros, por pequeños que sean”, afirma Rubiales.

Entre los objetivos de La Cítrica se encuentra convertir la sala en un referente del movimiento feminista, en espacio abierto a artistas emergentes y la formación en artes escénicas, así como mostrar la gastronomía de creadores locales. Además, el proyecto se impulsará por los cercanos “barrios de Vistabella y Puente Tocinos y se realizarán sesiones de danza para personas mayores”, sostiene Rubiales.

Como a todos, la dramática situación sanitaria y económica actual provocada por el coronavirus le hace temer por el proyecto. “Este verano es la prueba de fuego y voy a intentarlo hasta Navidad. Voy a dejarme la piel de la mandarina que soy”, concluye Marina Rubiales.

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