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‘Home’, de Sophie Thirion, brilla en el Cuartel de Artillería: “Quiero ser galaxia”

'Home' de Sophie Thirion

José Antonio Fuentes

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En 2003, `Dogville´, de Lars Von Trier, fue un shock. Sin apenas decorado ni atrezo el drama cinematográfico transcurre en un poblado cuyas casas están delimitadas por líneas blancas dibujadas en el suelo. En teatro estamos acostumbrados al juego con lo presente y ausente, a tirar de imaginación. El pasado sábado 12 de diciembre, al acceder a la segunda planta del Pabellón 2 del Cuartel de Artillería, me encuentro sentado en el suelo encima de una etiqueta donde se lee, “vestidor”. Rodeado de cuatro paredes de papel observo a otros espectadores en sus marcas; terraza, salón, cocina. La casa promete.

Sophie Thirion -Bruselas, 1978-, es creadora y directora de ‘Home’, proyecto de la Lírica Física -un laboratorio de creación y encuentro de artistas entorno a la danza y la performance iniciado en 2014-. Durante años, Thirion, en colaboración con Aye Cultura Social, ha realizado numerosos talleres formativos en la ciudad de Murcia. Algunos de los artistas que han formado parte del laboratorio estaban el pasado sábado habitando ‘Home’: Susan Ríos, Gabriel Almagro, Nora Pellicer, María Heredia, Andrea Martínez y la propia Thirion forman un cuerpo escénico común que brilla y desborda.

‘Home’, con escenografía de Chano Trevignani -Grupo Puja-, encierra al público entre cuatro paredes de papel. De entrada, la casa, ahoga. La COVID lo afecta todo y las paredes, de nuevo, confinan. ‘Home’ es un espectáculo inmersivo, una puesta en escena a 360º sin GoPro ni cámaras digitales 6K. Con nuestra vista cansada y quemada por la luz azul de las pantallas, giramos sobre nosotros mismos siguiendo unos cuerpos expresivos que nos interpelan. 

Toda casa tiene una playlist, una orientación, una iluminación, unas ventanas que se abren y cierran. En ‘Home’ escuchamos a C. Tangana con el Niño de Elche, a Bach y Aoya Noriko, entre otros. No hay brújula que fije la orientación de ‘Home’. Pasa de lo bizarro a lo familiar, de la celebración al grito, de la seducción a lo grotesco, de lo mundano al existencialismo. Los performers te sacuden emocionalmente y cuestionan la intimidad tranquilizadora del hogar. Invitan a reconocer lo extraño de nuestra propia identidad y sentido de pertenencia.

El texto maravilloso de María Heredia sorprende en forma de voz en off y por escrito. A mitad de función me pasan una foto. En un descampado, dos chicos suspendidos en el aire tratan de alcanzar un balón con la cabeza ante la mirada atenta de un grupo. Al girarla, leo: “Quiero saber, digo, pienso, que estas paredes son las de mi casa, mi piel, mi pelo, este vómito de después…”. Vuelvo a la foto. La paso. Me he perdido algo en escena. No importa, sigo allí.

Son las doce y media del mediodía y ya estoy dentro y fuera de la casa. El viaje que acompaña al acontecimiento teatral, ha comenzado. La ventanas de papel se abren y cierran y dan a otros ventanales, los del Pabellón. Entre la danza rota e hipnótica de los intérpretes veo el cielo azul, el balanceo de los árboles, edificios a lo lejos. No echo en falta ni un solo dispositivo lumínico. No hay focos, ni tecnología, que alcance la belleza de esos cuerpos en esa luz.

Las escenas se suceden en un carrusel de cuerpos agitados que juegan como niños, dándolo todo. En teatro, el vestuario o el desnudo, pocas veces sorprende. En ‘Home’, la desnudez sobrecoge, arrasa, con la exposición de su vulnerabilidad.

Al finalizar, ya solo, recuerdo una foto de Jim Goldberg. Por encima de árboles, una ciudad -Marsella en 1999- un brazo desnudo, con un cigarro entre los dedos, señala el horizonte desdibujado. Media foto es neblina que funde el cielo, la montaña y la playa de Marsella. Intervenida por el propio autor, encima del brazo, se lee: “All Roads Lead Home”. Fantástico trabajo. Enhorabuena, equipo.

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