Luisma Soriano, director escénico: “Es muy frustrante que no te programen en los teatros de la Región”
‘Extinción’, de la Cruda compañía, ganadora de siete Premios Azahar 2019 -mejor autoría, dirección e iluminación en manos del propio Luisma Soriano-, vuelve al Teatro Circo Murcia (TCM) el próximo sábado 16 de enero, con cambios notables en la producción, duración -de cuatro a dos horas- y elenco, destaca la incorporación de la actriz Eloísa Azorín.
Desde 2002 -año que finalizó los estudios de arte dramático- Soriano (41 años, Jumilla) ha formado diversas compañías teatrales: Aguacero, Teatro Atroz o La Cruda compañía. Ha realizado residencias artísticas en Sicilia y Grecia, experiencias que ampliaron su mirada teatral abierta a la experimentación.
Soriano es jefe del departamento de Plástica Teatral en la ESAD, reside en el barrio de Vistabella, Murcia, y es padre de dos niños de diez y ocho años. La docencia le ha permitido “un sueldo estable y continuar el camino de la experimentación sin preocupaciones económicas”. Siempre tuvo claro que el medio era el teatro y que le gustaba crear sus propios relatos.
La historia más reciente del teatro en la Región está llena de vacíos, de elipsis, de acontecimientos tirados en las cunetas. Los parámetros de éxito de este singular oficio no caben en el binomio cuantitativo-cualitativo. La Cruda Compañía vuelve con una renovada ‘Extinción’ a purgar y purificar emociones propias y ajenas en medio de la feroz tercera ola de contagios y muertes provocadas por la COVID-19. “ ‘Extinción’ es una metáfora de las repercusiones de los actos que hoy cometemos y que todavía perdurarán más allá de nuestros bisnietos”. Tomemos nota.
¿Cuál es tu primer contacto con el teatro?
Con mi abuelo, en Jumilla, no recuerdo la obra pero sí el impacto de la visita al teatro. De niño ya quería contar historias. Cuando un libro me gustaba, inventaba nuevas historias con los títulos de la colección. En el instituto me incorporé al grupo de teatro y tuve la suerte de contar con Eva Torres y David Martínez de profesores. Al montar ‘Cyrano de Bergerac’, nos pidieron hacer un espectáculo sin representar la obra dramática. Teníamos que entretener al público porque Cyrano no llegaba al teatro. Yo no entendía nada, pero me fascinó la idea de cambiar las reglas. En el Teatro Universitario (TEU) vi cosas brutales, como ‘Luces de Bohemia’ de César Bernal. Recuerdo que se hacían heridas simuladas con un folio y después lo pintaban de colores.
¿Quiénes son tus nuevos referentes en la experimentación teatral?
Con Jorge Fullana y Javier Mateo paso mucho tiempo compartiendo ideas y mi mirada teatral, gracias a ellos, es más poliédrica. Siempre me han interesado compañías como Peeping Tom y Última Vez que mezclan una gran fisicidad con elementos teatrales. También los trabajos de Bob Wilson, Ivo van Hove o Declan Donnellan, gente que conoce muy bien los entresijos teatrales.
Vuelves con ‘Extinción’ al TCM dos años y medio después del primer y único bolo, al margen de lo económico, ¿cómo sienta esto a un creador escénico?
Aunque tenga una convicción fuerte en lo que hago, sienta mal. En 2018 coproducimos con Jo! Producciones. Entonces, ‘Extinción’, duraba cuatro horas y necesitamos un espacio muy grande. Lo intentamos con teatros y festivales. Con los Premios Azahar se reactivaron las posibilidades. Algunos programadores se mostraron interesados pero la pandemia volvió a diluir la distribución de la obra. Agradecemos a Juan Pablo -director del TCM- que nos programe con la nueva duración y parte del nuevo reparto, como Eloísa Azorín, y de la mano, esta vez, de la compañía Ferroviaria.
¿Se generan sentimientos de culpa o frustración después de levantar un proyecto teatral de esta envergadura y no conseguir distribuirlo?
Es frustrante ver que el trabajo de distribución, que me agota, no da resultado. No creo que nadie contrate, hoy en día, por ver un dossier o un vídeo grabado de la obra. Gastamos mucho esfuerzo y dinero en traer programadores y distribuidores muy concretos. Tuvimos muchos “casi”, pero no nos llegaron a programar y desmotiva mucho. Aunque sé que la responsabilidad no es totalmente mía, es cierto que aparece el sentimiento de culpa. El equipo artístico confió y trabajó con mucha ilusión y esfuerzo. Algunos actores estudiaban por la mañana, ensayaban por la tarde y trabajaban por la noche para sacar adelante el proyecto. Otro actor no se fue a Madrid y trabajó en un bar los fines de semana para poder asistir a los ensayos.
Se hicieron muchos sacrificios. De esa experiencia aprendimos mucho todos. Es muy difícil que las producciones de Murcia salgan fuera si alguien no lo ha visto antes y en los teatros de la Región que lo hemos intentado ha sido imposible. Es muy frustrante.
¿Cómo ha afectado esta experiencia atravesada, además, por una pandemia mundial a tu determinación por la creación escénica?
Por fortuna, en mi vida, tengo otras cosas al margen del teatro. Soy padre de familia, docente y creador. No estoy continuamente en una sensación. Llevo dos meses preparando una producción en Pupaclown que me ha devuelto la ilusión. No sé si la había perdido, pero no recordaba la sensación de disfrutar con el juego teatral en la sala de ensayo. Hemos hecho algo alegre y divertido para los niños en un momento desconcertante e inquietante.
Berto Romero dijo una frase que me gustó mucho: “Antes, cuando estaba dedicado al arte y no tenía otro tipo de responsabilidades, como la familia, todo el día trataba de desarrollar las ideas. Ahora tengo media hora para desarrollarlas”. Cuando presentamos la obra, mi pareja me dijo: “Joder, ¿cuándo has escrito esto? Si estás a tope con el cuidado y la crianza”.
¿Qué es lo que más te ha impactado, hasta el momento, de la paternidad?
Los niños nacen con una carga genética que los predispone y está en nuestra mano ir a favor o desactivarlo. ‘Extinción’ nace de la experiencia de estar al cuidado de mi primer hijo de seis meses, saturado, por no saber porqué lloraba. En ocasiones, respondía con un instinto de mala hostia que no sabes de dónde viene. Cuando le gritaba, me paraba a reflexionar por mi comportamiento.
He leído muchos libros, la teoría está genial pero en la práctica, lucho todo el tiempo contra instintos primarios y poder dar una buena educación. La paternidad me ha sacado lo mejor y peor de mí. Me emocionan muchos de los comportamientos y respuestas de mis hijos. Al final del día, desde hace tiempo, hacemos algo que me calma. Tenemos una reflexión familiar conjunta antes de dormir. Nos preguntamos por la parte más bonita del día, lo que más nos ha gustado y se duermen con esa sensación. Si ha habido algo negativo es el momento de pedir perdón. Me veo reflejado en su comportamiento.
En la Región de Murcia, ¿qué papel desempeña el director de escena frente a la sociedad y lo político?
No tengo claro el papel, pero sí que no puede ser equidistante. No me gusta hablar pensando en no pillarme los dedos ni que un color político afecte toda la visión de un artista. Es un tema que me preocupa como director.
Tampoco debe ser equidistante con lo que siente. No hay necesidad de afectarlo todo de una determinada radicalidad, que pienso te lleva a la amargura y a estar en la queja permanente. El director debe dejar clara su visión del mundo y los acontecimientos que suceden.
En el sector teatral destinado a la infancia y público familiar existe la inquietud de qué y cómo se muestra el espectáculo y cuáles son los límites. Compañías como Agrupación Señor Serrano o El Conde de Torrefiel acaban de realizar obras para estos públicos y estas cuestiones están en el centro de la propuesta, ¿cómo planteas el montaje de una función infantil?
Para mí, es es mucho más complicado preparar un montaje infantil. En este caso, hablamos de las emociones. Nos planteamos cómo hacer llegar nuestro mensaje desde un niño de 3 años a otro de 10. El trabajo es mucho más medido. Debe tener un componente didáctico y a la vez ser un juego. El equipo de Pupaclown tiene tantísimos años de experiencia que resulta muy fácil y ágil trabajar con ellos.
Además, trabajamos con una psicóloga que resultó ser una muy buena guía para trabajar las emociones y salir del bucle; buenas o malas. Con el tiempo me he dado cuenta que una sola palabra puede cambiar un concepto con la infancia.
Es una labor fascinante. Con que un solo niño entienda que no pasa nada si un día se siente enfadado, está más que justificado el detalle y minuciosidad con la que trabajamos.
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