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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Los abrazos de la muerte

Navidad en Sevilla
17 de diciembre de 2020 06:00 h

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Un poco de asco da ya hablar de esto que centra nuestra atención desde la primavera. Y también un poco, o hasta un mucho, de miedo. Nos situamos así en un escenario parecido a aquel de Las Vegas que recorrieron Raoul Duke y Oscar Zeta Acosta, a.k.a. Gonzo, en pos de no se sabía muy bien qué. Similar, ya puestos, a aquella búsqueda entre alucinada y enloquecida del salvaje cuarteto detectivesco de García Madero, la Lupe, Belano y Lima por los desiertos de Sonora, buscando una poetisa imaginada.

Ni unos ni otros sabían muy bien a dónde iban ni por qué iban. Pero iban. El caso es que tanto palo de ciego y tantas diatribas cruzadas sin que nadie ose hacer lo que hay que hacer recuerdan esos dos escenarios irreales por imaginarios, mientras los muertos siguen cayendo a uno y otro lado del camino que recorren, o recorremos, quienes pretenden, o pretendemos, retomar la vida nuevamente normalizada como si aquí, antes y ahora, no hubiera pasado o no vaya a pasar nada. Lo primero da asco. Lo segundo, miedo. Porque esto es real como la vida misma.

Con lo que sabemos hoy, todo anticipa que vamos derechitos y de cabeza a gozar antes de que nos demos cuenta de una tercera ola pandémica que puede dejar pequeñas a las anteriores. Hasta la victoria final. Esa que, como buenos ilusos, hemos creído que anticipaban las fastuosas noticias sobre los primeros pinchazos de las nuevas vacunas, cosa que ha provocado nuestra anticipación psicológica y física... y el relajo colectivo de la prevención frente al bicho.

Así que ahora a ver quién para esto, después de abrir la espita general inaugurando luces de Navidad, deseando felices fiestas y repitiendo como todos los años los deseos de paz en la tierra a los hombres buena voluntad. Esto va bien: vaya usted a los bares que son muy seguros; apelotónese en terrazas cubiertas como si fueran espacios al aire libre ocupando plazas emblemáticas; mire para otro lado si los migrantes han de juntarse en infraviviendas y viajar como ganado en flagonetas infames; celebre con amigos o en familia a mogollón… Y, ante todo, compre, compre, compre que si no se cae el sistema. Pues lo único que faltaba es que, ya hundido el pequeño comercio tradicional en la crisis anterior, ahora quiebren las mastodónticas grandes superficies, valga la redundancia. Ah!, pero no se le ocurra cantar villancicos. Como queda demostrado, la salud es lo segundo; no lo primero.

Sin tino y sin tasa ––como se ha visto en televisión––, mientras media España aún llora a sus muertos, la otra media se desmadraba con las compras prenavideñas, bien aliñadas y rehogadas en el caldo de cultivo del puente de la Constitución, en torno al Viernes Negro ––nada que ver con la matanza de aquel día de 1978, pistoletazo de salida a la revolución iraní, aunque también nos traerá mortandad: la que causan los abrazos de la muerte. 

Los voceros ya anticipan la posibilidad del reforzamiento de las medidas restrictivas aquí, mientras en Alemania y en Francia, más prácticos y dolientes, cortan por lo sano imponiendo cortapisas radicales a la estulticia festivo-navideña. Nosotros nos lo estamos pensando, al socaire de los números que dicen que aún no vamos tan mal. Esperemos a estarlo para exigir, indignadísimos, que la autoridad actúe: la estatal o la regional, depende desde dónde miremos. Entretanto, reivindiquemos y ejerzamos nuestro pseudolibertarismo.

Cuando eso pase, ya habremos contado de nuevo demasiados muertos a uno y otro lado de nuestra festera romería a los templos del consumo. Pero habremos celebrado o empezado a celebrar la navidad como dios manda, que parece que es eso de lo que se trata puesto que los católicos dominan el cotarro. Este año nos va a caer el Gordo de verdad. Quizá antes, quizá después del día 22. Es lo de menos. Lo de más es que, desgraciadamente pero gracias a nosotros mismos, caerá. Lo dicho: mientras no nos aclaremos de adónde y por dónde vamos, asco y miedo. Y no en Las Vegas sino mucho más cerca. Vale.

Puedes ver todos los artículos de J. L. Vidal Coy en su blog

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