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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Yo también me cago

Podemos pregunta al Gobierno por qué Willy Toledo no se ha podido comunicar con su abogado durante su detención

Antonio Chumillas González

En julio del 2005 se aprobó el matrimonio homosexual en España.

Nos convertíamos así en uno de los primeros países europeos en reconocer de forma legal los matrimonios homosexuales con todo lo que ello implicaba: reconocimiento jurídico, sanitario y estatal.

Estar casados es algo más que un intercambio de anillos y un acuerdo tácito e inviolable. El matrimonio es una institución y, como tal, está reconocido. Cuando te casas, no solo estás aceptando convivir con otra persona, sino que toda España os reconoce juntos y tenéis una serie de privilegios que otras relaciones no tienen. No hace falta entrar en cuestiones legales como la paternidad y la herencia y administración de bienes en caso de defunción. Hablamos del día a día. De situaciones tan sencillas como que te permitan pasar la noche con tu pareja en un hospital en caso de que sea necesario. De pequeñas cosas como que el estado sepa que lo que estáis construyendo juntos pertenece a los dos.

Pero cuando tienes 15 años, la cosa es jodidamente más sencilla. Recuerdo las noches rezando por ser alguien `normal´ (nunca me gustó esa palabra), intentar excitarme con porno heterosexual, forzarte a que te gusten las chicas, agravar la voz, vigilar el meñique, negarte ante tus propios amigos y familia…

Hoy lo pienso y se me dibuja una sonrisa en la cara. Antonio, nunca engañaste a nadie. Pero en aquella época, el miedo y las dudas te quemaban por dentro. Y al único al que engañaste fue a ti mismo.

Así que cuando aquella tarde de verano me senté frente al televisor y vi a todas aquellas personas blandir la bandera arcoíris y llorar de felicidad supe que una parte de mi era libre. Supe que la historia se escribía ante mis ojos. Que cientos de historias empezaban en ese mismo momento. Recuerdo una felicidad explosiva.

Donde antes había dudas y miedo quemándolo todo, ahora tronaban fuegos artificiales que los acallaban. Yo, también llamado `mono Abú maricón´, era libre. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando volví al colegio (católico) me di cuenta que lo `legal´ y lo `moral´ no siempre van de la mano. Escuché a mis compañeros decir que era imposible que un `maricón hiciese de madre´, vi a los padres fletando autobuses a Madrid para manifestarse por la familia contra los homosexuales, a la directora del colegio diciendo en mi clase que el matrimonio homosexual es equiparable a que un dueño se case con su perro.

Con su perro.

Nunca sentí tanto dolor. Que una figura de autoridad reduzca tus emociones a algo tan banal hace mucho daño. Y mucho más cuando eres un adolescente inseguro. Allí conocí que no importaba lo legal que fuese el matrimonio homosexual: ahora le tenían más miedo que nunca e iban a seguir atacándolo.

Y si había niños escuchando, mejor. Aquel mismo año, el PP invitó a un doctor especialista al Senado para que explicase por qué el matrimonio homosexual era una atrocidad.

Allí, con una institución financiada por todos los españoles (incluyendo maricones, bolleras e invertidos), pude oír como un `especialista´ decía que la homosexualidad era resultado del “abandono” y de la “violencia”. Sin miedo, explicaba que la mayoría de homosexuales éramos la resulta de “padres alcohólicos y violentos”. Y, cuando terminó, el Partido Popular le despidió en aplausos. Nadie llevó a juicio a aquel `experto´. Nadie llamó la atención a mi `directora´. Nadie amonestó a aquellos que, a día de hoy, siguen riéndose al decir maricón. Aquellos extraños días, la justicia me abandonó a mí y a mi padre. Yo era un perro maricón y mi padre un alcohólico violento. Y era legal.

Y aunque hoy digan que no están de acuerdo, os digo una cosa: cuando te callas y dejas que promulguen sus `santas´ palabras, te conviertes en cómplice.

Escribo esta carta al enterarme que la justicia ha abierto un procedimiento a Willy Toledo por insultar a Dios y a la Virgen María.

Me pregunto si Dios estará llorando en su cama como yo he llorado. Que ganas tengo de que de que llegue el día en el que Él y la Virgen se personen en el juicio. No se han personado en 2018 años pero supongo que tendrán que asistir a la vista, ¿no?

Parece ser que, en este país democrático, tu puedes ser sancionado por atentar contra los sentimientos religiosos, pero los religiosos pueden decir que tu padre es un alcohólico violento y que tú eres un perro sin que ocurra nada. Será que ni él ni yo tenemos sentimientos. Michael Sandel (catedrático de Harvard y Premio Princesa de Asturias 2018) mantiene en su ensayo ‘Justicia’ que hay que saber distinguir lo moral de lo legal. Porque la moralidad es variable y atiende a valores subjetivos. La moral religiosa (y por tanto las leyes que los protegen) no valen para todos los españoles. No en vano, España es uno de los pocos países europeos que mantiene acuerdos entre el Estado y la Santa Sede desde 1979.

Si pudiese volver a 2015 le diría a ese adolescente que llora de felicidad frente al televisor:

“Todo irá bien. Tienes ante ti un futuro brillante y lleno de posibilidades. Lo único que te pido es que seas fuerte. Porque ellos se van a defender y van a intentar hacerte daño y proteger su reducido mundo. Ahora que tú eres libre, ellos ya no lo son.

Sé fuerte, Antonio, porque lo peor está por venir. Y cágate en Dios ahora que puedes“.

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