El día 1 de octubre, con el previsto cierre de las cercanías, la autovía del mediterráneo entre Murcia y Alicante se verá todavía más atestada de coches. El corte de las cercanías empeorará la situación de una autovía que hace años debieron haber ampliado, pero como todo en esta Región la cosa se ha quedado en anuncios y portadas, da igual quien gobierne, si los unos o los otros, para ambos lo último es esta Región a la que pronto olvidan. Las cosas como son.
A día de hoy la autovía del mediterráneo entre Alicante y Totana y, si me apuran hasta Lorca, es un carril derecho ocupado por una sucesión de camiones, en el izquierdo los coches van pisando el freno mientras los camiones se adelantan, un horror. Soy consciente que la solución al tráfico no pasa por la construcción de un tercer carril que, ahora mismo necesario, aumentará el tráfico y no arreglará nada.
El remedio pasa por mejorar el transporte público, sobre todo porque el incremento del número de coches trae consigo un impacto sobre la salud de las personas al aumentar la contaminación y lo lógico -lo que demandan las políticas europeas de movilidad- es aumentar el transporte público para reducir la contaminación, lo opuesto a lo que sucede en la Región de Murcia que al final ha conseguido que compre un coche y conduzca a mis cuarenta y tantos tacos.
Esto es producto de la ausencia de una política regional: carecemos de un consorcio de transporte metropolitano y no tenemos una visión regional del transporte público. El nuevo plan es claramente insuficiente. En Alcantarilla piensan manifestarse por los recortes en la línea de autobuses que conecta con Murcia y para terminar nos encontramos con que el cierre de las cercanías provocara que gran parte de los viajeros se trasladen en coche, muchos de ellos provenientes de la Vega Baja del Segura que tendrán que coger la autovía atestada, porque las soluciones adoptadas por ADIF y Renfe son insuficientes y lo saben. No basta con mantener las frecuencias, una de las razones por la que se elige el transporte público, hay que mantener la duración de los trayectos, cosa que no sucede. En una sociedad donde el tiempo es oro aumentar veinte minutos o más, si no hay atasco, la duración de los viajes entre Lorca y Murcia, por poner un ejemplo, es dar una carta blanca para que el viajero coja su coche particular. Por eso el cierre de las cercanías nos afecta a todos, a quienes viajábamos en él, a quienes no lo cogen, a quienes usan la autovía, a quienes luchan por el medio ambiente.
No es extraño, por tanto, que esta semana les hable, una vez más, de una manifestación, la convocada para el sábado 25 de septiembre con salida en la estación Murcia del Carmen a las 19:00 por el mantenimiento de las cercanías durante las obras. Éstas ni están financiadas por los fondos de resiliencia como al final nos han reconocido, ni los cortes estaban previstos: los primeros proyectos que hablaban de compatibilizar las obras con las cercanías, ni sus efectos colaterales son pequeños y afectan a toda la Región desde Cartagena a Murcia de Águilas a Beniel.
Me atrevo a pensar que tal decisión no se hubiera tomado en otras zonas de España, donde este tema se hubiera tratado en el Consejo de Ministros. No es así y a veces pienso que no tenemos quien nos defienda pues los de uno y otro lado cuando oyen órdenes en Madrid callan y obedecen. Mientras esto suceda yaceremos cada día más abandonados y con peores servicios, ya lo decía Jara Carillo en 1926 en uno de sus artículos: 'Las reformas de los ferrocarriles: Murcia, la Cenicienta'. Les suena, pues vamos para un siglo.
0