“Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”. Ryszard Kapuściński.
Nunca estudié Periodismo. Fui de esas personas a las que no les alcanzó la nota en selectividad y tuvieron que abrirse camino en otras disciplinas. Así que me hice geógrafo, pero nunca aparté la mirada de ese mundo al que sentía pertenecer. A través de un cristal los admiraba y pretendía parecerme a algunos de ellos. Y también pude a ver a los que no me quería parecer.
Desde la aparición de Podemos como fuerza política disruptiva del bipartidismo ha habido una cantidad lamentable de medios y periodistas que han plegado su voluntad a la de los grandes poderes económicos. Inda o Negre son dos apellidos que vienen a la cabeza de uno cuando se le asoman los términos alevosía y mala praxis, pero son intoxicadores de nicho, donde fuera de sus lindes carecen de credibilidad. Antonio García Ferreras encarna un mal más obtuso, complejo y venenoso. Que La Sexta se haya vendido tradicionalmente como un medio de comunicación progresista agrava más aún que su papel final haya sido el de catalizador de una audiencia de izquierdas en un pozo de propaganda y libre difusión de información falsa por parte de tertulianos y analistas como el director de Ok Diario. El periodismo debe sembrar la duda, no alimentarla. Debe dar voz a la verdad sosegada y reposada y silenciar los cantos de sirena del dinero. Trabajar con honestidad y ser el candil de la sociedad civilizada.
Hace unas semanas vi una encuesta de las elecciones del 26J en las que un sorpasso de Unidos Podemos al Partido Socialista era una posibilidad cada vez más sólida. La popularidad del PSOE seguía sin crecer lo suficiente y el electorado estaba exhausto tras cinco años de Marianismo. España no quería más derechas. La miré con una sonrisa cínica y mirando al techo del cuarto imaginé cómo habría sido la historia sin aquella campaña de acoso y derribo. La legislatura que no fue. El país que perdimos. Que nos robó el mal periodismo, o el mal llamado periodismo. El oficio es demasiado bonito para dejar que tres o cuatro piratas lo hundan. Cuídenlo, mímenlo, porque la degradación de la profesión es correlativa a la de la democracia.
Un geógrafo.
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