No entiendo por qué algunos portavoces de Dios en la tierra piden rezar para que fracase el Gobierno de España, y no piden súplicas por los desfavorecidos, por la justicia social, por los inmigrantes que mueren naufragando en el cementerio acuático en el que se ha convertido el Mediterráneo, por las personas que no llegan a final de mes y por las personas mayores que viven en silencio y en soledad sus últimos años de sus vidas. O incluso, pedir a Dios para que el informe de Cáritas del año que viene hable de inclusión y no de exclusión.
Estoy cansado de amenazas del Sindicato de Regantes y de los colegios privados religiosos anunciando que sacarán todo su músculo -adquirido a base de financiación pública- si sus privilegios son puestos en cuestión en vez de pedir perdón por tanto daño que han hecho, o dar explicaciones los centros educativos de los Legionarios de Cristo por su despreciable mentor Marcial Maciel.
Tampoco entiendo por qué la ultraderecha y la derecha sigue empeñada en hacernos creer que solo ellos tienen la legitimidad de dirigir un país, en dividirnos entre españoles de bien y amigos de los terroristas, y decir barbaridades y mentiras en nombre de su amor a España, en convocar manifestaciones de norte a sur y de lado a lado para iniciar la Reconquista de la insolidaridad y la indignidad, en autoproclamarse la 'guardia suiza' y a veces sucia, de la Casa Real.
No creo que las personas de este país nos merezcamos amanecer encabronados, asustados, temerosos y temblorosos, para afrontar la vida diaria. Creo más en la España solidaria, en la sonrisa con que las ONG's reciben a los inmigrantes, en la esperanza de millones de personas en la sanidad pública, en la lucha ilusionante de los investigadores que siguen avanzando sin recursos y sin red, en los que no utilizan las redes sociales para insultar con desprecio y sin educación, creo en los que te animan y no te desaniman, en los que te encienden una luz en vez de apagarla, en los que te dan una palmada de ánimo y no un empujón, creo en las miradas llenas de vida y no de rabia.
Algunos se empeñan en que nos pasemos nuestra corta vida emputecidos, desilusionados y a veces enemistados. Pero quiero seguir viendo pasar la vida desde el respeto, la sonrisa y la esperanza, con nuestras discrepancias y contradicciones, pero dejando a salvo, bajo llave, la convivencia.
Artículo dedicado a Magdalena Sánchez Blesa. GRACIAS por hacer de la política un paseo sin espinas.
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