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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Una monarquía cuestionada

El Rey emérito, Don Juan Carlos de Borbón

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Se nos ha ofrecido como verdad única un relato contaminado de la Transición, un relato del que se han borrado o distorsionado los elementos discordantes con la idea –fuerza que se quiere difundir, la idea de que el rey trajo la democracia a nuestro país. Tras la muerte de Franco era imprescindible una transformación política, una transición de la dictadura a la democracia, en consonancia con los países del entorno, transición para la que presionaban distintas fuerzas internacionales. Pero esa transformación inevitable estuvo tutelada en España por quienes habían detentado el poder durante cuarenta años. Para ello fue necesario dejar en las cunetas a más de doscientos mil muertos, negar parte de nuestra historia, transigir con nombres de calles dedicados a asesinos y torturadores, mantener al dictador en un mausoleo al que se le ha seguido rindiendo culto hasta el año pasado, rebajar el carácter de la dictadura a dictablanda, tolerar un rey auspiciado por el dictador, promocionar un olvido generalizado y presentar la Guerra Civil como una pelea de dos hermanos en la que ambos merecían por igual una dura reprimenda, olvidando que la guerra fue promovida por intereses políticos y económicos en contra de un gobierno legítimo.

 Nos han querido convencer de que somos especialistas en fratricidio y que la Guerra Civil no es más que la consecuencia de ese carácter perverso y no el resultado de la presión de poderosos intereses opuestos a un gobierno progresista. La idea de esa equidistancia imposible únicamente puede interesar a quienes están de acuerdo con que los militares tumbaran un gobierno emanado de las urnas.

El huevo de la serpiente puesto por la dictadura y que eclosionó en democracia fue una monarquía con impunidad absoluta, irresponsable por mandato constitucional, mandato que el emérito se tomó al pie de la letra, como ha quedado en evidencia con las recientes noticias que hemos ido teniendo. Resultado de esa impunidad es una fortuna personal calculada según Forbes en dos mil quinientos millones de dólares, el uso de instituciones públicas para trapicheos privados, el mantenimiento de amantes a racimos mientras se ofrecía la imagen de familia ejemplar y un largo etcétera de manejos oscuros que ahora nos sonrojan y que una prensa cortesana nunca se atrevió a sacar a la luz. Daba igual lo que el rey hiciera, él había sido el salvador de la patria y no había irregularidad o delito que no pudiera ser pasado por alto. Cuenta Anasagasti que Suárez le comentaba que al rey solo le interesaban las mujeres, las cacerías y el dinero. Hemos tenido un jefe del estado más propio de la Edad Media que de nuestro siglo.

El problema para la monarquía ha venido cuando esas irregularidades han trascendido nuestras fronteras y han topado con instituciones menos benévolas con cierto tipo de actuaciones y nos encontramos con que el rey emérito está siendo investigado por la justicia suiza por actos derivados de su actividad como comisionista, que es a lo que se ha dedicado a lo largo de todo su reinado, no embajador de nuestro país, como se nos ha querido hacer creer: comisionista puro y duro, utilizando instituciones públicas para usos privados. Cuando la fuerza de los hechos no puede ser ya detenida, el tour de force por el que la monarquía y los monárquicos han optado es emitir el mensaje de que el rey viejo no tiene nada que ver con el joven. Se le aparta de la institución, se procede a hacer una limpieza en profundidad de la imagen (y digo bien de la imagen, que no de la institución) y se inicia una nueva etapa. Este rey está muy preparado, es joven, dinámico, no tiene gran cosa que ofrecer, es verdad, pero dejadle que está a punto de hacer algo.  Y no os preocupéis que este nuevo rey no es corrupto.

 Que el monarca residente pueda ser corrupto, con ser grave, no es lo peor. Lo peor es que preside una institución que, según todos los indicios, sí lo es: la monarquía carece de fiscalización, carece de rendición de cuentas y carece de transparencia, los tres pilares que garantizan la limpieza democrática de cualquier institución. Que Felipe VI sea o no corrupto no es tan relevante, lo grave es que podría serlo si quisiera porque se dan todas las facilidades para ello. El tratamiento que se ha dado a la huida del padre así lo corrobora y manda el mensaje de que tienen patente de corso tanto el padre como el hijo, para actuar como quieran. Si pasamos por alto todas las irregularidades del emérito y decidimos que sus actos no tengan consecuencias, aceptamos al mismo tiempo que el actual monarca reciba el mismo trato. Nuestra dignidad como ciudadanía depende de aceptar este hecho o de no aceptarlo.

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