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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El movimiento feminista después de la huelga del 8 de marzo

Loola Pérez

Éxito, así se puede definir a la Huelga Feminista convocada el pasado 8 de marzo. En las calles, abarrotadas, de las distintas ciudades de España, una gran masa ciudadana mostraba su repulsa a la dominación, discriminación y explotación del sistema patriarcal. Había quien participaba en las diversas manifestaciones de forma individual, otras personas optaban por sumar presencia a través de organizaciones, sindicatos, colectivos y asociaciones; y por supuesto hubo quien se acercó hasta allí en familia o con amigas. Allí estaban las que secundaban a pies juntillas el manifiesto oficial, quienes habían sido críticas con el mismo o quien a última hora, sin estar de acuerdo ideológicamente con el mismo, se sumaba para no perder oportunidad de salir en la foto.

Pasado semejante subidón, cabe preguntarse: ¿y ahora qué? ¿Hacia dónde va el movimiento feminista? ¿Es contraproducente que se defina como una lucha de izquierdas? ¿Cómo asegurar la participación de quienes no desearon sumarse al sentirse excluidas como fue el caso de Afroféminas? ¿Cómo construir poder popular y dar viabilidad a acciones que van de lo local a lo global en la época en la que triunfa el activismo de sofá?

Mientras los medios de comunicación focalizan su atención en la violencia de género en la pareja, constituyendo ésta una de las cuestiones en las que más ha puesto sus energías para la erradicación el feminismo institucional, emergen paralelamente otros planteamientos, enfoques y dominios críticos por parte del “proletariado del feminismo”. Esta denominación, acuñada por Virginie Despentes, pone sobre la mesa a esos otros sujetos que tradicionalmente han quedado abocados a los márgenes del feminismo hegemónico: lesbianas, transexuales, mujeres no blancas, musulmanas, negras, putas, bisexuales, indígenas, intersexuales…

Para conciliar estas múltiples realidades, parece cada vez más urgente y necesario plantear las acciones feministas desde un punto de vista interseccional. Por suerte, ya hay mucho escrito gracias a autoras como bell hooks, Gloria Anzaldua, Gladys Tzul Tzul, Sirin Adlbi Sibai u Ochy Curiel. Toca ser críticas y constructivas, deconstruir las relaciones de poder que establecemos también hacia otras mujeres y aprender a establecer un modelo de liderazgo compartido, horizontal y cooperativo.

Desaprender concepciones eurocentristas es todo un reto, sobre todo para el feminismo institucional, sindicatos y partidos políticos (son especialmente estos los que se apuntan históricamente a las reivindicaciones feministas asumiendo la doble militancia).

Asimismo, asistimos a una nueva significación discursiva y reivindicativa de aquellas situaciones que se han juzgado tradicionalmente desde la victimización. Hago alusión particularmente a las trabajadoras sexuales que presentes y combativas durante este 8 de marzo, como fue el caso de CATS (Comité de Apoyo a las Trabajadoras Sexuales) en Murcia, de Aprosex en Barcelona, de AFEMTRAS en Madrid o del reciente Colectivo de Prostitutas de Sevilla, vuelven a insistir en que sus demandas no se dirigen a la abolición de la prostitución, sino al reconocimiento por los diferentes agentes sociales de sus derechos humanos.

Para que estas alianzas sean posibles, quienes ya estamos con un pie en la calle y con otro en las instituciones, debemos facilitar los procesos de participación: querer participar, saber participar y poder participar deben producirse simultáneamente. Sabemos que no siempre es fácil hacer pedagogía feminista y que a menudo ésta se disfraza de dogmatismo, de superioridad moral o se impregna de terminología muy específica. No obstante, pese a las dificultades, esto, para quienes creemos y hacemos feminismo, continúa siendo una responsabilidad social.

Por último, en esta nueva etapa, cabe integrar una perspectiva feminista sobre los recursos. No me refiero exclusivamente a los recursos materiales, sino al legado que estamos generando en colectivo. El feminismo es un espacio de consenso y de disenso, de trabajo en red donde a veces se pueden generar y a la vez perder conexiones, capaz de establecer pactos de mínimos y de reconocer la diferencia.

Por supuesto, todo esto se presta a dificultades y a un proceso que no es tan rápido como podríamos esperar. No obstante, quizá sea este itinerario el que nos asegura un mayor conocimiento de nosotras mismas, de nuestros espacios y de incidencia socio-política. No dejemos que los conflictos que puedan surgir entre nosotras diluyan nuestro compromiso para la subversión y la transformación que supone el feminismo. El mundo nos necesita.

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