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Murcia History X (I): censuradas

Falange

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Introducción

Las vestiduras rasgadas, el asombro, los ladridos, la indignación y las reacciones en forma de ocurrencias tras la formación del nuevo gobierno de López Miras, son síntomas de la precariedad de las fuerzas democráticas en Murcia. La principal lección que debemos extraer de la perseverancia de actitudes fascistas durante el período constitucional es que no hemos sido capaces de construir un proyecto identitario alternativo a la demos nacionalcatólica que produjo el franquismo.

Autores como Juan Pecourt o Elías Díaz, han explicado muy bien como «hasta bien entrados los años sesenta, el catolicismo y el falangismo controlaron las instituciones culturales y marginaron aquellas tradiciones que tenían alguna conexión con el régimen republicano, ya fuera el liberalismo, el laicismo, el marxismo o el socialismo democrático, y definieron la denominada cultura franquista» (Díaz, 1983).

La inocencia con la que han actuado las fuerzas políticas llamadas progresistas ha sido desolador, muchos de sus representantes deberían evitar pronunciarse desde una superioridad moral espuria. De tal manera, en los siguientes capítulos de esta serie, pretendo contestar algunos de los aspectos claves que no han sido contestados por las instituciones surgidas en el régimen del 78. Por ello, me he propuesto rescatar algunos episodios de nuestro pasado y presente cotidiano con tal de ilustrar algunas de las ideas que se deberían transitar para construir una identidad murciana democrática y plural. Este debe ser el proyecto cultural y político a largo plazo que todos deberíamos tener en mente, más allá de las diferentes sensibilidades democráticas que actúan en el espacio público.

Capitulo I: censuradas.

Uno de los signos autoritarios del fascismo ha sido el desprecio al pensamiento libre, las políticas de higiene mental vividas en el franquismo son el germen de lo que unos han llamado hoy el pin parental. El pin no es nada más que una censura sobre aquello que debe ser desifenctado, una medida de la cual se sentiría orgullos hasta el mismísimo López Ibor. La censura durante muchos años se ha plasmado con diferentes expresiones autoritarias, desde la sanción moral al castigo físico. En Murcia, una de esas amenazas con el castigo físico era la posibilidad de ser peladas (rapadas) y purgadas por la policía o por los falangistas. Tras la maraña de arboles frutales, entre La Boquera y La puebla de Soto, Encarna «la coja» (1940) nos acerca el siguiente suceso:

¡Ah! Cuando las Naranjas, entonces, antiguamente, hace muchos años cuando robabas o algo, pues te pelaban y pasabas por Alcantarilla pelá, y yo cuando fui a robar las naranjas, que me di un porrazo en la cabeza, me pelaba la policía. ¿Te conté lo que le pasó a mi madre cuando fui a nacer? pos a lo mejor nací tan encanijá, por eso... Fue que mi madre estaba preñá y la Isabel, que era la madre de la Hito también que no llevábamos tres meses. Y entonces vinieron los falangistas, ¿Tú sabes lo que son los falangistas esos? Esos eran... Que llevaban eso colorao, pues por allí en La Boquera, como en La Puebla [de Soto] había falange, pues siempre estaban los tambores, taratán tán taratán, allí por La Puebla siempre estaban los tambores, pues llega mi madre y le dice: «¡Ah! Isabel, que hartas estamos de tambores...» Y entonces enseguida viene un tío de La Raya, un tío grandullón y le dicen: «venga, ustedes, pa' Falange». Y mi madre le dice: «¿Pues qué hemos hecho nosotras Isabel?», y le dicen: «pues ustedes a Falange». Entonces llevaron a mi madre y a la Isabel a Falange, a La Raya y la metieron en una habitación y las dos llorando. Y cuando vino el Mario, el tío de la Concha, el Pepe el Molinero, que sabes que esta gente tenía perras y eran los amos, mi padre llega y le dice: «Ay Pepe, mira lo que le ha pasao» [...]. Entonces llegó el marío de la chica y dice: «¿Dónde están las mujeres que habéis detenío?» Y le dicen: «Aquí están en la habitación», cuando abrió la puerta, llorando, las dos llorando abrazás, que las mandaban pa' la cárcel. Oscuro como la cueva de un lobo, y dice: «Anda, echar a estas mujeres» .

El pelo era una de los elementos identitarios de género más visible para muchas mujeres. Rapar a una mujer era una agresión contra el cuerpo, una forma de hacer públicas las consecuencias de divergir libremente. Durante la narración de la historia que explicaba Encarna «la coja», Carmen Ruiz (1935), presente en la conversación nos decía: «Te rapan. Rapás, rapás. Te purgaban, aceite de recino o agua de carabaña. Cuando te rapaban te callabas, por na' te lo hacían.... Se te escapa un detalle y mira».

El canto femenino en las fábricas, protegidas por el colectivo, también podía llegar a trasgredir el marco nacionalcatólico, así María Orenes (1936) nos cantó la siguiente melodía que llegó a ser censurada:

 

Dicen que los estudiantes,

los que estudian para cura,

quién pudiera ser su ama,

para no casarse nunca.

 

Después cuando cantan misa,

los destinan para el pueblo,

hecha el ama delante,

y ya está el negocio hecho.

 

Su buena casa, su buen corral,

buenas gallinas, buen palomar,

buena matanza, buen trago vino,

se cría el cura es un cochino.

 

Por eso ando con disimulo,

zapato blanco, buen taconeo,

por eso ando con disimulo,

por si en la calle me mira uno.

 

En la grabación podemos comprobar como en un primer instante nuestra informante nos canta estos versos casi susurrando. Emocionalmente, para muchas de ellas, se configuran algunas de las lógicas de las vivencias referidas. No solo eso, si tenemos en cuenta que el contexto cultural democrático no contestó las coordenadas nacionalcatólicas, entenderemos mucho mejor porqué después de 60 años el temor en nuestra testimonio pervive.

De estos ejemplos podemos hacer múltiples recepciones, a nosotros se nos hace muy evidente que las instituciones culturales en Murcia han tomado a los censores como ejemplo a seguir. La creación de una identidad murciana democrática pasa por entender que quién nos representa es la mujer que estuvo en disposición de criticar a la falange y eran las mujeres que realizaban un relato crítico contra el cura, y este esquema se debe mantener para entender que hoy en día, Noelia Muriana también debe ser nuestro ejemplo, no debemos caer en la derrota de aceptar a Mabel Campuzano como una representante de una Murcia inequívocamente facha. Ahora bien, esto no debe ser un discurso que nos haga moralmente superiores sin consecuencias, debería ser la semilla para impulsar un imaginario patrimonial diferente, tanto cotidianamente como en otros proyectos. ¿Para cuando una lugar para homenajear a las mujeres obreras en el centro de nuestra geografía? ¿Para cuando la conmemoración de la lucha pro-soterramiento? ¿Para cuando la visualización de obras como las de Noelia en nuestras calles? 

Mientras estos enclaves todavía no son efectivos, nos llama la atención como el relato nacionalcatólico de la identidad murciana ha encontrado un aliado en el programa El Intermedio, quienes al proyectar una imagen deformada de los murcianos (tal y como hace la comedia), entra en el peligroso juego de la orientalización: al crear una imagen de los murcianos grotesca, algunos están tentados a sentirse interpelados por ella, aunque esa imagen sea negativa se establece un lugar donde se sienten en cierto modo reconocidos por los otros. Esta proyección humorística, en un contexto democrático donde los relatos son plurales y reconocidos, no causaría más efecto que un guiño irónico como crítica, pero el problema es que el contexto no es el que todos desearíamos. Obviamente no se trata de censurar a El Intermedio, más bien debemos reclamar los espacios comunicativos y patrimoniales (ya sean públicos o privados) para hacer efectiva una pluralidad radical.

El fracaso de las fuerzas democráticas del régimen del 78 en Murcia es estrepitoso, uno de los puntos nodales para revertir la situación es significar el antifascismo como eje central de nuestras identidades, si esto hubiera estado integrado en las fuerzas progresistas murcianas, aunque no se ejerciera el poder institucional, en ningún caso seguiríamos llamando pin parental a la censura o hace años que hubiéramos destruido la inscripción de: “Jose Antonio Primo de Rivera Presente” en la fachada de la catedral. Hay margen para crear un imaginario de murcianas y “murcianos de dinamita frutalmente propagada”, tal y como nos retrató Miguel Hernández.

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