El uso y abuso del verbo 'subvencionar' para denostar a los trabajadores de la cultura, que siempre ha venido desde sectores liberales, conservadores y ultraconservadores, tienen en la actualidad un indeseado calado entre los progresistas, así como en la sociedad en general, a través de la libre opinión pública (especialmente la vomitada en redes sociales).
Como la ola de la Jurado, en un ciclo perverso, que nos baña, salpica y sacude una vez y otra vez, y otra, y otra con este zafio argumento de “no creo en las subvenciones”, “los sectores culturales no pueden pretender vivir de las subvenciones” , “no os vamos a estar subvencionando para satisfacer vuestros caprichos artísticos”, “debemos encontrar otra forma de financiación que no sea siempre pagar papá estado”, y así en un largo y cansado etcétera, nos siguen calumniando casi diariamente.
Mi memoria como activista cultural, en el marco del asociacionismo de las artes escénicas y como profesional de la cultura (hombre de teatro), se remonta a mediados de los ochenta, y desde entonces hasta nuestros días siempre ha existido este estigma sobre lo subvencionado en materia cultural. Da igual que lo recoja la Constitución Española en su artículo 44.1 (que establece que los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura a la que todas las personas tienen derecho) o el Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia en sus artículos 9 y 10 (que establece los principios por medio de los cuales la cultura es un medio para mejorar la vida de los murcianos). Al igual que comprendemos la inviabilidad del sistema de sanidad, educación o pensiones del Estado español -baluarte del sistema del bienestar social-, sin el sustento de lo público, así recogido por la Constitución y los Estatutos de Autonomía de las diecisiete comunidades autónomas, deberíamos ser mucho más 'flexibles' con el gran pilar de una sociedad moderna con mirada hacia el progreso: la cultura.
¿Cómo mantener museos, bibliotecas, teatros, auditorios, orquestas sinfónicas o compañías de danza sin dinero público, y manteniendo el cumplimiento del mandato constitucional?
Hay que desmentir las fake news promovidas desde sillones políticos; no es en la cultura, sino en los sectores de la automoción y de la mimería donde se ha recibido más dinero público hasta 2019, con cientos de millones de euros en su haber. Un informe elaborado por AXEXOR en 2012 confirma que entre Peugeot-Citroën, Renault, Iveco y Mercedes Benz recibieron más de 122 millones de euros en subvenciones. No está demás recordar que la casilla de la renta que beneficia a la Iglesia Católica, entre IRPF, exención de impuestos como IBI o ICIO, o el pago de profesores de religión, también les permite ingresar o ahorrarse el pago de astronómicas cantidades de dinero (la Asociación Europa Laica calcula que más de diez mil millones de euros anuales). La tauromaquia también tiene lo suyo, entre las ayudas municipales a las corridas de toros y subvenciones directas a los criadores de toros de lidia; y qué decir de los partidos políticos, CEOE y sindicatos en materia de dinero público recibido.
Hasta 2018, se estima en más de ocho mil millones de euros el dinero público destinado a subvenciones a sectores no culturales, mientras que el presupuesto del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música es de apenas unos 150 millones de euros anuales.
En caso de las Artes Escénicas el dinero público es imprescindible para la conservación y el enriquecimiento de un patrimonio intangible, como son las diferentes prácticas de la creación escénica, y tangible, como el patrimonio histórico (la obra dramática de los dramaturgos) o arquitectónico (teatros, auditorios, centro culturales, entre otros).
Las Artes Escénicas son un servicio cultural público, de obligatorio cumplimiento por las administraciones (nacional, regional y municipal), para que el ciudadano tenga acceso a él en condiciones adecuadas y que pueda disfrutarlo de forma asequible y satisfactoria.
Y como las distintas administraciones no lo producen, o no en cantidad suficiente para hacerlo llegar al ciudadano, se precisa de la iniciativa privada, con ayudas públicas coherentes, sostenibles y suficientes.
¿Quién es la iniciativa privada? El sector: productores, actores, directores, dramaturgos, diseñadores artísticos, técnicos… (disculpen el lenguaje no inclusivo). Es decir, el engranaje laboral en torno a una compañía de teatro profesional. Y digo profesional porque me refiero exclusivamente a los trabajadores de las artes escénicas: aquellos que precisan de su nómina y seguridad social cada mes, para poder vivir de su profesión.
Sutilmente, ya hemos cambiado el sustantivo 'subvención' por 'ayuda', y mejor sería por 'inversión'.
Y ahora, aterricemos en la Región de Murcia, aunque sea en el costosísimo aeropuerto de Corvera: a pesar de que los indicadores nacionales nos sitúan a la cola en inversión e innovación cultural y los presupuestos dedicados a las Artes Escénicas sean los más bajos de todo el estado, se sigue insistiendo en que las gentes del teatro viven de las subvenciones. Da igual que una y otra vez se ‘altavocee’ que las ayudas públicas al teatro desaparecieron en 2010 (desde aquel espejismo paradisíaco ocurrido entre 2008 y 2009) y que desde hace una década sólo han existido parches, insuficientes y humillantes. Lo grotesco es que se señala como 'subvencionado' al que lleva una década sin percibir un céntimo de ayuda pública o incluso al que no la ha recibido jamás.
Tal y como he venido defendiendo y denunciando en foros regionales y nacionales, la ausencia de ayudas a la creación escénica en la Región de Murcia crea una desigualdad territorial, generadora de una más que constable competencia desleal: las compañías profesionales de la región no son competitivas a nivel nacional porque al no recibir ayudas a la producción, son más caras que las del resto del país.
La oferta y la demanda de las Artes Escénicas no se configura como otros sectores económicos porque tienen una enorme dependencia de las administraciones municipales, propietarias de los teatros, auditorios o espacios culturales escénicos. En la región de Murcia sólo existen tres teatros privados: dos ubicados en la ciudad de Cartagena -Nuevo Teatro Circo de Cartagena y Teatro Circo Apolo de El Algar- y uno en la ciudad de Murcia: PupaClown, además de la gestión privada del Auditorio El Batel. Todos cuentan con ayudas públicas para su programación -he dicho ayudas-.
El mercado de las Artes Escénicas es de carácter público porque así lo son sus compradores: las compañías ofertan sus producciones -producto artístico- a un mercado formado por gestores culturales (o concejales de cultura), aunque el consumidor final sea el ciudadano. En esa sana convivencia entre lo público y lo privado aflora el servicio cultural público.
Las dificultades de las empresas para obtener recursos económicos suficientes (créditos bancarios), les impide abordar proyectos de dimensión o riesgo, lastra la calidad material (escenografías, vestuario, iluminación, sonido, video creación, publicidad…) y dificulta mantener con continuidad a sus trabajadores.
Las Artes Escénicas son esenciales para el progreso social y cultural de una comunidad por su aportación ética y estética al ciudadano, y la dejación de responsabilidades por parte de las administraciones (regional y municipal) un atentado contra el capital creativo de larga trayectoria y la creación emergente.
Por desgracia, ¡¡¡el teatro murciano no está subvencionado!!!
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