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Cómo dar bien las malas noticias médicas

Los médicos trabajan con varias claves para dar bien las malas noticias a los enfermos.

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Se pueden dar bien las malas noticias a un enfermo al que le queda poco tiempo de vida? Sí. Según los médicos, es fundamental cumplir bien con este papel. Aunque no existe una forma estandarizada, dado que no todos los enfermos ni los médicos son iguales. El doctor Gómez Sancho, presidente de la Comisión de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC) y uno de los principales impulsores de la medicina paliativa, recuerda que el médico tiene la obligación de informar, pero, además, tiene que hacerlo bien. Durante una conferencia impartida en el Colegio Oficial de Médicos de Álava, el doctor Sancho desgrano algunas de las claves para hacer lo mejor posible el proceso.

El enfermo tiene derecho a conocer su enfermedad, por lo que el médico tiene la obligación de comunicárselo. El paciente es quien decide si quiere que se le comunique a sus familiares o allegados, pero existen dos excepciones. Por una parte, lo que se conoce como el privilegio terapéutico. Es decir, si el médico tiene datos objetivables que le hacen pensar que si informa al enfermo le hace más daño que beneficio, puede no informar. Por otro lado, si el paciente hace una renuncia expresa a ser informado. Se debe dejar constancia en la historia clínica de esta renuncia y también de que siempre tiene la puerta abierta para preguntar lo que desee.

Antes de empezar a hablar y comunicarle al paciente una mala noticia hay que estar “muy seguro del diagnóstico”, subraya el doctor Sancho. “El primer estímulo que el paciente recibe es del médico. Pero tienen más fuentes de información, a través de la comunicación no verbal, por lo que en ocasiones sane más de lo que creemos. Lo que ocurre a su alrededor dice mucho de lo que está pasando, sin darse uno cuenta. Muchas veces, el paciente sabe que algo grave ocurre porque hay un cambio de comportamiento a su alrededor o porque sencillamente comparte información con el compañero de habitación en el hospital”.

El enfermo sabe y quiere saber

Según Sancho, “el enfermo sabe y quiere saber. El médico que trata al enfermo es el único que tiene toda la información del caso y el que puede responder a todas sus preguntas”. El médico tiene que averiguar cuánto quiere saber el enfermo. “Hay que realizar un acercamiento con preguntas sencillas que nos permitan conocer qué es lo que ya sabe el paciente. Por ejemplo, ¿qué piensa usted de este dolor? ¿Ha pensado en la posibilidad de que su enfermedad podría ser grave? Lo primero que hay que establecer es una relación adecuada médico-enfermo, creando una relación de confianza”. También es importante conocer hasta dónde quiere saber el enfermo y en ese caso, el doctor Sancho recomienda emplear preguntas de este tipo: ¿quiere que le informe de la enfermedad con todo detalle o prefiere que me limite a explicarle el tratamiento a seguir?

A la hora de dar una mala noticia, la recomendación es buscar un sitio tranquilo, no decirlo en un pasillo. “Que sea un lugar cómodo, donde la familia pueda disponer de tiempo para tener una explosión emocional, sin temor a que le vea la gente por el pasillo del hospital”. También es importante evitar las palabras mal sonantes. “La palabra cáncer ya de por si hace daño al oírla. Muchas veces, el paciente no necesita saber la enfermedad con nombres y apellidos, sino que la posibilidad de morir es real, que sepa que la persona está realmente enferma”.

Más que esperar a que pregunten, hay que darle la oportunidad de que lo pregunten. “El médico tiene que estar disponible, incluso provocarlo. Preguntándole, por ejemplo, si quiere saber más de la enfermedad”. En cuanto a la familia, el especialista cree que se equivoca cuando cree que ayuda al enfermo no diciéndole la gravedad de su enfermedad. “Pero no podemos enfrentarnos a la familia, ya que la necesitamos como aliado. Por ello, hay que intentar hacerles ver la importancia de trasladarle al paciente la información necesaria”.

Sancho alerta sobre la conspiración de la silencio. “Conduce irremediablemente al aislamiento del paciente y de sus familiares. Hay que dosificar la información. El paciente marca el camino y el ritmo”. A lo largo del proceso, hay una pregunta que siempre se repite: ¿Y cuánto le queda? “Uno de los mayores errores”, según el doctor, “es decir una cifra. Hay que hacerles ver que no es posible hablar de un tiempo concreto. Lo que sí es posible decirle es, por ejemplo, 'podría tratarse de algunos meses, quizá algunos años, pero seguramente un número limitado'. Hay que hacerle ver al paciente que el médico comprende lo duro que puede resultar no saber lo que va a pasar ni cuándo”.

En cualquier caso, hay que ofrecer algo a cambio. “Hay que recurrir a argumentos como 'no le dejaremos solo, continuaremos cuidándole bien, podremos aliviar el dolor, nos ocuparemos de usted y de sus familiares'. La verdad es el antídoto del miedo. Saber da tranquilidad. Evita el dolor y permite ayudar al enfermo y a la familia para la adecuada elaboración del duelo”.

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