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Respetar a Tamames

Ramón Tamames, mientras escuchaba las intervenciones de los portavoces durante la segunda y última jornada del debate de la moción de censura. EFE/Chema Moya

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No es nada fácil escribir este artículo, porque sé que corro el riesgo de ser malinterpretado. De que algún lector entrevea en el texto un intento de banalizar el paso de ciertos detenidos por las cárceles franquistas. En concreto, de algunos jóvenes privilegiados que no padecieron los horrores sufridos por tantos otros españoles y que, tras recuperar la libertad, tampoco conocieron el ostracismo social y laboral al que muchos fueron condenados. Lejos de mí está frivolizar con cualquier privación de libertad, por efímera o leve que sea. Tampoco pretendo poner en cuestión la aportación que esas personas, unas más que otras, hicieron en el difícil tránsito de la dictadura a la democracia, ni, mucho menos, sembrar dudas sobre la dignidad y coherencia que la mayoría de ellas (Semprún, Pradera, Múgica y un largo etcétera) mostraron siempre en sus biografías. Lo que me llama la atención es cómo algunos asumen aquella experiencia carcelaria como una suerte de amuleto que confiere a su protagonista un estatus vitalicio de respetabilidad y lo blinda contra cualquier reproche que pueda hacerse a su posterior trayectoria personal.

Pienso, por ejemplo, en Ramón Tamames. En la reciente moción de censura contra el presidente Sánchez, Tamames, el candidato de Vox, abrió su intervención con una alusión a su cautiverio cuando tenía 23 años. “Lo primero para estar aquí y ahora es ser fiel a mi concepción política e histórica de España, de la que tuve mi primera y particular percepción en el ya lejano 1956. Con ocasión de la llamada Rebelión Estudiantil, cuando con mis compañeros pude reflexionar en la cárcel de Carabanchel”, manifestó con solemnidad, en referencia a su paso por esa prisión en febrero del mencionado año a raíz de una histórica revuelta en la facultad de Derecho de la Complutense. Sus compañeros de encierro eran Miguel Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo, Javier Pradera, Enrique Múgica, Gabriel Elorriaga y José María Ruiz-Gallardón. Días después se les unirían Fernando Sánchez Dragó y algunos más.

En un reportaje publicado en 2006 en El País con el título ‘Los protagonistas de febrero de 1956 rememoran la revuelta estudiantil’, Pradera rememoró así aquel episodio: “Nosotros no intervinimos en los enfrentamientos de la Facultad de Derecho, ya no éramos estudiantes sino licenciados. Fue un hecho fortuito del que nos acabaron inculpando”. El hecho es que los mandaron a prisión, y lo que sucedió a continuación lo describió Tamames con admirable franqueza en una entrevista a El Confidencial en junio de 2022 titulada ‘Yo podría perfectamente haber sido ministro de Franco’: “Es verdad que a los que éramos estudiantes o incluso escritores ya, como era mi caso –se trataba de mi segunda estancia en el Gran Hotel del Estado-, en general nos trataron muy bien en la cárcel, pero a los obreros que metían en provincias en penales que nadie sabía de ellos. Esos lo pasaron muy mal”. Y más adelante señalaba: “No nos jodieron, más bien nos hicieron un favor al otorgarnos con la detención una popularidad inmensa. Y por primera vez se fue a la cárcel, con el tratamiento de Don por delante, de todos los que habíamos caído. Don Dionisio, Don Miguel, Don Enrique, Don Ramón…”.

Como recordaba Andrés Villena días atrás en este periódico, el joven Tamames se enfrentó a un problema al salir del “Gran Hotel del Estado”: necesitaba obtener un certificado de buena conducta para aspirar al cargo de técnico comercial. Poco antes del vencimiento del plazo, su padre, el conocido cirujano Manuel Tamames, asistente del torero Luis Miguel Dominguín, pidió a este que intercediera por su hijo ante las autoridades locales de Falange, y asunto resuelto. Algunos años más tarde, en 1969, el aún joven Tamames creó con varios colegas la consultora Iberplan, que realizó estudios para los planes de desarrollo del franquismo. Por lo visto, todo encajaba dentro de la estrategia superior de desbrozar el camino hacia la democracia en España. “Cuando hablaba con mis camaradas de París y les contaba, les parecía perfecto. Cuantos más estuviéramos dentro, mejor”, dijo Tamames en la ya citada entrevista a El Confidencial. Y añadió: “Yo podía perfectamente haber sido ministro de Franco, pero dije, voy a esperar la democracia, no quiero ser ministro de la dictadura”. Su espera arrojó frutos, y la democracia llegó a España tras la muerte del dictador. En la transición de un régimen a otro fueron importantes, sin duda, las personas de talante aperturista con formación en los asuntos de Estado, entre las cuales estaba, entre muchos otros, el autor del 25 veces reeditado Estructura Económica de España.

Después de haber surfeado sobre tantas vicisitudes y partidos, Tamames, a sus 89 años, se prestó a hacerle el juego al ultraderechista Abascal con una moción de censura que constituía claramente un fraude constitucional al carecer de vocación constructiva y cuyo objetivo no era otro provocar una perturbación institucional lesiva para la democracia, que es el hábitat donde Vox se mueve a sus anchas. De la patética actuación de Tamames quedan para los anales su displicencia o, en mejor de los casos, su condescendencia de señorito hacia sus adversarios, así como algunos chistes sobre la extensión de las intervenciones de Sánchez y Yolanda Díaz que algunos ignaros celebraron como una exhibición de refinamiento intelectual.

La forma en que se gestó la candidatura de Tamames nos ilustra también del mundo que habita el viejo profesor. Sucedió en una marisquería madrileña. “Pusimos varios nombres encima de la mesa, que se fueron descartando, hasta que a mí se me ocurrió Tamames. Fue una ocurrencia típica en una comida entre amigos y al calor de una copa de vino”, reveló muy divertido Sánchez Dragó, gran amigo del candidato desde sus ya lejanos años de militancia en el Partido Comunista, al que se afilió, según él mismo contó en 2021 a Voz Pópuli, porque “quería correr aventuras, ser un escritor a la manera de Hemingway o Jack London”.

Ahora bien, que nadie se atreva a acusar a Tamames de haberse puesto al servicio de un partido que defiende el legado de Franco, que considera ilegítimo a un Gobierno surgido de las urnas, que participa activamente en la red de organizaciones iliberales europeas, que aboga por la ilegalización de partidos hoy constitucionales, que promueve la islamofobia o que se compromete a revertir los avances alcanzados en materia de derechos civiles por los gobiernos progresistas. En definitiva, de un partido de dudosas credenciales democráticas. Sería una temeridad inaceptable intentar dar lecciones de democracia al represaliado don Ramón, a él, que pasó por las cárceles franquistas.

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