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Ayuso podría insultar a Miguel Ángel Blanco y la seguirían votando

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en un mitin en Bilbao

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Todos sabemos que Ayuso utiliza la sangre de las víctimas de ETA para embarrar el terreno de juego y que no se pueda jugar un solo minuto de campaña en el marco de la gestión autonómica. Lo sabemos pero no es fácil eludir la capacidad que la derecha tiene para marcar la agenda en los medios de comunicación y por lo tanto mover todo el debate en torno a sus intereses. Se puede ignorar unas cuántas veces el debate que la actualidad pone en primer plano, pero si lo haces de manera sistemática quedas desdibujado y fuera del debate público. Eres consciente de que no es lo que más te interesa para ganar pero si no juegas el partido te golean. Es un dilema endiablado que los que no tienen poder para marcar agenda porque son minoritarios aprenden a aceptar y jugar con las cartas que tienen.

La desfachatez de Ayuso lo aguanta todo para los suyos. Da igual lo que haga porque se trata de disciplinar a los rojos, por eso va en mitad de campaña a dar un mitin en Bilbao sin que los suyos sientan que les están tomando el pelo. Hay un acuerdo tácito, Ayuso puede hacer lo que le dé la gana porque es su enviada y está en política para dar una lección a la izquierda, para enseñarle de quién es el poder y para capitanear un proyecto cultural de erradicación ideológica del adversario usando cualquier método a su alcance. Por eso puede hacer un mitin en Bilbao en medio de la campaña a las elecciones autonómicas en Madrid. Ayuso es en la actualidad un producto cultural pop reaccionario que podría insultar a Miguel Ángel Blanco y seguiría siendo votada por los que dicen defender a las víctimas del terrorismo. Su mayor fortaleza, esa inmunidad que la hace pasarse de frenada en cada declaración, acabará por destruirla. Pero ese momento aún no ha llegado. 

Hablar de ETA y Bildu en campaña no tiene tanta importancia por lo que  se dice sino por lo que se deja de decir. La agenda pública es importante por lo que enseña pero más por lo que oculta. La derecha no sacará excesivo rédito de mencionar constantemente a ETA y a Bildu, pero al ponerlos en primera línea de actualidad ha conseguido que el gobierno no hable de sus éxitos económicos, de la crisis climática o de Doñana. Es ahí donde entra Ayuso y no cejará en su empeño de arrastrar los cadáveres de las víctimas de ETA durante toda la campaña, aunque para eso tenga que pasar por encima de las peticiones y opiniones de las víctimas, despreciar a Consuelo Ordóñez y la memoria de su hermano. Cada minuto hablando de ETA no habla de su gestión y sus escándalos. 

Si Ayuso habla de ETA no permite que se le cuestione porque los centros de salud de los barrios más humildes se estén quedando sin médicos. Si Ayuso habla de ETA no tiene que rendir cuentas porque la lista de espera en los barrios pobres sea diez veces mayor que en los ricos y de que no haya pediatras. Si Ayuso habla de ETA el ruido impide que se le pregunte por las más de 7.000 personas muertas en residencias de ancianos durante la pandemia con una orden dada desde su consejería de sanidad para que no se las derivara a las hospitales y no tuvieran posibilidades de sobrevivir o de tener una muerte sin dolor. Si Ayuso habla de ETA no deja que se hable de por qué su hermano ganó más de 250.000 euros haciendo negocio con su administración en lo peor de la pandemia. Si Ayuso habla de ETA no permite que se hable de por qué aceptó en plena pandemia que Enrique Sarasola le facilitara un ático donde vivir el confinamiento como una nueva rica. Por eso Ayuso habla de ETA. 

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, dejó una de esas declaraciones que no son tan escandalosas pero que esconden el verdadero cariz antidemocrático de la derecha española. Almeida se quejó amargamente de que Bildu persigue los mismos objetivos que perseguía ETA. Es una frase que puede parecer inocua, pero que enraíza en su concepción patrimonial del poder al no permitir que por las vías políticas se busquen medios políticos legítimos. El problema son los métodos, no el objetivo, el problema es buscar la independencia usando la violencia como hacía ETA, porque perseguir la independencia haciendo política es totalmente democrático. La afirmación de Almeida sería equiparable a decir que el PP es lo mismo que Tejero porque tiene como fin lograr la presidencia del gobierno. A veces olvidamos que el principal problema que tenemos en España es la esencia antidemocrática que habita en lo más profundo del PP y que habilita comportamientos como los que han tenido sus líderes esta semana desenterrando los muertos y el dolor de las víctimas para juguetear con ellas incluso cuando ellas les piden que paren de instrumentalizarlas. La derecha en España no es capaz de despojarse de su gen golpista. 

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