Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Fabricando soluciones o focos de ansiedad

La portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, en una sesión de control al Gobierno, el 8 de marzo de 2023.

42

Las farmacias se han convertido en expendedoras de productos alimenticios y algunos periódicos, en catálogos de autoayuda para problemas de salud mental. Algo no marcha bien; de hecho, funciona rematadamente mal. Confluyen nada menos que en The New York Times múltiples artículos sobre cómo tratar el estrés y la ansiedad, buena parte con presuntos milagros ya muy manidos. Los diarios españoles también se van apuntando. La pasión por el gran bulo de la autoayuda -negación de la ciencia y de la cultura- en los EEUU llega al punto de ver con muy buenos ojos la candidatura a la presidencia, por el partido demócrata, de una afamada escritora de la especialidad. 

Los problemas de los ciudadanos van por otro cauce y precisan otras respuestas. Básicamente: soluciones. Eliminación de causas y, en su caso, tratamiento médico o psicológico profesional. Pero es muy alarmante el nivel de angustia que padece esta sociedad, con motivos fundados, y cómo daña la salud mental. Los porcentajes de suicidio y tentativas de suicidio en España crecen de forma exponencial, sobre todo entre los muy jóvenes. Creo que hay que pararse y mirar qué ocurre con seriedad y adoptar medidas que lo eviten. 

Algo extremadamente difícil porque las causas están en el sistema, en el egoísmo y la codicia que se han enseñoreado de la organización económica y no lleva viso alguno de remediarse. Hay demasiados beneficiarios con poder y capacidad de usar la manipulación mediática a su servicio. Y es un estado de cosas que puede producir indefensión e impotencia.

Vemos estos días un ejemplo muy ilustrativo. Las pensiones siempre están en entredicho como tributo que gustaría ahorrarse o reducir a la derecha neoliberal. Aquí, el Gobierno de coalición logra un acuerdo consensuado con Bruselas para reforzar las españolas: la sostenibilidad se buscará con más ingresos (con aumento de cotizaciones en los salarios más altos) y mejores prestaciones. La patronal CEOE ha respondido de inmediato: rechaza la reforma de pensiones del Gobierno y amenaza con subir menos los salarios.

A Francia la encontramos en lucha por la subida de la edad de jubilación… de 62 a 64 años. La española está en 65 o 66 dependiendo del tiempo cotizado y en progresivo aumento hasta los 67 por el momento. El 70% de los franceses se opone a la medida que les decretan. El presidente Macron la presenta como única manera de garantizar las pensiones. En la sexta jornada de huelga y manifestaciones, la protesta sacó a la calle, este martes, a 1.300.000 personas en toda Francia, 3.500.000 según la CGT.

The New York Times llevó el tema a portada el jueves aclarando que el problema no es tanto que los franceses no quieran trabajar más, sino el orgullo que atesoran de sí mismos. Una cuestión de identidad, de lo que estiman define a Francia como nación. No solían dejarse avasallar.  

Sin embargo, la dura pugna contra la intención del gobierno francés se está saldando a favor de la ultraderecha de Marine Le Pen, a tenor de lo que se cuenta de los sondeos. La Izquierda Insumisa de Mélenchon estaría, según esta versión, a la baja, más contaminada por haberse implicado directamente en las protestas. Pongo en cuarentena las encuestas pero, por si acaso, merece la pena pensar en ello porque hablamos de derechos y de ciudadanía: echarse en brazos de la ultraderecha es la peor elección. A no ser que se deba a una reacción de ira autodestructiva.

No lo parece, la tendencia mundial se inclina en este momento a encomendar a los neofascismos que gestionen la profunda insatisfacción con la realidad de una notable mayoría. Ciertamente, la tibieza de los gobiernos de centro-izquierda no cumple en general las expectativas. O sí, y en ambos casos, la opinión pública se ve inducida a través de la propaganda más o menos disimulada a conducirse por caminos erróneos. Una vez más, los medios manipuladores dirigidos por intereses sin escrúpulos en el centro del problema.  

¿Cómo es posible, insisto una vez más, que personas normales se dejen robar la Sanidad Pública, garantía de su salud presente y futura y un derecho que costó mucho alcanzar? Asombra hasta qué punto de idiocia se puede llegar por emociones en las que prima el odio.

Habría que explicar una vez más los porqués de la precariedad y de que se tomen o no se tomen las decisiones pertinentes. Quién mueve los hilos para identificarlos, quiénes se benefician; quiénes son los perjudicados también, algo que ni los propios interesados notan en principio.

Punto clave el enorme nivel de estrés en el trabajo, consecuencia en muchos casos de abusos manifiestos en el equilibrio de tiempo y recursos. De la explotación laboral, incluso. Sacar más resultados con menos medios aboca a este desastre que genera una cadena de más desastres.

Las pensiones, el salario mínimo (SMI), múltiples derechos, dependen notablemente de la ideología. La sociedad vive, con frustraciones reales y una gran manipulación. Con un alto nivel de angustia. El clima político refuerza el malestar. Y la cuerda se rompe.

El insufrible clima político en muchos países -pavoroso en España- es otra daga sobre los ciudadanos. Producen un doloroso bochorno los enfrentamientos -reflejados incluso en fotos- de tendencias feministas dentro del propio Gobierno con apreciables diferencias de trayectorias y estatus. Máxime cuando las mujeres en su mayoría sí saben lo que quieren y actuaron en las manifestaciones del 8M de forma bastante autónoma.

El Congreso y el Senado, escenarios de la más burda irracionalidad impulsada por quienes a falta de proyectos confesables hacen de la bronca y la trampa su dialéctica política. Su traslado al circo de presuntos informativos y tertulias suma fuerzas con los alborotadores y sus fines. Se desparraman burlas, humillaciones, resentimiento que ponen ante el espejo de su imagen al emisario. Pero solo para quien lo sepa ver.

Los gritos saltan por doquier, es difícil encontrar paz y silencio, antídotos a la violencia que se extiende a diario por cualquier esquina. Desestabilizan. La ira puede hacer añicos irreparables relaciones afectivas de años. Por una salida equívoca a la ansiedad, a las frustraciones, o por nacer de ese fondo dominante que perturba la convivencia. Es básico saber mirar el fondo de ojo y de alma.

El sentido común -cuando aún se conserve en equilibrio estable- aconseja pararse y desconectar, alejarse de los surtidores de infección, de los desenfoques, sobre todo; valorar así en su justa medida la agresión y los agresores, las manos abiertas al auxilio, en quién se puede confiar. Elegir, decidir, tomar las riendas. Quizás hasta correr para alejarse del foco perturbador o para acercarse a la promesa de calma. Respirar.

Con el agobiante entorno, sus injusticias flagrantes, funcionaría lo mismo, pero se necesita más de uno o dos o mil, millones en algún caso, para eso. De cualquier forma, muchos millones son los que se preguntan: y yo solo, ¿qué puedo hacer?

Etiquetas
stats