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Forofismo político

Jose A. Pérez Ledo

No sé en qué momento la política se volvió futbol. A lo mejor siempre lo ha sido y lo que ocurre ahora es que estamos en un punto crítico del torneo. Eso explicaría el forofismo ambiental reinante.

Véase, como ejemplo, la intensidad emocional con que se vivieron en las redes sociales las elecciones andaluzas. Algunos tuits debían ser leídos dos veces, y hasta tres, para descubrir si aludían al Barça-Madrid, que se jugaba esa misma tarde, o la contienda política. Mensajes como “¡Hay que parar a esos cabrones!” se volvían completamente opacos si no estaban acompañados de un #elclasico o de un #sisepuede.

Tras el cierre de los colegios electorales, el recuento de votos recordó a una carrera de perros donde el público, con sus boletos en la mano, grita enfervorecido el nombre de su cánida apuesta. “¡Vamos, Teresa!” o “¡Vamos, Susana!” o “¡Vamos (como quiera que se llamase el candidato de Ciudadanos)!”. Los ánimos se fueron caldeando aún más a medida que se hacían públicos los primeros datos: desplome del PP, mantenimiento del PSOE, notable aparición de Podemos y discreta de Ciudadanos.

Los resultados, como ocurre en el deporte, desataron alegrías desbordantes y también alguna que otra lágrima. Y, como ocurre en el deporte, hubo quien supo digerir bien la frustración (“La política es la política, qué le vamos a hacer, no se pierde la Liga en un solo partido”) y quien exhibió toda clase de mecanismos de defensa (“La culpa es del árbitro/sistema electoral”, “Nos han quitado las papeletas”, “Los andaluces no saben votar”, etc.).

Visto el ambiente, todo hace presagiar que las elecciones generales serán algo así como una final del Mundial, con banderas colgadas de los balcones y niños pintarrajeados. Con quedadas para ver los resultados ante una pizza y un centenar de cervezas, gritando uuuuuy cada vez que se haga pública una encuesta a pie de urna. No sería extraño que los ganadores alquilasen un autobús y se diesen una vuelta por la Gran Vía de Madrid, exhibiendo orgullosos las llaves de La Moncloa.

Si la nueva política (léase Podemos y Ciudadanos) no lo pone todo patas arriba, los grandes periódicos titularán a cinco columnas “GANAMOS”, salvo quizá La Razón, que optaría por algo más en su línea como “OS JODÉIS, PERROFLAUTAS”. Si, por el contrario, el bipartidismo se va al carajo que probablemente merece, las principales redacciones amanecerán taciturnas. En los despachos con vistas, los directivos comentarán que “nos lo robaron en el último minuto” y más de uno pedirá la cabeza del entrenador en su editorial matutino.

Solo los más prudentes mantendrán la cabeza fría, como hicieron el domingo, y admitirán que la política, por muy importante que sea, no deja de ser un juego. Y nadie en su sano juicio debería tomarse los juegos muy en serio.

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