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Golpe de Estado en USA (proyección imaginaria)

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue registrado este domingo al abordar un automóvil a su salida de la Casa Blanca, en Washington DC (EE.UU.). EFE/Mile Theiler

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En Washington parece un día cualquiera. Nadie diría que hoy se celebra la toma de posesión de Joe Biden y Kamala Harris. En la capital de Estados Unidos no hay fastos, ni desfiles, ni masas concentradas en la Avenida Pensilvania. Solo militares apostados en las esquinas y un velo de tensión que se percibe en todas las conversaciones, en todos los rostros. Porque hoy no va a celebrarse ninguna toma de posesión.

Donald Trump, oficialmente relevado de la presidencia desde las doce del mediodía, permanece encerrado en el ala oeste de la Casa Blanca. De nada ha servido la presión mediática ni las reiteradas advertencias de los demócratas y de ciertos miembros del Tribunal Supremo. Aunque se daba por hecho que el magnate plantaría cara hasta el último segundo, pocos esperaban presenciar una situación como esta en el país de las libertades.

El gabinete de Trump lleva tres meses abundando en una teoría de la conspiración que implicaría al sistema electoral, el partido demócrata, la judicatura y los principales medios de comunicación. Una amalgama de conjeturas carente de pruebas que, sin embargo, ha encontrado un fuerte apoyo popular entre sus votantes. Así lo demostró la manifestación que ayer mismo reunía en las calles de Washington a más de dos millones de personas, muchas de ellas armadas, bajo el lema “Stop the Coup” (“Parad el golpe de Estado”).

Una expresión, golpe de Estado, que los demócratas han tardado en emplear y que, incluso hoy, muy pocos se atreven a mencionar en voz alta. La estrella de la CNN, Don Lemon, fue apartado de la pantalla hace diez días tras sugerir que Trump estaba a punto de convertir Estados Unidos en una dictadura “por la inacción de los demócratas”.

Los principales analistas políticos confiaban en que los engranajes de Washington evitasen este escenario, pero todos los sistemas parecen haber fallado y, a estas horas, medio país celebra el coraje de Trump mientras el resto del mundo contiene el aliento.

Se llega a esta situación apenas diez días después de que Trump destituyese por sorpresa al secretario de Defensa, Christopher C. Miller tras solo dos meses en el cargo. Miller, un veterano halcón que ocupó la silla de director en el Centro Nacional de Contraterrorismo, se opuso públicamente a movilizar el ejército para el control de los disturbios tal y como quería el presidente. Trump, a través de Twitter, lo acusó de trabajar “para los enemigos de América”.

Su inesperado relevo por Marjorie Taylor Greene, comunicado también por Twitter, causó malestar en la cúpula del Pentágono. Destacada simpatizante del movimiento QAnon, a su inexperiencia en el sector público se suma el carácter rudo y conspiranoico de sus declaraciones. “No estoy aquí para hacer amigos, sino para limpiar América de golpistas”, aseguró en su primera intervención pública, la misma en que anunció el despliegue de 250.000 efectivos militares por las principales ciudades del país.

En estos momentos, la página web de la Casa Blanca sigue atribuyendo a Donald Trump el cargo de comandante en jefe de la nación. También la agenda del presidente se mantiene intacta para los próximos días, lo que incluye un encuentro con la canciller alemana Angela Merkel. Esta misma mañana, sin embargo, la cancillería anunciaba que Merkel presentaba síntomas de gripe, lo que le impedirá desplazarse hasta Washington.

Bruselas confía en que la situación se aclare en las próximas horas. Si bien todos los líderes europeos felicitaron a Joe Biden tras la celebración de las elecciones, el silencio se ha impuesto desde entonces. Preguntado al respecto, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel ha asegurado que “Europa actuará como siempre ha hecho”. Hoy muchos se preguntan qué significa eso exactamente.

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