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Una guerra que desgarra a la izquierda

Pedro Sánchez junto a las ministras Irene Montero, Pilar Llop, Ione Belarra y Pilar Alegría en el acto del 8M

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Hay que centrar la República en la democracia y en lo que nos es común a todos los demócratas españoles

Manuel Azaña

Para intentar entender hay que salir de uno. Es tan corto el debate en nuestro país que se han expandido las agresiones verbales como si la tensión que se acaba de vivir dentro de Podemos, y entre una parte de los ministros de Podemos y los del PSOE, fueran una cosa patria que pudiera explicarse exclusivamente en términos locales. La fractura entre los socialdemócratas y los partidos a su izquierda y la división dentro de estos últimos es algo que se produce también en el resto de Europa en relación con la guerra de Ucrania. La única diferencia es que en el caso de las divergencias francesas o alemanas, es posible encontrar un debate de ideas mientras que en España la cuestión se está limitando a una especie de partido de fútbol entre hinchadas y a una pelea de referencias históricas o geopolíticas, sacadas de contexto en muchos casos, que no terminan de definir las líneas de divergencia reales y su implicación. 

Los partidos socialdemócratas europeos, igual que el español, tienen clara su postura, la común en las cancillerías de la UE. Los Verdes, franceses y alemanes, coinciden en líneas generales con un planteamiento que postula que “la Rusia de Putin no tiene ningún derecho sobre el destino de Ucrania” y con los que consideran que “es legítimo que una democracia se defienda por las armas del imperialismo ruso, lo que incluye el sostén militar a la resistencia ucraniana”, en palabras de Delphine Batho, de Génération Écologie. “Europa debe permanecer unida y extender sus sanciones como parte de un esfuerzo coordinado” ha dicho Alianza Verde que es partidaria de las sanciones, de la salida de las empresas rusas y de la mejora de la ciberseguridad “para evitar las campañas de desinformación masiva”. Los partidos verdes, incluido el alemán que forma parte del gobierno que ha incrementado históricamente el presupuesto militar, hacen hincapié en la oportunidad y la necesidad de avanzar hacia la independencia europea de los combustibles fósiles. “El poderío militar del régimen de Putin se ha construido con los beneficios de la explotación de las energías fósiles” y reconocen que “el espíritu depredador y antidemocrático ha cambiado de naturaleza” en palabras de Batto, que parecen indicar que la postura anti americana se ha quedado antigua ante la realidad del “nuevo orden que quieren imponer los dictadores como Putin”. Así que la ventana de oportunidad frente “al atropello histórico que estamos viviendo pide también una respuesta de fondo y un nuevo proyecto de civilización del que es portadora la República Ecológica”. Por resumir, los ecologistas europeos ven claro que la necesidad de independencia energética europea forzada por Putin lleva directamente donde ellos quieren ir, a las renovables. 

El partido más a la izquierda alemán, Die Linke, se ha inscrito mayoritariamente dentro de lo que recuerdan es la línea internacionalista de la izquierda: “este internacionalismo no ha sido jamás solidario con los autócratas como Putin. Nuestra solidaridad está con las gentes que en Ucrania se oponen al ejército ruso. Putin es el agresor y debe ser detenido”. Esta postura ha provocado una fractura pública de siete parlamentarios, encabezados por Sahra Wagenknecht, que se han posicionado contra la agresión de Putin pero echando parte de la culpa a Estados Unidos a los que achacan “una responsabilidad determinante en la situación”. Este sector rechaza las sanciones a Rusia y la ayuda con material militar a Ucrania, y siguen propugnando la salida de la OTAN y la construcción en Europa “de un sistema de seguridad colectivo del que forme parte la propia Rusia”. La parte mayoritaria de su propio partido, a través de Gregor Gysi, les ha acusado diciendo: “todo lo que os interesa es salvar vuestra vieja ideología”. No dejo de ver similitudes de esta postura con la mantenida en España por parte de Unidas Podemos. Una postura que se aleja de ese internacionalismo que considera que todos los pueblos del mundo, todas las personas, tienen los mismos derechos y que, por lo tanto, los ucranianos “tienen derecho a auto determinarse, a querer vivir en democracia, a querer ser independientes y a querer formar parte de la Unión Europea si así lo desean” y es que eso es lo que significa exigirles la neutralidad perpetua, el convertirse en el estado colchón que exige Putin. 

Podemos se ha posicionado al lado de figuras, más que abonar debates de ideas y, sobre todo, se han alineado con la de Jean-Luc Mélenchon, líder y candidato de La Francia Insumisa. Mélenchon propone la no alineación y la diplomacia como única vía, pero está en campaña y esta misma semana ha sido puesto contra las cuerdas en la tele. Tras decir que la respuesta de la UE ha sido nula y que él no tiene ninguna confianza en ella ha dicho: “Francia se defenderá sola. Tenemos un ejército completo. Cuidado con el que se meta con nosotros si soy yo el que dirige el país. La respuesta será fulminante. Si alguien ataca las fronteras de Francia, la respuesta será militar y terrible. Será la que debe ser”, dijo sin despeinarse el líder más a la izquierda de Francia, el único país de la UE que tiene la bomba atómica. No sé si alguien de Podemos suscribiría esas palabras pero, en boca del francés, no dejan de parecer una diferenciación muy clara entre el derecho de defensa del pueblo ucraniano -al que no se le pueden enviar armas- y el del pueblo francés, que las tiene por él mismo y una defección antieuropeísta grave. Además dejan bien claro que él de paz, amor, flores y unicornios, lo justo. 

La propuesta del partido de Mélenchon, geopolíticamente más elaborada que la de Ione Belarra, achaca a Putin la única responsabilidad del conflicto y se auto posiciona en lo que denomina “el campo de la paz” porque considera “inimaginable encontrarnos en una posición de cobeligerancia”, en palabras de su portavoz de seguridad, Bastian Lachaud. “Las sanciones pueden servir como una palanca si afectan a los oligarcas pero si afectan a los pueblos refuerzan los regímenes y acrecientan su influencia sobre los recursos”. Tampoco ve sin recelos el acercamiento económico que se está produciendo entre Rusia y China, para salvar las sanciones, porque “corre el riesgo de provocar un reajuste del orden político que convierta a Europa en una simple variable en el ajuste de poder entre USA y China”. Así que apuestan por un no-alineamiento “que no puede ser neutralidad entre el agresor y el agredido” y que precisa de “iniciativas diplomáticas radicales para reglar las diferencias acumuladas desde la guerra fría”. Así que sí, el partido de Mélenchon considera que hay que revisar todo lo ocurrido desde que la URSS se disolviera de forma caótica y “repensar la arquitectura de seguridad colectiva de Europa”, lo que supone revisar y poner en cuestión todo: “litigios fronterizos, alianzas militares, desarme mutuo”. ¿Es esto lo que Unidas Podemos propone también? Imposible saberlo. Si hay que decir claramente que, como La Francia Insumisa, propugna que un nuevo orden europeo deba ser repensado, por ejemplo en el marco de la OSCE, y reposando en el derecho internacional ¿por qué no decirlo? Eso implica, obviamente, abrir de nuevo todas las viejas llagas europeas e intentar cerrarlas de nuevo satisfactoriamente ¿para todos? en una negociación. Al menos lo dicen claramente aunque no hay ninguna certeza, ninguna, de que tal propuesta fuera suficiente para un líder ruso que está por la labor de aceptar e imponer una única visión de Europa: la suya. 

El pecado de todos ellos, como el de Unidas Podemos aquí, es el mismo, más allá de si sus propuestas son viables. En todos los países es evidente que los que han comido en las manos del autócrata ruso han sido los partidos de la ultraderecha, algunos de los cuales Abascal tuvo la debilidad de reunir en Madrid no hace ni un mes. Con estas disquisiciones, con estas disputas, con estos enfrentamientos públicos, todos han dado lugar a que la ultraderecha se escondiera detrás de una columna para ocultar sus vergüenzas y allí siguen mientras la izquierda se desuella. 

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