Manifiéstate, Alberto
Algo había que hacer ante tanto escándalo y en algo hay que mantenerse ocupado hasta que caigan las siguientes elecciones, debieron pensar en Génova 13. A falta de moción de censura, buenas son manifestaciones, aunque solo sea para confirmar lo que ya sabemos: que hay mucha gente muy en contra del gobierno de Pedro Sánchez. Sin banderas, pero con los lemas del Partido Popular. Puede que si alcanzan la decena haya otra manifestación de regalo o haya elecciones. Quién sabe.
Si todos cuantos invocan la Constitución del 78 para lo que haga falta se la hubieran leído algo más, mejor nos iría y no perderíamos tanto tiempo y esfuerzo. Su diseño para el Poder Ejecutivo responde a un objetivo fácilmente rastreable en la propia ponencia que la redactó: incentivar la estabilidad política y dificultar el filibusterismo.
Heredera directa de la Constitución Federal alemana de 1949 (art. 67 y 68) y su obsesión por impedir las coaliciones negativas urdidas solo para derribar al canciller de turno que tanto ayudaron al nazismo en su asalto al poder, buscando también evitar el desgobierno que marcaba entonces a nuestros vecinos, especialmente Italia, a base de censuras negativas sin más plan que tumbar al ejecutivo de otro, la Constitución del 78 obliga a gobernar a quien haya asumido la responsabilidad y previene que otros lo impidan sin más objetivo que la inestabilidad o forzar una repetición electoral por pura conveniencia.
Bloquear a un gobierno no lleva automáticamente a una convocatoria electoral. Ni siquiera hacerlo impidiendo la aprobación de un presupuesto. La decisión le corresponde al presidente del Gobierno y su posición está fortificada constitucionalmente. Pero no pierdan la esperanza. Existe una alternativa clara si se quiere cambiar a un ejecutivo bloqueado o inoperante. En nuestra Carta Magna (art.113) censurar al gobierno en ejercicio exige un candidato capaz de ganar por mayoría una moción de censura constructiva, que incluya un programa de gobierno que ha de ser refrendado por el legislativo. Normalmente el candidato se preocupa de buscar esos votos tejiendo alianzas, no se queda esperando a que se lo regalen o exigiendo se los entreguen avergonzados. Pero, oye, cada cual con su estilo.
Censurar para convocar elecciones inmediatamente, como se propone casi a diario en España desde hace una década, no dejaría de suponer un atajo legal que no se corresponde con el espíritu de nuestro texto constitucional. Si algo querían los padres de la Constitución del 78 era evitar esta política moderna donde, la misma noche del recuento electoral, ya comparece alguien reclamando que se vuelvan a convocar porque no le ha ido bien el resultado.
Si cada vez que sale una aritmética parlamentaria que sus señorías son incapaces de gestionar llegando a acuerdos que supongan comprometer sus programas y sus objetivos, exactamente lo que ha votado la gente al elegir no dar mayoría a ninguno, vamos a vernos en la tesitura de convocar elecciones de nuevo hasta que salga el resultado que les parezca bien a los candidatos, deberíamos añadir como condición inapelable que no repita en las listas los mismos líderes que han sido incapaces de cumplir con el mandato popular y sumar mayoría para gobernar.
Las urnas no se deberían poner para recompensar a los incapaces si no queremos acabar incapacitando al propio sistema. Votar no es una solución per se. Es el instrumento para elegir entre soluciones alternativas. Se llama política y funciona cuando se hace bien.
134