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Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Mover ficha

Archivo - El portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados , Gabriel Rufián, en el debate de investidura

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Ni la Legislatura está acabada ni el Gobierno está más fuerte que nunca porque se haya ido Pablo Iglesias y las riendas de la negociación con Podemos estén en manos de Yolanda Díaz. Entre el todo negro en el que se mueve Pablo Casado y el todo blanco con que La Moncloa dibuja el panorama, hay una gama de grises cuya evolución cromática depende solo de Pedro Sánchez. Ni de las vacunas, ni de la inmunidad de grupo, ni de la lluvia de millones para la reconstrucción nacional, ni de la España de 2050 con la que nos quieren apabullar.

Catalunya ha vuelto a colarse en el marco. Y no de la manera que esperaba el presidente del Gobierno, que afronta con preocupación el acuerdo in extremis del independentismo para reeditar la coalición de gobierno. No hace ni una semana que en La Moncloa se daba casi por segura la repetición electoral, una opción en la que los socialistas veían una oportunidad de resarcirse de la humillante derrota del 4M porque daban por seguro que Salvador Illa mejoraría incluso los resultados del 14F.

Sánchez, que se ha mostrado pesimista ante la dirección federal del PSOE con el acuerdo entre ERC y Junts en los mismos términos que lo hizo Salvador Illa al hablar de la “prórroga agónica de un fracaso”, sabe que su mandato no será ni más corto ni más largo porque la vacunación dome la pandemia o porque los fondos europeos permitan el inicio de la recuperación económica. Todo depende más bien de que los republicanos sigan prestando apoyo en el Congreso de los Diputados. Y aunque sabido es que no les une el amor sino el espanto y que la desconfianza es mutua, también barrunta que si no cumple con lo pactado, le resultará difícil llegar hasta 2023 sin convocar elecciones. Gabriel Rufián se lo dijo claro hace unos días: “No creo en ustedes. No creo en su voluntad, sino en su necesidad”.

En La Moncloa confían en que con un Govern presidido por ERC la vía separatista no vuelva a monopolizar el diálogo institucional y en que el independentismo haya aprendido del pasado y de las consecuencias de la vía unilateral, pero en el fondo admiten que por muchas diferencias que haya entre republicanos y exconvergentes que en el Congreso decidirán de forma autónoma y no en bloque, la independencia volverá al centro del debate nacional. Y ese es un marco que el PP aprovechará como ha hecho siempre que ha tenido ocasión para desgastar al PSOE, para confrontar territorios, para erigirse en único garante de la unidad nacional y para escalar posiciones en un tablero electoral que ya le sonríe con la desaparición de Ciudadanos.

ERC, que se mantiene firme en su rechazo a la unilateralidad pero no en el objetivo de celebrar un referéndum de autodeterminación, sabe que Sánchez está en un momento de debilidad tras la derrota en Madrid y que si quiere seguir contando con sus votos, tendrá que cumplir con los compromisos. Indultos y mesa de diálogo serán los primeros pasos a exigir. Los primeros llegarán en pocas semanas a la mesa del Consejo de Ministros, y el presidente hace tiempo que mostró su disposición a concederlos y a asumir el desgaste que le supondrá la decisión fuera de Catalunya. 

Pero hay más líneas rojas que los republicanos ya han hecho llegar, y que pasan por la derogación de la Ley mordaza y algunas cuestiones nucleares de la reforma laboral como la recuperación del precio de la indemnización por despido y los salarios de tramitación. Y saben cómo negociarlo: “El PSOE no hace, se le obliga a hacer”. Toda una declaración de intenciones y todo un recordatorio de que Sánchez no tiene mayoría absoluta, aunque en la relación con sus socios parlamentarios en ocasiones haya actuado como si la tuviera. Ahora toca decidir si se quiere una Legislatura que llegue a su fin o un anticipo electoral que no conviene ni a socialistas ni a independentistas en este momento pero tampoco el año próximo. Evitarlas pasa por mover ficha -que es lo mismo que arriesgar-  en busca de una y mil veces aplazada solución sobre el conflicto catalán, un asunto ineludible también para saber cómo será esa España de 2050.

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