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¿Otro mundo todavía es posible?

Evo Morales con Hugo Chávez durante un acto en Venezuela

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En plena década de los noventa, durante el auge del neoliberalismo a escala mundial, se desarrollaron formas de resistencia a ese modelo. En EEUU, en Europa, en América Latina, movimientos aislados algunos, coordinados otros, locales o nacionales, se unieron al grito de resistencia a la ola neoliberal.

Ese conjunto de movimientos y fuerzas se reunió, finalmente, en 2001, en Porto Alegre en el primer Fórum Social Mundial (FSM). La ciudad sureña de Brasil fue escogida por delante de otros núcleos de población latinoamericanos que, también, aglutinaron un gran número de movilizaciones antiliberales. Pero la responsabilidad recayó en la ciudad brasileña, ya que albergaba la sede de organizaciones como el Partido de los Trabajadores, la CUT (Central Única de los Trabajadores), el MST (Movimiento de los Sin Tierra), entre otros. 

Frente a la ola del pensamiento único y del Consenso de Washington, se definió “Otro mundo es posible” como lema del evento. Se reunieron miembros de los distintos grupos sociales, ONGs, intelectuales, militantes antineoliberales, entre tantos otros, en una sorprendente convergencia, que daría inicio al movimiento organizado de lucha contra el modelo predominante del capitalismo.

Casi 20 años después, ¿en qué punto se encuentra la lucha en contra el neoliberalismo? ¿qué ha pasado con el FSM? y, ¿todavía se puede decir que “Otro mundo es posible”?

Muchas cosas han pasado desde entonces, tanto en el mundo, como en la lucha contra el modelo. Donde más se ha avanzado ha sido, precisamente, en América Latina, donde seis gobiernos – en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador – han avanzado en la superación del neoliberalismo. Y lo han hecho asimilando planteamientos del FSM.

Esos gobiernos han priorizado las políticas sociales y la lucha contra el hambre, la miseria, la exclusión social y las desigualdades. Y lo han logrado, por cierto, en el continente mas desigual del mundo.

Esto ha terminado derivando en que los líderes de estos gobiernos – Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales y Rafael Correa – se han transformado en los principales líderes de la izquierda en todo el mundo. Además, se han vuelto referencias fundamentales en la lucha por otro mundo posible y han asumido la forma de la construcción de gobiernos postneoliberales.

¿Qué ha pasado mientras tanto con el FSM? Basta con decir que en el Fórum Social Mundial de Belem do Pará, en 2009, algunos de esos líderes tuvieron que reunirse fuera de la programación oficial, donde no cabían gobiernos que, obviamente, estaban del lado de los debates del FSM y del Estado como organizador de la sociedades y corrector de las injusticias.

Este rasgo es una debilidad que el FSM ha arrastrado desde su fundación. La concepción, importada del liberalismo clásico, se basa en la idea de oposición entre sociedad civil y el Estado, con la descalificación de este, como autoritario, ineficiente y superado históricamente. Esta idea se explora, por ejemplo, en ciertas visiones de varias ONGs y de algunos intelectuales, como John Holloway en su libro “Cambiar el mundo, sin tomar el poder”, así como en obras de otros pensadores europeos. 

Cuando estos gobiernos han representado la lucha más avanzada contra la tendencia neoliberal, el FSM se ha automarginado de esos procesos y se ha aislado de las nuevas generaciones de militantes. ¿Cómo se pueden implementar políticas sociales si no es a través del Estado? ¿Cómo sería posible implementar políticas de soberanía popular que no fueran mediante el Estado? ¿Cómo desarrollar procesos de integración regional y de intercambio Sur-Sur, si no es a través de Estados nacionales? La pandemia ha vuelto a recordar el papel insustituible del Estado. El drama de centenares de miles de muertos en los países donde se ha decidido debilitarlo, como en Brasil y Estados Unidos, es una trágica demostración.

En lugar de actualizar su carta original de fundación y abrir un camino para esta nueva realidad, transformándose en el espacio de intercambio y debate entre los gobiernos de cambio y los movimientos sociales, el FSM se quedó congelado en su formulación original, y ha, más bien, aislado a la sociedad civil que se encontraba integrada en el movimiento. Los gobiernos que dieron importantes pasos hacia la construcción de otro mundo no tenían cabida en la concepción superada por las condiciones concretas de la lucha contra el neoliberalismo.

En un momento en que, después de los avances de la primera década del siglo y los retrocesos de la segunda, y justo cuando está discutiéndose la vía que va a asumir la tercera década – especialmente en Argentina y México y tras el desenlace de las situaciones en Brasil, Bolivia y Ecuador - , es fundamental disponer de un espacio como el FSM. Tanto para hacer el balance de las experiencias vividas, como para discutir la situación de la lucha por un otro mundo en otras regiones del globo y constituir formas de coordinación entre todas los movimientos sociales.

Un documento recién publicado apunta hacia ello, con la proposición de abrir el FSM a una acción concreta, como actor con identidad, en la lucha por el nuevo mundo. Se apunta incluso a la idea de convocar un nuevo FSM en México, cuando las condiciones permitan desplazamientos y reuniones de personas.

Solamente así será posible rescatar el FSM e insertarlo en las luchas contemporáneas contra el neoliberalismo. Solamente así podremos recuperar la posibilidad de construir un nuevo mundo.

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