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Opinión - Así se desmonta un bulo de Vox en directo. Por Raquel Ejerique

Es Navidad en el PP

El presidente del PP, Pablo Casado, durante el pleno en el que se debate la moción de censura planteada por Vox, en el Congreso de los Diputados.

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He vuelto a leer, con la serenidad que permite el paso del tiempo, la intervención de Pablo Casado en la moción de censura de octubre pasado, y me doy cuenta de que me precipité al celebrar lo que muchos interpretamos en aquel momento como una valiente declaración de ruptura del líder del PP con el partido de extrema derecha Vox. Ya fuera por falta de perspicacia hermenéutica o por ese anhelo voluntarioso que los anglosajones denominan wishful thinking, pensé que el discurso abriría la puerta a un nuevo escenario político en el que no cupieran los promotores del odio y apologetas de dictaduras.

Pero no: bajo un ropaje retórico de grandes compromisos con la democracia, la convivencia, el liberalismo, el europeísmo y otros sustantivos polisilábicos que se atravesaron en el camino, lo que encerraba en el fondo aquella intervención era furia y despecho contra Santiago Abascal por haber osado arrebatar al PP el liderazgo como principal partido de la oposición. “Históricamente, las únicas mociones con sentido han sido las presentadas por el partido que lidera la oposición”, espetó Casado al líder de Vox, a quien acusó, invocando a un personaje muy querido por los estrategas del PP, de “haber ejercido de Víctor Frankenstein para suturar las cicatrices que se estaban abriendo en el Gobierno de Sánchez”.

Si traigo a colación aquel discurso es para señalar que no me sorprenden las últimas noticias que nos llegan del partido de la gaviota. Por una parte, el argumentario que la dirección del PP ha enviado a sus cargos para que, en sus comparecencias públicas durante las festividades navideñas, mantengan activa la campaña de hostigamiento contra el Gobierno, al que deberán referirse con epítetos como “mentiroso” o “cobarde”. Por la otra, el pacto alcanzado en el Ayuntamiento de Madrid por el gobierno PP-Ciudadanos con Vox para la aprobación de los presupuestos para 2021.

El hecho de que no haya tregua ni siquiera en unos días que se suelen asociar con recogimiento espiritual es revelador sobre el estado de ansiedad de Casado. El líder conservador se encuentra atrapado entre el ascenso tozudo de Vox en las encuestas y la creciente popularidad de Isabel Díaz Ayuso, por un lado, y la relativa estabilidad del Gobierno PSOE-Unidas Podemos, pese a las fricciones ocasionales entre los socios y el descenso de ambos en los sondeos. Los fuertes vientos políticos que soplan en todas las direcciones formando un incontrolable torbellino no le están facilitando a Casado su anunciada travesía hacia el centro y la homologación de su partido con otras formaciones europeas como el CDU de Merkel, si es que esa fuese su sincera intención. La inminente llegada de milmillonarios fondos europeos para paliar la crisis del coronavirus seguramente exacerbará más los ánimos, puesto que la derecha no se resigna a que esa lluvia de recursos sea gestionada por una horda de socialcomunistas-apoyados-por-filoetarras-e-independentistas, con todos los réditos políticos que llevará aparejado el privilegio de tener semejante sartén por el mango.

Por otra parte, el acuerdo presupuestario con Vox en Madrid quitará inevitablemente argumentos a Casado para seguir acusando al Gobierno central de contar con los votos de EH Bildu para sacar adelante iniciativas legislativas. También empañará la imagen de progre que lleva mucho tiempo intentando construirse el alcalde Martínez-Almeida con la ayuda entusiasta de medios amigos. Y deja en una situación más que comprometida a Ciudadanos, que no por esquivar la foto del pacto podrá eludir su responsabilidad en una movida impropia de un partido que se declara centrista y liberal. Para sacar adelante los presupuestos, el PP y Ciudadanos admitieron 40 de las 43 enmiendas presentadas por Vox, entre ellas algunas claramente retardatarias, como el aumento de subvenciones a fundaciones antiabortistas, la eliminación de aportaciones al colectivo LGTBIQ o la equiparación de hombres y mujeres en los apoyos a las víctimas de violencia de género.

No nos engañemos: el problema de Casado no es Sánchez. Ni Iglesias. Ni Otegui. El problema en este momento lo tiene a su derecha, como ya lo dejaba patente en su célebre discurso de la moción de censura. Ante el embate de los bárbaros Abascal y Ayuso no le será nada fácil mantener una actitud equilibrada, si es que esa fuera –insistimos- su sincera pretensión. Que desde los cuarteles del PP se llame a rebato a los cargos para que arremetan contra el Gobierno en plenas fiestas navideñas no refleja poderío, sino debilidad, porque responde a la necesidad colegial de demostrar a los suyos que él también domina el arte de la camorra. Como también es señal de debilidad el pacto que uno de sus hombres de confianza se ha visto obligado a sellar en el Ayuntamiento de Madrid con el partido que lo desafió en octubre en el Congreso de los Diputados.

Veremos qué PP surge de las cenizas de este 2020 que merece ser borrado del almanaque. ¿Introducirá Casado cambios en su errático liderazgo para avanzar hacia una moderación creíble o se dejará arrastrar a una guerra perdida de antemano contra Ayuso y Abascal en los terrenos que estos le impongan? Algunos han utilizado el último barómetro del CIS, según el cual solo el 0,3% de los encuestados considera un problema la monarquía, para alegar que el debate sobre la Corona es “artificial”, ya que “no interesa a la gente”. El argumento es tramposo, por razones que no viene al caso explicar. El hecho es que, si se aplica el mismo razonamiento a otros apartados de la encuesta, habría que considerar artificiales algunos debates bastante queridos por la derecha: sobre las tensiones separatistas, porque la independencia de Cataluña solo preocupa al 1,4%; sobre los nacionalismos, porque solo inquietan al 0,2%; sobre la supuesta falta de libertades en España, que ni siquiera alcanza la categoría de problema. Habría, por otra parte, que archivar el debate sobre la violencia de género, porque solo preocupa al 0,4% de los encuestados. ¿Atinará Casado a distinguir en este maremágnum barométrico los problemas reales de los artificiales y construir una agenda útil para los intereses generales del país?

Nota. Deseo unas felices fiestas a todos: al 20,1% de católicos practicantes; al 41,6% de católicos no practicantes; al 34,4% de agnósticos, ateos e indiferentes; al 2,7% de creyentes de otras religiones, y al 1,2% que no contesta a la pregunta del CIS sobre las creencias. Menos mal que no prosperó la propuesta de un diputado de Vox para que se impidiera el desplazamiento para Navidad de “ateos, comunistas y podemitas”. Por fortuna, los pactos del PP y Ciudadanos con el partido de Abascal no llegan aún tan lejos.

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