El Patio Maravillas: 'Omnia sunt communia'
Guillermo Zapata y Pablo Carmona prometieron su cargo como concejales de Ahora Madrid con la expresión Omnia sunt communia, un grito anabaptista con el que se identificaba y se identifica todavía hoy la filosofía de los bienes comunes, “todo es de todos”. En estos días, uno de ellos, Guillermo Zapata, ha sido juzgado por un delito de usurpación, junto a tres personas más; ha sido juzgado por ocupar sin autorización un edificio vacío, abandonado durante años, y mantenerse allí contra la voluntad de su “legítimo” propietario. Como en el Patio Maravillas estaban implicadas miles de personas, puede pensarse que lo que se ha hecho en este juicio ha sido juzgar a todas ellas, juzgar al Patio Maravillas en su totalidad, como proyecto, como emblema de la ciudad de Madrid, como el referente social y cultural que ha sido durante nueve años.
En el Patio se ha creado en este tiempo un espacio de cohesión social invaluable, se han dinamizado los procesos políticos que oxigenan ya algunas de nuestras ciudades, y se ha articulado esa forma de hacer política que hoy es una amenaza para oligarcas depredadores, élites extractivas, y partidos políticos especialistas en poner los servicios públicos y los bienes comunes al servicio de intereses privados, de grupos de presión y de lobbistas. Y no deja de ser curioso que se juzgue a estas personas en la misma semana en que se ha conocido una nueva parte del sumario de la Púnica y se ha difundido un escrito judicial que estrecha el cerco a Manuel Chaves y José Antonio Griñán por el caso de los ERE. Es curioso, digo, por no decir siniestro.
Hace un año el Patio Maravillas era sede de Yo Sí Sanidad Universal, un grupo cuyos integrantes acompañan a inmigrantes sin sanidad pública a los centros de salud para ser atendidos, No Somos Delito, que centra su batalla en la oposición a la llamada Ley Mordaza, o Juventud Sin Futuro, entre otros muchos movimientos y organizaciones, todas ellas, como ven, de indudable orientación delictiva. El Patio, como La Casa Invisible en Málaga, Calafou en Barcelona, el Astra Guernika en Guernika, el Ateneu Candela en Terrassa, favorecía, además, la experimentación tecno-política, el desarrollo de la cultura libre, la investigación estética, y la exploración de nuevos lenguajes e imaginarios, frente al discurso cultural hegemónico, plano y moribundo que sufrimos con frecuencia. Una cultura política interactiva, coparticipada, policéntrica, transversal y transformadora, cuya proyección se ha reconocido nacional e internacionalmente, y que muchas ciudades en Europa no dudan en cuidar, mimar y estimular.
En este país, sin embargo, lejos de mimarla, se puede llevar a juicio un proyecto de este tipo, el derecho a crear ciudad y ciudadanía, si se osa poner en cuestión la sacrosanta propiedad privada; sacrosanta porque, por lo que parece, para algunos sigue siendo todavía un derecho natural inviolable de carácter pre-político, obviando por completo que es la función social la que delimita su contenido, tal como reconoce nuestra propia Constitución. De hecho, la propiedad privada debería orientarse siempre a la protección de los comunes porque toda propiedad es pública en la medida en la que el poder último de decisión sobre la titularidad de un bien pertenece a la comunidad; el derecho de cada particular sobre su bien, decía Rousseau, está subordinado al derecho que tiene la comunidad sobre todos los bienes, aunque ya sabemos que nuestra apuesta política no ha sido nunca esta y que no ha llegado jamás tan lejos.
Con todo, sin necesidad de ir más allá, solo con defender una cultura liberal más atemperada y asumir nuestro marco constitucional, podría haber buenas razones para defender el derecho a la ciudad frente al capital especulativo, y frente a agentes privados que abandonan y arruinan edificios; que nos han desposeído de nuestros centros urbanos para después condenarlos a la más decadente esterilidad. Si la ciudad es, como creo, un espacio social vivido e imaginado, un espacio relacional de con-ciudadanos, no un mejunje de individuos fragmentados y un aparataje administrativo, nuestras instituciones deberían reflejar los procesos vitales de las personas que la viven y la reconocen como un lugar propio. Si la ciudad es, en sí misma, un bien común, y si la propiedad privada está limitada por su función social, la condena penal debería estar completamente fuera de lugar.
Es más, deberíamos estar orgullosos de que esa ciudad como bien común pueda ser el fruto de la acción colectiva de una ciudadanía crítica y activa, de un liderazgo público y compartido que dignifica los barrios, en lugar de criminalizar el activismo social, mientras los que roban, malversan fondos y prevarican, andan por las calles impunemente como si fueran solo suyas.
El viernes supimos que, quizá por presión o por temores, la empresa titular del inmueble acabó por retirar la acusación. El grupo municipal lleva trabajando un tiempo en una Red de Espacios Ciudadanos para albergar en edificios vacíos a colectivos como los que albergaba el Patio, y el Área de Coordinación Territorial del Ayuntamiento de Madrid ha aprobado un protocolo para lograrlo. El mismo grupo municipal ha firmado un manifiesto de apoyo a su concejal y a las otras tres personas juzgadas por usurpación. No obstante, y pesar de todo, la Fiscalía ha decidido continuar con el caso mostrando una cerrazón legalista que pasa como una apisonadora por encima de cualquier reclamo.
Así que si la historia continúa, ha de continuar también la resistencia. Frente a la cerrazón de un sistema bloqueado y rígido necesitamos una ciudadanía combativa que piense la democracia como una insurgencia, como dice Balibar; como una insurrección justificada en la lucha por sus derechos y el bien común. Una ciudadanía que luche, por supuesto, desde el civismo y los deberes compartidos de civilidad. Precisamente frente a tal cerrazón es frente a la que hay que mostrar valor para no abandonar, para no dar un paso atrás, recordando sin descanso las razones que nos han llevado a apostar por esa red de ciudades rebeldes que tenemos ya en nuestro país. Precisamente ahora, amigos y amigas del Patio, es cuando hay que gritar con más fuerza, con algunas voces amigas que ya gritan desde Barcelona: “no oblidem mai qui som ni per qué som aquí”.