PP: un candidato sonado, una rival conflictiva
El Partido Popular avanza en su carrera de desastres con un candidato a la presidencia, sonado, que parece no entender su situación y con la voz de la involución permanente que, desde Madrid, pide guerra total. Un país democrático del siglo XXI, cuarta potencia de la Eurozona, no se puede permitir las amenazas de la presidenta de la Comunidad que alberga la capital. No está en una de sus terrazas tomando cañas, es una declaración institucional en la que dice de Pedro Sánchez y sus aliados: “nos llevan al combate, como en el siglo XX” y si eso no es apología del golpismo, ustedes dirán. En la maltrecha opinión que la guía, Ayuso habla deliberadamente de “bandos” como suelen hacer quienes amparan el golpe de Estado de 1936. Acusa al Gobierno en funciones de romper la convivencia cuando es ella el mayor germen de crispación que tiene España. Y, en papel de redentora, presume de tal manera de lo que no ha hecho que un día la podremos oír diciendo, perdón leyendo, que es por ella y su Madrid que sale el sol cada mañana.
España tiene un problema muy grave con Ayuso y, no por avisarlo, ha dejado de aumentar. En Portugal, la Fiscalía investiga al líder de la extrema derecha por difundir bulos en redes sociales. La presidenta de Madrid no solo distribuye con altavoces mediáticos sus insidias, sino que hace una constante llamada a la confrontación con el gobierno legalmente constituido. Con el que acaba ahora su mandato no ha dejado de hacerlo, y se prepara para seguir la misma línea. No admite otro mando que su derecha extrema, todo lo demás sobra.
La democracia -el mejor sistema político a pesar de sus imperfecciones- tiene lagunas como admitir partidos fascistas que no respetan en su totalidad los Derechos Humanos y a tiznados por las corrupciones como es caso del PP. Desde el sesgo totalitario de sus miembros más radicales, son ellos los que no admiten a partidos democráticos, con toda la legitimidad para gobernar, aliarse o lo que les parezca oportuno. Todos dependen del voto de los ciudadanos. Ése que ha elegido - insistamos - a la España real, a la “periferia” frente al Madrid tóxico de Ayuso, precisamente. A pesar del descomunal apoyo que involucró -ensuciándola- hasta a la demoscopia y -más de lo que estaban si cabe- a los medios al servicio de la derecha. Por recordar una obviedad: los medios deberían informar, no estar a otro servicio que el de los ciudadanos.
Se redondea el gran fiasco del PP en la elección de sus candidatos. Sin duda alguna, sus tropelías les pasan factura, pero no es la única causa, aunque influye. Tras echar a Casado en la forma que todos sabemos, recalan en Feijóo, que nos sitúa ahora mismo en un momento delicado. Porque ha involucrado hasta al jefe del Estado y a la recién nombrada presidenta del Congreso en su insistencia de querer ser presidente sin tener los apoyos suficientes. No es ninguna minucia, es no tomarse en serio las instituciones. Ninguno de los implicados ha estado fino en esta coyuntura. Y a continuación, como un pollo sin cabeza, danza por el corral llegando a proponer a Sánchez dos años de gracia para gobernar y poder “derrocar” el sanchismo, como confirma otro de los actuales adalides del PP, Borja Sémper. Feijóo dispone así de casi un mes para seguir mostrándose como un auténtico trovador de las mañanas, un derrotado dentro y fuera de su partido que insiste en inmolarse en el Congreso. Casi un Tamames que al menos consiguió lo que quería: fama y pasta.
Produce hasta vergüenza ajena oír los lamentos de Feijóo diciendo cosas tales como que no quiere ser presidente a costa de menoscabar la igualdad de todos los españoles. Que por supuesto no se refiere a la auténtica igualdad sino a esas entelequias del ultranacionalismo español. “Es posible que defender la igualdad de todos los españoles nos deje sin la Presidencia”, dice. Él que ha buscado el voto de los nacionalistas que son buenos o malos según le conviene. Y encima la madama califica sus contactos de bisoños, cuando no es bisoñez sino desesperación.
Feijóo es otro juguete roto del PP pero no da ninguna lástima tras haber visto su comportamiento, sobre todo en el cara a cara de Atresmedia. Casado tuvo mucha más dignidad. Ayuso todavía es peor. Nadie con un gramo de conciencia puede olvidar su protocolo de la vergüenza para los geriátricos, que, si bien obvia la justicia, demuestra una falta de sensibilidad absoluta, de piedad, una carencia total de eso que llaman alma. Precisamente ella, en sus arengas de la reentré tras el verano, suelta entre otras muchas insensateces su preocupación porque, según dice, ahora “se criminaliza la vida normal y se normaliza el crimen”. “Y delinquir es normal”, concluye, nada menos. Ay, esa justicia española. El Poder Judicial sigue en manos del PP, tras cinco años ya de que haya caducado su mandato, porque les sale de las gónadas a los mandos del partido.
Las graves soflamas de Ayuso no son diatribas de dialéctica política, son torpedos desestabilizadores de la democracia, inadmisibles. Ayuso y sus comparsas están destruyendo el PP, del mismo modo que Trump ha destrozado el Partido Republicano de los Estados Unidos, marcando un acentuado declive del país que ha venido siendo primera potencia mundial. Es origen y consecuencia al mismo tiempo.
“El poder estadounidense acaba de recibir un gran golpe. La expansión de los BRICS muestra un debilitamiento de la hegemonía de EEUU en el poder global”, escribe Sarang Shidore en The New York Times, en línea con la opinión de otros prestigiosos analistas internacionales. El proyecto de los BRICS es a largo plazo, pero su auge indica el claro declive estadounidense al que le vemos hacer aguas con Trump como causa y efecto. Positivo o negativo está por ver, lo que parece poco sensato es lanzarse a los abismos sin red. Y es lo mismo que está haciendo el PP. No desdeñemos tampoco en el equilibrio global los golpes de Estado que se están produciendo en África con el denominador común -entre la diversidad de sus motivaciones- el sentimiento identitario antifrancés. En este contexto, Ayuso soltando amenazas golpistas porque no admite otra ideología que la suya y un desnortado candidato al que aún le espera una autentica travesía del desierto hasta el fracaso de la investidura en la que se empecinó produce vértigo. Para el propio país que lo sufre. Y más si se dan por hechas sus acreditadas malas artes.
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