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Siniestro total, Alberto

Archivo - El líder del PP estatal, Alberto Núñez Feijóo, en un acto político.

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Entre gallegos, con cariño, nadie mejor que nosotros para reconocer un siniestro total cuando lo tenemos delante. Eso ha sido exactamente la carallada -otro término técnico que sólo nosotros sabemos qué significa realmente- montada con el CGPJ. Que no te engañen esos amigos que ahora se te arrejuntan en Madrid como si estuvieran preocupados por ti y por España. Ellos no te quieren como nosotros. Te aceptaron porque no les quedaba otro remedio y ahora te soportan porque aún andan reuniendo el valor, pero quieren a otra; siempre han querido a otra. Díselo a Moreno Bonilla, a ver si se entera de una vez. A él tampoco le quieren, sólo le aprovechan. Nada resulta más letal en política que confundir la necesidad con la adhesión.

El mayor acierto de la ascensión al liderazgo de Núñez Feijóo fue sacar al PP de la esquina donde lo había encerrado Pablo Casado. Eso reflejaron casi al instante las encuestas. Con la llegada del hombre de las cuatro mayorías absolutas y el porte de administrador respetable, el PP volvía a ser el partido que podía ganar unas elecciones y gobernar. El notable despiste con que los socialistas recibieron al nuevo líder de la oposición resultó, además, una ayuda más que apreciable.

Pero nada dura mucho en la era de lo líquido. Los socialistas y Moncloa reaccionaron a unas encuestas que eran como warnings enfurecidos y el nuevo líder resucitó, contra todo pronóstico, las dos carencias que parecía haber ido corrigiendo con los años y la experiencia, y haber dejado atrás con la pandemia; cuando supo acreditar al tiempo solvencia y sentido institucional. Su primera carencia residía en su sorprendente falta de criterio en los asuntos de verdadero calado y la segunda en una tendencia a inclinarse siempre por la solución menos incómoda y menos trabajosa, antes de por la mejor.

En apenas un verano le hemos visto pedir que se aumente el gasto y que se reduzca, reclamar planes de ahorro energético y votar en contra de varios, demandar que se bajen impuestos a la clase media y aplaudir cuando se le reducen el doble a los más ricos, despreciar la excepción ibérica y abrazarla, pedir que se bajase el IVA de la luz y el gas y votar en contra cuando se hizo, apostar por el bilingüismo cordial y reclamar la reconquista del castellano… La yenka de Feijóo no ha tenido fin. Enfrentado a sus contradicciones, el líder elegido por aclamación siempre ha tirado por la solución más fácil, patada adelante y a seguir, en lugar de resolverlas ahora que podía. El resultado ha sido volver a encerrarse él solo en una esquina muy parecida a donde acabó Casado; algo que las encuestas han empezado a reflejar de manera también casi inmediata.

La no renovación del CGPJ ofrece otro ejemplo de esa renovada falta de criterio. Si lo hubiera tenido claro desde el primer día, el acuerdo se habría cerrado en dos días para evitar el ruido interno. Lo sabemos usted, yo y Feijóo. Pero no lo tenía claro. O mejor dicho, iba por días: hoy sí, mañana no. La duda alimenta la dilación y los retrasos permiten la conspiración. Argumentar la reforma del delito de sedición como excusa, cuando llevaba semanas hurgando en la herida de la coalición con el nombre de Victoria Rosell, parece de niños pequeños, de irse del pueblo si no sabe aguantar una broma que diría Gila.

No renovar el CGPJ es malo porque le aleja del centro y le echa al monte. Suspenderla con los argumentos empleados lo convierte en una catástrofe. Alegar que únicamente va a pactar con quien él diga y como él diga, legitima a los demás para cambiar las normas y dejarle fuera, aunque solo sea por el bien común y el equilibrio del sistema. El tiempo y la forma elegidos para romper devuelven a Díaz Ayuso al estrellato de la política nacional de una manera que sólo ella puede estropear con su afán de protagonismo; además, han expuesto ante todos con crudeza que Moreno Bonilla está dispuesto a hacerle a Feijóo exactamente lo mismo que este le hizo Casado. Lo mires como lo mires, siniestro total, Alberto. No le des más vueltas. Como bien reza la canción, es hora de recordar que nosotros somos seres racionales, de los que toman las raciones en los bares.  

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