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La socialdemocracia: el problema de la falta de proyecto

El CIS sitúa al PSOE en cifras récord y apunta una fuerte caída de Ciudadanos

Gemma Ubasart i Gonzàlez

A estas alturas del partido, cada una se ha construido con sólidos argumentos su idea de cuándo, cómo y quién hizo saltar por los aires el acuerdo entre el PSOE y Podemos. Información y razones se han multiplicado en el espacio mediático y, a día de hoy, creo que no existe ninguna persona “politizada” que esté en disposición de cambiar de opinión. Cabe decir también que la mayor parte de votantes hace tiempo que ha desconectado, que se ha perdido en el juego maquiavélico en el que asesores de comunicación y expertos en tacticismo han empujado a la vida política española.

Por todo esto no voy a ahondar más en las circunstancias de la investidura fallida. En los siguientes párrafos intentaré profundizar en el porqué, en las razones de fondo. Un porqué contextualizado en el caso español, pero que podría ser aplicado en otros lugares. Vamos por partes.

Contra todo pronóstico, y cuando ya se daba por muerto políticamente, Pedro Sánchez gana las primarias del PSOE en primavera de 2017, supera con éxito la moción de censura en primavera de 2018 y consigue unos buenos resultados en las elecciones generales un año después. Su resurrección la hace enarbolando la bandera de la izquierda. Es más, el secretario general del PSOE se podemiza tanto en contenidos como en formas. Reflota una organización socialdemócrata (muchas de ellas han naufragado en Europa) proponiendo más progreso y más plurinacionalidad. Recuerden a modo de ejemplo a militantes del partido frente a Ferraz coreando “sí se puede” y “con Rivera no”. ¿Es el Pedro Sánchez post-primarias el de siempre? Seguramente no. ¿Es aquel Pedro Sánchez una propuesta que va más allá de la vieja guardia socialista? Seguramente sí.

Ahora bien, después de las elecciones generales Pedro Sánchez bascula. De hecho, ya empezó a hacerlo con la negociación de los presupuestos y el affaire relator que acabó con el voto negativo de los independentistas catalanes a la tramitación de las cuentas y la posterior convocatoria electoral. El líder socialista se desapega de parte de las fuerzas que le habían llevado a la presidencia. ERC, JxCat y Bildu le resultan incómodas. Posteriormente el turno le llega a Podemos. Después de las elecciones del 28A el líder socialista abre su abanico de preferencias: gobierno con Ciudadanos, apoyo a la investidura de PP, etc. Desea muy fuerte desapegarse también de los morados.

Algunos hablan del objetivo de destruir a los de Pablo Iglesias y del anhelado retorno al bipartidismo. Y es así. Pero también está la voluntad de seguir la consigna del establishment (local e internacional). Construir un gobierno de más de lo mismo, al que no se le ocurra subir el SMI, poner un tope al precio de la vivienda, revertir la reforma laboral o abrir el debate sobre la organización territorial. Para eso necesita de la participación de Ciudadanos. Si Rivera no estuviera enfrascado con su propia guerra para ser fuerza hegemónica en el ala derecha del tablero, actualmente tendríamos ya ejecutivo en funcionamiento, con el líder de los naranjas de vicepresidente.

Mientras Sánchez ha restado en la provisionalidad, el relato de las izquierdas y la plurinacionalidad le han servido para crecer. De hecho, ha acertado en el análisis que constata que las socialdemocracias en nuestros días fracasan (en Europa, EUA, etc.) cuando asumen los postulados neoliberales. La vía Blair hace tiempo se ha agotado (electoralmente). Ahora bien, cuando al líder socialista se le presentan cuatro años para gobernar y asumir los grandes retos de país, el miedo le paraliza. El tránsito del relato a la propuesta se gripa. Los socialistas hace mucho en algunos temas van a remolque del imaginario del PP (ahora tambien C's o Vox). La cuestión nacional es un claro ejemplo. Pedro Sánchez sobrevivió sobrevolándolo. Parece que vuelve a él. Ser ambicioso en afrontar los grandes retos de país pasa por tener claro proyecto y aliados, con enormes dosis de confianza. Porque no es fácil. Porque supone enfrentamiento con el statu quo.

Construir otro mundo posible a partir de políticas públicas valientes de pre- y re-distribución solamente puede hacerse con la izquierda. Construir una nueva España que se quiera plural y plurinacional requiere de unas buenas relaciones con las fuerzas periféricas. El problema, entonces, radica en la falta de proyecto. De proyecto de país, más allá del relato. Y no es al único partido socialdemócrata al que le sucede en nuestro continente.

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