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Younes y Samuel

Manifestación en Madrid en protesta por el asesinato de Samuel Luiz / OLMO CALVO

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En marzo de 2012 un joven homosexual, Daniel Zamudio (25), fue atacado y torturado hasta la muerte por un grupo de hombres que lo golpearon durante horas en el Parque San Borja de Santiago de Chile luego de salir de una discoteca gay. Al día siguiente el escritor Pedro Lemebel, que todavía estaba vivo, escribió en su Facebook solo una frase mustia: “bestias crueles de los parques”. Lemebel conocía muy bien a esas bestias, a los “matacabros”, como se les llama a los agresores de maricas con pluma en mi país. Había palpado muy bien la esquina de su odio, las salidas de las discotecas, los parques oscuros. En sus libros hay mariconas violadas, golpeadas, asesinadas, por nazis, por machos, por policías, por toreros que prefieren matarlos antes que aceptar que las desean. Esas bestias socializadas en la crueldad y programadas en el desprecio por la vida repiten su accionar macabro hasta hacerlo cotidiano, casi normal. Por eso ha vuelto a pasar con Samuel en Coruña, al grito de maricón. Y pasa todos los días.

Hay que ser un señor muy hetero que escribe en Voz Populi o en El Confidencial para pensar que esas yeguas apocalípticas trepadas sobre carrozas de fresas con nata como Lemebel son burguesas que nos distraen de la revolución, izquierda queer brilli brilli sin lucha, sin tragedia, sin dolor. Bestias crueles de las redes, que sepan que esas locas son la revolución, tienen heridas, cuidan a sus padres enfermos, caminan por la calle con miedo, se juegan la vida mientras brillan y ríen desbocadas. Y encima las matan. Lemebel también decía que para fundar una nueva izquierda que nos incluya debíamos “crear, forjar, poder copular”. Aprendan.

Pero las maricas no están solas. El lunes se dejó muy claro en las calles de toda España.

Hay que ser un señor muy blanco que escribe en cualquier digital de derechas para tildar al movimiento antirracista y a sus luchas de meramente identitarias, de ser una moda traída de Estados Unidos ante el cadáver aún fresco de Younes Bilal, el hombre marroquí asesinado a tiros en Murcia después de haberle preguntado a su asesino qué tenía contra los moros a los que insultaba. El día después de que mataron a Younes la Plaza del Sol de Madrid no estaba colmada de gente como el lunes por Samuel, no llegábamos a cien personas. Aún estamos demasiado solas. Pero a Younes también lo mataron por ser quien era. Porque mantenemos relaciones de poder colonial, porque la supremacía blanca se impone y subordina al resto con violencia.

Hay que ser muy blanco y muy de extrema derecha y formar parte con honores de este sistema racista para haber respaldado la estulticia del cartel de Vox contra los menores migrantes, como acaba de hacer la Audiencia Provincial de Madrid, justificando la violencia contra un colectivo vulnerable. Porque detrás de los matacabros y de los asesinos racistas hay otros que nos señalan; porque hay quienes normalizan la violencia y quienes la ejecutan; quienes banalizan y torpedean nuestras luchas en lo simbólico y quienes atacan físicamente a los sujetos políticos de éstas. Y todos tienen nombre y apellido. Todos exhiben su potencia de bestias crueles ante las masas. Ostentan ante las bestias aspirantes, porque así mantienen su estatus de bestias. Y el resto de la manada copia, efectúa, pega el tiro de gracia. Mientras Vox, la Bestia, siga siendo un partido más, una voz en los medios, una que se llena la boca de la palabra legalidad en el Congreso cuando deberían ser ilegalizados por extremistas, estaremos desprotegides.

En uno de sus relatos, 'Las amapolas también tienen espinas', Lemebel describe con su estilo de copla prostibularia cómo una escena de carnalidad entre dos hombres muta repentinamente en crimen. De la carnalidad a la carnicería: “se cobran en el pellejo más débil, el más expuesto”. Lo hacen contra los más débiles y expuestos porque pueden hacerlo, porque existe una maquinaria de muerte perfectamente aceitada que avala sus crímenes.

Las mujeres salieron a la calle contra las manadas del mundo, Black Lives Matter se hizo oír contra las agresiones racistas de cada día, la resistencia y la furia trans salieron contra los que les dicen que no tienen derecho a existir. Y porque salimos, hoy vivimos las represalias, nos han declarado la guerra: Feminazis, locas, moro de mierda, te mato maricón, persona ilegal, madre secuestradora, maldita sudaka te voy a acuchillar, diversidades tramposas, ministra feminista peligrosa, misóginos con vestido, mantero mafioso que te lucras y quitas el trabajo a los españoles de verdad. Pero las luchas sociales del presente las habitan nuevas subjetividades, cuerpos e historias, pese a quien le pese, y el horizonte no es otro que el de la resistencia común, por Younes y por Samuel.

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