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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Evitará Cataluña que Podemos llegue a la Moncloa?

Lluís Orriols

Desde su estelar aparición en las elecciones europeas, el fenómeno Podemos ha supuesto un potente tsunami que ha devastado el panorama político español. Su paso ha dejado numerosos damnificados no sólo entre los grandes partidos, que han visto como se derrumbaba el bipartidismo, sino también entre los más pequeños, que desde entonces no han parado de retroceder en las encuestas.

Sin embargo, al llegar a Cataluña, Podemos se ha encontrado con un inesperado dique que ha reducido sus devastadores efectos: el independentismo. Podemos ha conseguido romper la lógica izquierda-derecha en el resto del Estado y, con ello, imponerse como primera fuerza en intención directa en las encuestas. Pero el partido liderado por Pablo Iglesias no está consiguiendo deshacerse con la misma habilidad de la lógica independentista que impregna la política catalana desde hace unos años.

Es bien sabido que el éxito de Podemos radica en su capacidad de marcar la agenda política. Sus líderes han sido sumamente hábiles en relegar a un segundo plano aquellos temas divisivos en los que su ideario está muy alejado de la mayoría de los votantes y sustituirlos por temas de relativo consenso (por ejemplo el hartazgo con los partidos tradicionales y la clase política) en los que la mayoría de votantes ven a Podemos como el partido más competente. En realidad, esta estrategia no es nueva en nuestro país. El PP de José María Aznar obtuvo unos excelentes réditos electorales cuando consiguió que el debate en torno a la economía ( “España va bien”) se impusiera a la lógica izquierda-derecha. Y es que tanto PP como Podemos se encuentran muy alejados ideológicamente de la mayoría de los españoles, por lo que no es de su interés que la competición política se produzca en clave izquierda-derecha.

No obstante, esta habilidad de Podemos de marcar la agenda política se diluye en Cataluña. El motivo es que el escenario político de esa comunidad autónoma se encuentra cada vez más polarizado. Desde las elecciones autonómicas de 2012, la competición política en Cataluña se está estructurando cada vez más en torno a la dimensión nacionalista. Los partidos están radicalizando sus posturas y los catalanes cada vez más votan en función de su identidad nacional. El resultado: la oferta partidista ha fracturado en dos. Cualquier formación política con vocación de presentarse hoy en Cataluña es bien consciente que debe elegir en qué comunidad nacional quiere competir, pues hacerlo en ambas se presenta como una misión casi imposible. Por el momento sólo ICV-Verds parece escaparse de esta potente espiral de polarización, pues es el único partido que consigue recabar apoyos de forma equilibrada entre las distintas identidades nacionales.

En la actualidad, cada comunidad nacional tiene su propio menú de partidos. Por un lado, el electorado que se siente catalán acaba eligiendo esencialmente entre ERC, CiU y la CUP. Por el otro lado, el electorado que se siente español o con identidad mixta acaba escogiendo en su gran mayoría entre Ciutadans, PP, PSC y… Podemos. Efectivamente, la formación liderada por Pablo Iglesias también es víctima de esta creciente polarización en Cataluña, pues su atractivo electoral se desvanece cuando toca atraer al votante catalanista.

El proceso de polarización al que debe enfrentarse Podemos en Cataluña queda muy bien reflejado en los siguientes dos gráficos:

1- El primer gráfico muestra cómo en unas hipotéticas elecciones autonómicas los nacionalistas CiU, ERC y CUP conseguirían el 86% de los votos entre los que se sienten esencialmente catalanes (datos de GESOP). Sin embargo estas tres formaciones pasarían a ser muy marginales (apenas un 15% de los votos) entre el electorado con una identidad española o mixta. El gráfico muestra también cómo Podemos ha quedado atrapada en el lado de los que tienen una identidad española o mixta. Entre este colectivo, Podemos sería la primera fuerza en intención directa de voto (30%). Pero sus resultados se reducirían estrepitosamente entre los votantes con identidad catalana, pues entre este colectivo apenas conseguiría un 5% en intención directa de voto.

2- El segundo gráfico pone en un contexto temporal la polarización que vive hoy Cataluña. El gráfico muestra con datos del CIS la evolución del porcentaje de apoyo a partidos nacionalistas catalanes entre 1984 y 2012 en cada una de las dos comunidades nacionales. Los datos no pueden ser más reveladores: en los últimos años se ha producido un proceso de polarización hasta hoy sin precedentes. Si bien en 2010 las diferencias entre el electorado con identidad catalana y el de identidad española o mixta alcanzaban mínimos históricos, en 2012 las diferencias pasaban a máximos históricos. Así, en apenas dos años, el comportamiento de los catalanes cambió de forma radical.

En resumen, en Cataluña existen dos sistemas de partidos, uno para cada comunidad nacional. Podemos se situaría como primera fuerza en intención directa de voto entre los españolistas y con identidad mixta, pero no conseguiría penetrar entre el votante catalanista. No hay duda de que, a priori, tal panorama no parece muy alentador para Podemos, pues incluso podría limitar su capacidad para situarse como primera fuerza electoral a nivel nacional.

Sin embargo, la fotografía que acabamos de presentar cambia notablemente cuando dejamos las elecciones autonómicas a un lado y nos centramos en las elecciones generales. Entonces, esas fronteras estancas entre las dos comunidades nacionales se vuelven mucho más permeables. Las enormes dificultades de Podemos para atraer al votante catalanista en los comicios autonómicos se reducen sustancialmente en las elecciones generales. Según los datos del GESOP, en las autonómicas Podemos sólo conseguiría atraer al 19% de los votantes con identidad catalana y el 6% de los que se consideran independentistas. Pero estos porcentajes ascenderían a un 40% y un 20% respectivamente en unas eventuales elecciones generales. Gracias a ello, el partido de Pablo Iglesias pasaría de situarse en tercer lugar en intención directa de voto en unas elecciones autonómicas (con un 13%) a ser la primera fuerza en Cataluña en unas elecciones generales (28%).

En definitiva, la enorme presión que ejerce el proceso soberanista sobre la capacidad de expansión de Podemos se diluye en las elecciones al Congreso de los Diputados. Gracias a ello, Podemos ganaría las elecciones generales en Cataluña pero no las autonómicas.

Los lectores que tengan más memoria recordarán que, en realidad, esta pauta de comportamiento no es nueva en Cataluña. En efecto, lo que le ocurre hoy a Podemos en Cataluña se parece mucho a lo que le ocurría ayer al PSC. Y es que en tiempos no tan lejanos los socialistas, aún perdiendo en las elecciones autonómicas, conseguían superar a CiU en las elecciones generales e imponerse como la fuerza más votada.

El motivo de que CiU ganara en las autonómicas y el PSC en las generales se debía esencialmente a dos fenómenos: el voto dual y la abstención diferencial. Por un lado, los votantes duales eran aquellos que querían que CiU gobernase en Cataluña pero preferían votar al PSC-PSOE cuando se trataba de mandar diputados a Madrid. Por otro lado, los abstencionistas diferenciales eran aquellos votantes socialistas que decidían participar en las elecciones generales pero no en las autonómicas.

Estos trasvases de votos entre PSC y CiU forman ya parte del pasado. Pero algo parecido está ocurriendo hoy con Podemos. El gráfico 3 compara la procedencia de los votos del PSC (en 2006) y de Podemos (en 2014) en unas elecciones generales. Los datos indican que el voto dual PSC-CiU podría estar mutando en un voto dual Podemos-ERC. Y es que, según los datos de GESOP, Podemos crecería en las elecciones generales con respecto a las autonómicas gracias a arrebatar un buen puñado de votantes de ERC.

Desconozco los motivos de estas importantes fugas de ERC hacia Podemos, pero tentativamente se me ocurren dos posibles explicaciones. La primera es que muchos catalanes podrían querer mandar mensajes distintos en cada una de las arenas políticas. En las autonómicas votarían en clave nacionalista para mandar una señal acerca de su adhesión al proyecto independentista, pero aprovecharían las elecciones generales para mostrar su rechazo a la corrupción y su desconfianza hacia los partidos tradicionales. La segunda interpretación estaría relacionada con un voto más de tipo estratégico. Según esta versión, los votantes duales siempre votarían en clave independentista, pero preferirían a Podemos en las elecciones generales ante la expectativa de que Pablo Iglesias, en caso de mudarse a la Moncloa, pudiera llevar al Gobierno central hacia posiciones más tolerantes con el proceso soberanista.

Dejando al margen los motivos detrás de un posible surgimiento del votante dual ERC-Podemos, este último gráfico nos ofrece dos importantes lecciones. En primer lugar, Podemos parece estar ocupando el papel que hasta ahora estaba reservado al PSC. Y en segundo lugar, la impermeabilidad entre partidos independentistas y partidos “constitucionalistas” que existe en el nivel autonómico parecen desvanecerse cuando se trata de elegir al nuevo residente de la Moncloa durante los siguientes cuatro años. Ambas cuestiones pueden favorecer las expectativas electorales de Podemos en las futuras elecciones generales.

En resumen, el independentismo está funcionando como un férreo dique de contención de Podemos en unas eventuales elecciones autonómicas catalanas. Pero este dique parece agrietarse y sufrir importantes fugas cuando se trata de votar en las elecciones generales. Entonces, Podemos es más capaz de escapar de las dinámicas de polarización nacionalista y, por lo tanto, de atraer a un mayor volumen de apoyos del electorado con una identidad catalana. En este sentido Podemos puede sentirse aliviado de que los efectos del proceso soberanista sólo le agüen la fiesta en las elecciones autonómicas. Aún con ello, sería imprudente bajar la guardia. Quién sabe qué nueva sorpresa nos depara esta convulsa e impredecible coyuntura que nos ha tocado vivir.

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