Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Uno de los argumentos que se han usado para tratar de entender el nacimiento del nuevo sistema de partidos, más plural y fragmentado, es el de que los partidos “tradicionales”, supuestamente atados por sus lastres ideológicos y organizativos, eran incapaces de representar las cada vez más complejas estructuras de preferencias ideológicas de los votantes. Al haber solo dos grandes partidos con capacidad de alcanzar el poder, los votantes estábamos condenados a elegir entre dos “paquetes” de políticas, sin capacidad para poder elegir de cada uno de ellos solo las cosas que se aproximaran a nuestras preferencias. La nueva oferta asociada a la llegada de nuevos partidos, de acuerdo a esta lógica, permitiría a los ciudadanos elegir combinaciones nuevas de propuestas políticas, haciendo posible que tengan en cuenta a la hora de votar otros temas que la competición bipartidista limitaba. En jerga de politógos, una de las “ventajas” del pluripartidismo, y por ello quizá una de sus posibles causas, es que permite la existencia de una competición multidimensional, en el que no haya un solo eje de conflicto político, el tradicionalmente asociado a la división entre “izquierda” y “derecha”. (En aquellos territorios en los que existe un conflicto en torno al reparto del poder territorial la competición electoral siempre se ha desarrollado en más de un “eje”, y no es casualidad que en ellos surgieran sistemas de partidos más fragmentados).
¿Es la aparición de nuevos ejes de conflicto político en la competición electoral lo que explica o posibilita el nacimiento de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos? ¿Gracias a ellos las elecciones ya no está monopolizadas por el debate entre “izquierda” y “derecha”? Para tratar de responder a esta pregunta voy a presentar los resultados de tres ejercicios realizados a partir de la encuesta realizada por el el CIS justo después de las elecciones del pasado Junio. La virtud de esta encuesta es que, además de recoger el recuerdo de voto de los encuestados, también pregunta por sus posiciones en una serie de cuestiones de relevancia política: si cree que hay que priorizar la seguridad a la libertad o viceversa, si la diversidad cultural que traen los inmigrantes es positiva o pone en peligro nuestros valores y cultura, además de la posición en la dimensión económica clásica respecto al papel del Estado en la economía (si deberían mejorarse los servicios públicos y prestaciones sociales aunque haya que pagar más impuestos, o habría que pagar menos impuestos aunque signifique reducir servicios públicos y prestaciones sociales), todas ellas medidas en una escala del 0 a 10.
El primer ejercicio consiste en ver si los nuevos partidos representan combinaciones de preferencias entre algunas de estas cuestiones que no eran posibles bajo la competición bipartidista. Una de las posibilidades, por ejemplo, es que Ciudadanos represente un partido genuinamente “liberal”, en el sentido de pedir un papel más pequeño del Estado tanto en la economía (defendiendo menos impuestos) como en la sociedad, defendiendo más férreamente las libertades civiles y una sociedad más abierta y cosmopolita. En el gráfico 1 se presenta la ubicación media de los votantes de cada uno de los cuatro grandes partidos (los votantes de todas las confluencias y coaliciones de Podemos son agrupados dentro de “Unidos Podemos”) en los dos ejes “no económicos” (panel de la izquierda) y en la dimensión económica, además de una media aritmética de las otras dos que llamo “libertades civiles” (panel de la derecha)
Gráfico 1. Posiciones de los electorados de los cuatro principales partidos en varias dimensiones de conflicto político.
El gráfico de la izquierda muestra que existe una fuerte correlación a nivel agregado (aunque también a nivel individual) entre las posiciones de los electorados de cada partido en la dimensión cosmopolitanismo-nativismo (cómo el entrevistado valora la diversidad cultural que trae la inmigración) y en la dimensión libertades-seguridad (cuánto el entrevistado está dispuesto a sacrificar libertades individuales en pos de una mayor seguridad): Los electores del partido más “cosmopolitanista” (Unidos Podemos) son también los más defensores de las libertades individuales, y los más “nativistas” (los del Partido Popular) son los más defensores de la seguridad, con los dos restantes partidos en posiciones intermedias en ese eje.
Como las respuestas a estas dos preguntas están tan fuertemente relacionadas entre sí, construyo un índice de “libertades civiles” que no es más que la media aritmética de las dos, y lo correlaciono, en el panel de la derecha, con las posiciones medias de los electorados de cada partido en el eje “económico/distributivo”. Lo primero que salta a la vista es que los electorados se parecen mucho más en la cuestión del gasto vs. impuestos (todos son ligeramente más propensos a aumentar el gasto aunque suponga aumentos de impuestos) que en la cuestión de las libertades civiles. El segundo resultado es que las posiciones en los dos ejes están bastante relacionadas entre sí. Los votantes de los partidos que defienden más posiciones más cosmopolitanistas y garantistas son también los más favorables a la expansión del Estado del bienestar. Y el hecho de que todos los partidos parezcan estar alineados en el gráfico sugiere que el multipartidismo no ha traído partidos que representan combinaciones diferentes de políticas, sino diferentes niveles de intensidad en un único eje de conflicto político.
El segundo ejercicio es ver en qué medida las posiciones sobre estos temas están o no influidos por la ideología (en términos izquierda-derecha) de los individuos. Si es cierto que los nuevos partidos agrupan a electores que, con independencia de su ideología, tienen determinadas preferencias sobre otros temas, deberíamos esperar que la posición en el eje izquierda-derecha estuviera menos relacionada, para los votantes de los partidos “nuevos”, con la posición en otros posibles temas de conflicto político. El gráfico 2 muestra las correlaciones (valores más altos indican una asociación lineal más fuerte entre las dos variables) entre la posición en el eje izquierda-derecha y en cada una de las tres dimensiones de conflicto, diferenciando entre votantes de partidos “viejos” (PSOE y PP) y “nuevos” (Podemos y Ciudadanos). Ocurre justo al contrario de lo que cabría pensar: la posición en el eje izquierda-derecha está más relacionada con la posición del individuo en estos tres temas entre los electorados de los partidos nuevos que en el de los viejos. Y curiosamente, la diferencia mayor se da con la opinión de los entrevistados respecto a la necesidad de aumentar el gasto y los servicios públicos o de reducir los impuestos. Dicho de otra forma, entre los votantes de Ciudadanos y Podemos, la ideología determina mucho más lo que opinan sobre el papel del Estado en la economía que entre los votantes de PP y PSOE.
Gráfico 2. Correlaciones entre la posición del entrevistado en el eje izquierda-derecha y sus posiciones en las tres dimensiones de conflicto político, por electorado.
El tercer ejercicio que propongo es tratar de ver si las fugas de votantes que han sufrido desde 2011 tanto PSOE como PP tienen que ver con votantes que priorizaban otros temas que no estaban bien representados en la competición tradicional entre izquierda y derecha. ¿Los votantes que se fueron tenían posiciones diferentes a los que se quedaron en estas dimensiones de conflicto “nuevas”? Para ello, estimo unos modelos para ver qué variables están asociadas a una mayor probabilidad de votar al PP en 2016 habiendo votado al PP en 2011, y con votar al PSOE en 2016 habiéndolo votado en 2011. Tras descontar el efecto de la edad (sabemos que los votantes más mayores son más leales) y la posición en el eje izquierda-derecha, el gráfico 3 muestra el efecto (en concreto, el coeficiente logit) de la posición del encuestado en estas tres dimensiones. Este efecto sólo es significativo (diferente de cero) en el caso de la posición en el eje “económico”: cuanto más preocupado está el entrevistado por los impuestos respecto a los servicios públicos, más probable es que el votante haya mantenido su fidelidad al PP y al PSOE. Las posiciones de los individuos en los nuevos ejes de conflicto político no parecen servir para explicar por qué los unos de ellos decidieron seguir votando a estos partidos, y por qué otros los abandonaron.
Gráfico 3. Efectos de la posición del encuestado en las tres dimensiones de conflicto político en la probabilidad de votar a PP o PSOE en 2016 habiéndolo votado en 2011. (coeficientes logit de modelos que incluyen también la edad y la ideología del encuestado)
En conclusión, lo que estos tres ejercicios sugieren es que el atractivo de los nuevos partidos no se debe a que ahora haya grupos de votantes que den un peso mayor a nuevos temas de competición política. Y a falta de que tengamos más datos sobre otros posibles dimensiones de conflicto (¿europeísmo?), las posiciones de los electorados de los cuatro partidos parecen poderse entender con referencia a un único eje de conflicto político, que a falta de un nombre mejor, podemos seguir llamando izquierda-derecha.
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