Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
La pujanza electoral y demoscópica de Ciudadanos alienta el debate sobre la sucesión de Rajoy en un PP en horas bajas y con muchos frentes abiertos.
En términos de valoración, Rajoy no acusa el desgaste político, porque, desde el inicio de su primer mandato como Presidente del gobierno, se ha mantenido como un líder impopular
2018 no es (en principio) un año electoral. Sin embargo, es considerado por los partidos políticos como un “año puente” de cara a la primavera de 2019, en la que se celebrarán importantes citas electorales: comicios autonómicos en 13 comunidades autónomas, elecciones locales en toda España y comicios europeos. Muchas plazas territoriales y cargos estarán en juego en un contexto político precedido por el estancamiento de las expectativas electorales de los dos grandes partidos, PP y PSOE, el descenso de Podemos y el crecimiento de Ciudadanos.
Precisamente el buen momento político que vive ahora Ciudadanos, avalado por el éxito de haberse convertido en las pasadas elecciones catalanas en la fuerza política más votada en Catalunya, así como por el empuje que le dan los sondeos a nivel nacional, ha hecho que se enciendan todas las alarmas dentro de PP. Por un lado, Ciudadanos es un partido al que el conjunto del electorado percibe situado en una posición menos escorada a la derecha (con una media ideológica de 6,7 sobre 10 en una escala de 1 a 10, donde 1 es extrema izquierda y 10 es extrema derecha, de acuerdo con los datos del CIS de octubre de 2017), que al PP (con una media ideológica de 8,22 sobre 10). Por otro lado, la formación naranja constituye una opción política que, en el ámbito nacional, resulta, sobre todo, atractiva a ex votantes del Partido Popular; y su líder, Albert Rivera, está mejor valorado por los ciudadanos que Mariano Rajoy.
De esta forma, el principal socio del actual Gobierno de Rajoy es, al mismo tiempo, el principal adversario electoral del Partido Popular. Una amenaza que es, si cabe, mayor por el inmovilismo y la sombra de la corrupción que acompañan a los populares y que hace creíble la proyección de Ciudadanos como el nuevo recambio político y generacional del PP.
Hasta ahora, los populares habían conseguido frenar (en las elecciones generales de 2015 y, especialmente, en las generales de 2016) la competencia de Ciudadanos, apelando al voto útil de los electores de centro por el “riesgo” que suponía un pujante Podemos. Pero mientras la formación morada cotice a la baja, menos creíble resultará esa apelación al voto útil.
Por ello, no es de extrañar que, ante la creciente amenaza que supone la formación naranja para un PP en situación de precaria minoría parlamentaria y con muchos frentes abiertos, se ponga ahora el foco de atención en el liderazgo de Rajoy y su posible sucesión. Como, por otra parte, ocurre cada vez que el PP se encuentra en horas bajas.
En una reciente entrevista en Onda Cero, Rajoy aprovechó la pregunta formulada por Carlos Alsina para manifestar su intención de optar a una tercera reelección como presidente del gobierno. Una declaración a la que habría que añadir la observación de que Rajoy estaría, así, dispuesto a encabezar la lista electoral del PP por sexta vez consecutiva, tras haberlo hecho en los comicios generales de 2004, 2008, 2011, 2015 y 2016. Algo que le llevaría a seguir batiendo récords, pues es ya el dirigente que, desde el inicio de la democracia, ha estado más tiempo en el gobierno central (un total de 13 años y cinco meses, si sumamos su etapa como Ministro en los gobiernos de Aznar y su actual etapa como presidente del Gobierno). Es el político que ha estado presente en la primera fila política española en los últimos 22 años, como ministro, líder de la oposición y presidente del gobierno.
Más allá de cuáles sean las verdaderas intenciones que tenga Rajoy sobre su futuro político, sus declaraciones también pueden interpretarse desde el punto de vista de quien trata de acallar un debate que, apenas un año después de haber iniciado su segundo mandato, sólo contribuiría a debilitarle políticamente a él y a su Gobierno.
En cualquier caso, cabe plantearse cuál es hoy el nivel de popularidad de Rajoy y cómo ha evolucionado su imagen a lo largo del tiempo. Del análisis de los datos del CIS se pueden obtener las siguientes conclusiones:
1. Rajoy es un dirigente político impopular en un contexto en el que ningún líder político está bien valorado por la ciudadanía
De acuerdo con los últimos datos deI CIS disponibles (barómetro con indicadores de valoración política y voto, realizado el pasado mes de octubre), casi el 80% de los ciudadanos desconfía de Rajoy, frente a un 20% que confía en él. Se trata de una elevada cifra de desconfianza que, no obstante, podría ser matizada si se tiene en cuenta que Pedro Sánchez, como principal líder de la oposición, suscita (aún) más desconfianza (83%) que Rajoy.
En una escala de valoración de 0 a 10, la puntuación media que obtiene Rajoy de los ciudadanos apenas supera el 3. En comparación con el resto de líderes políticos de ámbito nacional, el presidente del Gobierno se sitúa por detrás de Alberto Garzón (3,85), Albert Rivera (3,75) y Pedro Sánchez (3,61). Únicamente, Pablo Iglesias recibe una puntuación media (2,67) inferior a la suya.
Respecto a los miembros de su Gobierno, encontramos que Rajoy está peor valorado que cinco (Soraya Sáenz de Santamaría, Isabel García Tejerina, Íñigo Méndez de Vigo, Luis de Guindos e Íñigo de la Serna) de sus trece Ministros. Si bien es cierto, que ningún ministro consigue el aprobado de los ciudadanos y todos, sin excepción, reciben una nota media inferior a 4 (ver gráfico 1).
2. En los últimos seis años, y como presidente del Gobierno, la imagen de Rajoy no ha sufrido un deterioro progresivo, sino que ha experimentado altibajos. Y, además, su nivel de popularidad no se encuentra ahora en el momento más bajo.
Rajoy también ostenta el récord de ser el presidente peor valorado de la democracia. Sin embargo, no se trata de un dirigente político que haya partido de un alto nivel de popularidad al inicio de su mandato y después haya visto cómo su imagen se desplomaba con el paso del tiempo. Una evolución que, en cambio, sí experimentó José Luis Rodríguez Zapatero, pues él comenzó, en abril de 2004, su andadura como presidente del Gobierno con una valoración media de 6,61 puntos y terminó su segundo mandato con una valoración de 3,47 puntos (en octubre de 2017).
El caso de Rajoy es el de un líder político que ganó las elecciones generales de noviembre de 2011 con un bajo índice de popularidad (4,33 puntos) y, cuya victoria tampoco le sirvió para mejorar significativamente su imagen. A las pocas semanas de haber asumido el cargo de presidente del Gobierno, en enero de 2012, Rajoy suscitaba poca o ninguna confianza a 6 de cada 10 ciudadanos y continuaba sin lograr el aprobado (con un 4,55 como puntuación media de valoración).
Ahora bien, a lo largo del tiempo, la popularidad de Rajoy no ha seguido una evolución lineal negativa, sino que, ésta ha sido fluctuante (ver gráfico 2). Entre octubre de 2012 y octubre de 2015, la valoración media de Rajoy se situó por debajo del 3. Su peor registro se produjo en enero de 2015 (con una puntación de 2,24). Pero desde enero de 2016, y aunque con oscilaciones, la imagen de Rajoy ha experimentado una ligera mejora.
3. Los votantes del PP valoran ahora mejor a Rajoy, que en su primera legislatura. Y, de los miembros del Gobierno, sólo Soraya Sáenz de Santamaría consigue una puntuación más alta entre estos votantes.
Rajoy comenzó, en enero de 2012, su etapa como presidente del Gobierno, contando con un gran capital político entre los votantes del PP. Pero después su imagen fue cayendo progresivamente. Entre abril de 2013 y enero de 2015, Rajoy ni siquiera logró el aprobado de sus electores (ver gráfico 3).
Si bien, desde enero de 2016, y aunque con altibajos, la valoración de Rajoy ha mejorado entre los votantes del PP y ahora, su nivel de popularidad (6,48) es similar al que tenía al inicio de su primer mandato (6,81), entre estos votantes.
De su equipo de Gobierno, sólo la vicepresidenta parece hacer sombra a Rajoy, ya que Soraya Sáenz de Santamaría es la única que recibe una puntuación más alta (6,84) que él, entre los electores del PP.
A la luz de estos datos, no se puede decir que Rajoy haya sufrido un acusado desgaste, sino que se ha mantenido como un líder impopular. Ha sabido neutralizar su mala imagen como parte del perfil de “gestor en tiempos difíciles” en el que ha pretendido basar su liderazgo. Además, su impopularidad ha pasado (más) desapercibida o, incluso, ha quedado diluida en un contexto marcado por la desconfianza y la mala opinión que tienen los ciudadanos de los políticos.
¿Pero será suficiente para optar a una tercera reelección como presidente del Gobierno? ¿Resistirá Rajoy como un “candidato impopular”? Quizás al PP le empiece a inquietar la posibilidad de que Albert Rivera pueda llegar a estar mejor valorado que Rajoy entre sus propios votantes. Pero también en el PP son conscientes de que nunca se debe subestimar a Rajoy, ni a su (conocida) capacidad de supervivencia política.
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