Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Desde que en 1998 se convocaron en España las primeras elecciones primarias para elegir al candidato del Partido Socialista, esta experiencia se ha repetido en 13 ocasiones más, aunque sólo en el ámbito regional. Únicamente en una ocasión las utilizó el PP y fue en las últimas elecciones autonómicas en las Islas Baleares.
Por su lado, el PSOE ha recurrido a ellas en distintos momentos del tiempo. En 1999, tras las primeras experiencias (1), se pusieron de moda y siete federaciones recurrieron a ellas. En 2003, en cambio, sólo una las empleó; mientras que en 2011 fueron tres las federaciones socialistas que decidieron utilizar este método para elegir al candidato autonómico.
Llama la atención que el debate público sobre las primarias ha sido más normativo que analítico. Es decir, muchas de las posiciones que se han venido sosteniendo tienen que ver sobre su conveniencia u oportunidad. De hecho, en los últimos tiempos, dentro del PSOE todo el debate ha girado sobre cuándo es mejor convocarlas, sin reflexionar sobre otras cuestiones que, como veremos, también son relevantes.
Además, también llama poderosamente la atención que analistas y dirigentes políticos sólo apelan a que las convoque el Partido Socialista, como si Partido Popular o Izquierda Unida no pudiesen utilizarlas también.
Por todo ello, asistimos en muchas ocasiones a un debate muy superficial, donde hay algunas intrigas que casi nunca se resuelven. Por ejemplo, ¿qué significan las primarias desde el punto de vista democrático? ¿Qué piensan los ciudadanos sobre ellas?
Es cierto que las primarias pueden ser una oportunidad: permiten una mayor participación política, dan una gran proyección mediática y los votantes las pueden utilizar como una fuente de información muy valiosa. Además, recientes estudios académicos muestran que si la oposición las utiliza, la probabilidad de que el gobierno regional siga en el poder disminuye de forma significativa (2). Es decir, son un excelente instrumento para desgastar a los gobiernos. No obstante, este tipo de elección de candidatos también tiene sus problemas.
En primer lugar, las primarias son lo más aproximado a un plebiscito y, como sabemos, un referéndum es un excelente instrumento de manipulación política. Quizás un ejemplo puede clarificar qué quiero decir con este argumento. Imaginemos que un gobierno pasa por un momento de impopularidad. Para salvar esta situación, podría convocar directamente a la ciudadanía en un plebiscito, formulándoles una pregunta donde todo el mundo esté de acuerdo. Ganar este referéndum le resultaría relativamente sencillo dado el consenso social y, al mismo tiempo, aumentaría la popularidad del gobierno. Por lo tanto, el plebiscito serviría como instrumento de legitimación de gobiernos impopulares.
Las primarias también pueden acabar cumpliendo este objetivo de manipulación. Si el líder de un partido político sabe que no tiene rivales internos competitivos y, por lo tanto, puede ganar las primarias fácilmente, al convocarlas incrementará su legitimidad aunque sea un candidato muy impopular entre los ciudadanos.
En segundo lugar, las primarias pueden acabar aumentando y potenciando las posibles divisiones internas dentro de una organización política. De nuevo, un ejemplo puede ilustrar bastante lo que quiero decir. Imaginemos el caso de una agrupación que se encuentre dividida en varias facciones. Si una de éstas se decanta por un candidato, automáticamente otra de las facciones apoyará a otro de los aspirantes. Esto no significa necesariamente que cada uno de los grupos esté fascinado con el candidato que apoya, sino que lo hace por las dinámicas internas de la agrupación. Así, puede ocurrir que la facción A apoye al candidato Y con el único objetivo de debilitar a la facción B, pero no porque el candidato Y le parezca maravillo. Si esto ocurre, las motivaciones del voto serían muchas, excepto lo que se decide en esas primarias: el mejor candidato para presidente del gobierno. Es decir, al final las primarias acabarían incrementando el enfrentamiento interno. Además, puesto que las razones del voto tienen que ver con las divisiones dentro de la organización, nada garantiza que las gane el aspirante más popular para la ciudadanía.
En tercer lugar, las primarias encajan muy bien en sistemas presidenciales (Francia, Estados Unidos….) y, en cambio, tienen más dificultades para articularse en sistemas parlamentarios. Una de las críticas que recibe nuestro sistema político es el excesivo personalismo de la política. Las primarias enfatizan este presidencialismo, contribuyendo a la mutación de nuestro sistema político.
No obstante, a pesar de los posibles problemas que plantean, hay un argumento poderoso para seguir utilizándolas: a los ciudadanos les gusta este modo de elegir líderes. La tabla 1 recoge la opinión de los españoles sobre cuál es la mejor forma de seleccionar a los candidatos. Vemos que la mayoría se decanta por un modelo abierto y participativo -37,3 por ciento- y, en cambio, la opción minoritaria es que sólo participen los órganos internos de la organización.
Tabla 1. ¿Quién debe tener la última palabra en la selección de candidatos?
Los simpatizantes y los afiliados
15,4%
Sólo los afiliados
20,2%
Los órganos internos del partido
13,4%
Todos los ciudadanos y ciudadanas
37,3%
No sabe
12,7%
No contesta
1%
(Fuente: CIS, Febrero 2009)
Si analizamos esta cuestión considerando los rasgos ideológicos y la edad de los ciudadanos –ver tablas 2 y 3-, vemos que los que se posicionan por una mayor apertura en la selección de candidatos son los votantes de centro y los más jóvenes. En cada una de estas categorías encontramos el máximo porcentaje de la opción “todos los ciudadanos y ciudadanas” y el mínimo de personas que preferían que fueran los órganos internos del partido los que tuviesen la última palabra. No obstante, cojamos la categoría social que cojamos, en cada una de las tablas 2 y 3 siempre la opción más popular es la mayor apertura posible de la organización a la hora de escoger a sus candidatos.
Tabla 2. Selección de candidatos por ideología
Ext. izquierda
Izquierda
Centro (izquierda)
Centro derecha
Derecha
Ext. derecha
Sin ideología
Los simpatizantes y los afiliados
19,9%
18,1%
17,1%
9,8%
16,3%
10,6%
10,2%
Sólo los afiliados
22,1%
22,1%
21%
21,8%
22,6%
17%
13,9%
Los órganos internos del partido
16,6%
16,7%
11%
19,9%
12,7%
12,8%
7,2%
Todos los ciudadanos y ciudadanas
32%
33,5%
40,5%
40,6%
36,9%
55,3%
38,4%
No sabe
8,8%
9%
9,3%
7,1%
10,3%
4,3%
28,5%
No contesta
0,6%
0,6%
1,1%
0,8%
1,2%
0%
1,8%
(Fuente: CIS, Febrero 2009)
Tabla 3. Selección de candidatos por edad
Entre 18 y 29
Entre 30 y 44
Entre 45 y 60
Más de 60
Los simpatizantes y los afiliados
15,6%
17,6%
15,6%
12,7%
Sólo los afiliados
15,6%
23,5%
22,1%
17,8%
Los órganos internos del partido
11,3%
14,6%
14,3%
12,5%
Todos los ciudadanos y ciudadanas
43,7%
35,7%
37,4%
34,7%
No sabe
12,7%
7,6%
9,1%
21,7%
No contesta
1,1%
1%
1,5%
0,6%
(Fuente: CIS, Febrero 2009)
En definitiva, es cierto que las primarias como forma de selección de candidatos plantea aspectos positivos y negativos. No obstante, en términos de opinión pública, la inmensa mayoría de los ciudadanos consideran que es el mejor mecanismo para elegir a los líderes. Además, aquellos que las utilicen obtendrán una gran ventaja en dos grupos de electores muy importantes: los moderados y los jóvenes. Nunca un partido político ha ganado unas elecciones sin contar con la confianza de estos dos grupos sociales.
NOTAS
(1) En 1998, además de la elección del candidato a Presidente del gobierno, el Partido Socialista de Euskadi también las empleó.
(2) Vea Ignacio Urquizu (en prensa) “La supervivencia de los gobiernos autonómicos en España” en Josep María Reniu Pactar para gobernar, Valencia, Tirant lo Blanch
*Ignacio Urquizu acaba de publicar La crisis de la socialdemocracia: ¿Qué crisis? (Editorial Catarata)
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