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El 5% del electorado vota a quien va primero en las encuestas

Imagen de una urna en un colegio electoral de Barcelona. EFE/Archivo

David Noriega

Alrededor de un 5% del electorado elige el color de la papeleta que deposita en la urna electoral en función de quien cree que va a ganar, según diferentes estimaciones de expertos y de encuestas post-electorales. Es decir, una parte del electorado no se guía por sus preferencias políticas, no las tiene o no se deja llevar por las promesas electorales, sino que se sube al carro del caballo ganador. Ese carro es, a día de hoy, el del PSOE, que según la última encuesta del CIS obtendría el 28 de abril el 30% de los votos. Pero, aunque los expertos señalan que ir primero es una ventaja porque refuerza el proyecto, también conlleva unos riesgos, que van desde el acomodamiento del partido que lidera las encuestas hasta la desmovilización de su electorado, un temor que expresan estas semanas algunas fuentes socialistas.

Desde GAD3 reconocen que ningún instituto de investigación social pregunta a los encuestados si se vería más animado a votar al partido que las encuestas diesen como ganador. Por eso, “no se manejan estimaciones para ese perfil de votante”, explica Carlos Poza, del equipo de investigación de la consultora. No obstante, sí hacen referencia a preguntas sobre conocimiento de las encuestas y si estas ayudaron o no a decidir el sentido del voto. “Solo un 59-65% de las personas afirman conocer las encuestas preelectorales. De las cuales, hasta un 80% dicen que no le ayudaron en nada a decidir a quién votar”, explica. Es decir, a un 20% de ese 59-65% sí le ayudó en algo, lo que se traduce entre un 11,8 y un 13% del total. Por ejemplo, en la encuesta postelectoral de 2016, el CIS indica que al 4,7% de las más de 6.000 personas que componían la muestra conocer el resultado de alguna encuesta le ayudó mucho o bastante a decidir qué hacer en los comicios de aquel año. Al 7,08% le ayudó a decidir a qué partido iba a votar.

Otro dato que proporciona la última encuesta del CIS es el de recuerdo de voto. Un 26% de los más de 16.000 encuestados dicen haber votado al PSOE en las elecciones generales de 2016, cuando los socialistas obtuvieron el 22,6% de los votos. Son 3,4 puntos de diferencia. El PP consiguió en aquellos comicios el 33% de apoyo, pero ahora, como segundo en las encuestas, solo recuerdan haberle votado el 21,3%.

“Un efecto contraproducente”

“La competitividad electoral y la percepción de que tu voto es decisivo hace más probable que la gente participe. Cuando uno va primero en las encuestas puede tener un efecto contraproducente, con ciudadanos que se abstienen o no participan porque dan por descontada la victoria”, explica el politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón. A juicio del experto, ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas: “Tenemos claro que un porcentaje muy grande hubiera salido a votar de haber sabido el resultado final, pero estaba muy claro que iba a ganar el PSOE y solo iba a escoger pareja de baile. Esto puede pasar en estas elecciones”. En aquellos comicios los de Susana Díaz rozaron el 28%; las encuestas le daban en torno al 37%.

El director de asuntos públicos de la agencia Weber Shandwick, Javier Dorado, considera que ir primero “refuerza el proyecto y las posibilidades de alcanzar resultados positivos” porque “a los electores les gusta optar por fuerzas políticas que son útiles y pueden alcanzar el poder”. En ese sentido, considera que Sánchez vive un momentum electoral y político diferente al de Díaz, que encabezaba “un proyecto hegemónico y único, que no proponía nada nuevo y en el que se percibía un desgaste”. Mientras, “demoscopicamente Sánchez está aumentando el voto por su tendencia al voto útil y el desgaste de Podemos”, explica. Un voto del que, dice, “siempre ha sacado más provecho el centro-derecha”, pero que ahora el PSOE sí está explotando. “No creo que una encuesta vaya a desmovilizar a su electorado”, añade.

Benefician al primero y al último

La socióloga y consultora política Gabriela Ortega, profesora de la Universidad Camilo José Cela y coordinadora del área de consultoría del CIGIMP, calcula, analizando la estimación de variación de la abstención y los votos no válidos desde 2011 a 2016 que el electorado que puede decidir su voto al final de una elección está entre un 2,7 y un 6,7%.

Ortega indica además que las encuestas pueden definir el sentido del voto de dos formas, con los efectos bandwagon (del caballo ganador o efecto arrastre) y underdog, que son también contrapuestos. El primero es aquel que beneficia a quien va primero. El segundo, a quien va último. “El primero, dentro de la opinión pública, es un voto para que no te alcance el segundo; el otro es que sé que no va a ganar, pero le voto para que no quede último”, explica Ortega. Es lo que ocurría tradicionalmente con Izquierda Unida o lo que ocurrió con Podemos en 2015. Y es la tendencia que se percibe con Vox. Una encuesta publicada por ABC señala que el 21% de los votantes del partido de extrema derecha prefieren que gobierne el líder del PP, Pablo Casado, antes que Santiago Abascal. Desde GAD3 explican que como “ambos (efectos) son contrapuestos” no se puede saber “con qué intensidad influye uno sobre el otro” porque “al igual que individuos más extrovertidos pueden ser más propensos a votar a las opciones mejor paradas en las encuestas, otro tipo de personas podrían estar más predispuestas a votar a las opciones minoritarias ya que las de la mayoría les provoca un rechazo”.

Así, “la estrategia si vas primero es no manifestar que tienes la mayoría asegurada, porque desmovilizas el voto”, indica Ortega. Para ella, “lo mejor es decir que vas primero, pero a poca distancia, que es lo que está haciendo el PSOE”. Simón apunta en la misma dirección, mientras habla de la importancia de la construcción de percepciones: “Hay cierta gracia en el lema socialista, 'Haz que pase'. Haz que pase lo que están diciendo los sondeos, porque como no hagas tú que pase, no va a pasar. Yo creo que es una autobroma, pero que responde a esa idea de construir la percepción de que esto está abierto y que Pablo Casado puede ser presidente del Gobierno”.

“No dar la victoria por sentada”

“Tienen que conseguir no dar nunca la victoria por sentada, porque ya no se trata de ganar las elecciones, sino de gobernar”, apunta el director de asuntos públicos de H+K Strategies, Francesc Vallès. Este exdiputado del PSC considera que “ir por delante siempre es bueno, porque hay un porcentaje de votantes que a última hora se suma a caballo ganador”. Un porcentaje que sitúa, históricamente, entre el 3 y 5%. “La reacción natural” de quienes van primeros es “caer en la tentación de consolidar esos resultados”, dice. Un riesgo en un momento en el que “el electorado es muy volátil, poco fiel y, cada vez más, decide el sentido de su voto en la última semana”, lo que “obedece a una oferta electoral mucho mayor”, explica. La última encuesta del CIS muestra que el 7% de los encuestados no votará, el 2,2% lo hará en blanco y el 25,3% aún no sabe a quién. En total, el 34,5% a casi 10 días de las elecciones.

Por su parte, los que van por detrás en las encuestas deben “encontrar el tono entre movilizar a los propios y desmovilizar a los de los que están delante”, indica Vallès. Esto entraña un riesgo: “Hay que arriesgar con el discurso y, cuanto más arriesgas, más posibilidades tienes de equivocarte, asumir compromisos inasumibles o llegar a la ocurrencia y la frase del día, que te hace perder coherencia y perder la centralidad, que es la que te da la mayoría”. Es, dice el experto, lo que le ocurre al PP esta campaña. “Esta forma es más válida en un sistema bipartidista, pero ahora, con al menos cuatro grandes partidos y en plena campaña, hay una necesidad de elevar el tono”, sostiene. Ortega explica que “en esta campaña es determinante lo que ocurrió en la plaza de Colón, porque sitúa a tres partidos hacia un lado y a dos hacia otro. La competencia por el mercado está enfocado a que tres partidos asuman un rol y se diferencien entre ellos y otros dos se diferencien entre ellos”.

En GAD3 consideran que “la valoración referente a ir primero o no en las encuestas que se puede hacer va ligada a que la gente de verdad crea en las encuestas. Cuanto más se confíe y se entienda que es una encuesta social, menos efectos 'secundarios' tendrá sobre la población. Hay argumentos igual de válidos o inválidos para sostener que es mejor o peor ir primero en las encuestas, porque se puede movilizar a tu electorado o al del contrario. Como tal, aparecer primero no es una certeza para asegurarse que podrás ganar o no”.

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