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Cuerpo a tierra en Barcelona, llega la Guardia Civil

El general Pedro Garrido y el director general de la Guardia Civil, Félix Vicente Azón.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Hay tantos protagonistas políticos inmersos en la permanente crisis catalana que apenas hay sitio para uno más. Las posiciones están claras y todos esperan el momento en que puedan aprovecharse de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés en favor de sus posiciones políticas. Desde luego, muchos dirán que no se debe politizar el veredicto, y ese será el momento en que sabremos que nos están mintiendo.

Lo que no se esperaba es que a escasos días u horas de la notificación de la sentencia, la Guardia Civil decidiera irrumpir con estrépito en el ya muy nutrido escenario. En la celebración de la fiesta de su patrona en Barcelona, el jefe de la Guardia Civil en Catalunya pronunció un discurso que contenía algunas frases de claro contenido político. Para entendernos, que podrían escucharse sin problemas a un diputado del PP o Ciudadanos. La más evidente fue una referida a la reciente detención de presuntos miembros de los CDR a los que se acusa de preparar ataques violentos: “La pretendida revolución de las sonrisas se ha convertido en odio y mezquindad capaces de generar destrucción y sufrimiento”, dijo el general Pedro Garrido.

Obviamente, la Guardia Civil –como la Policía o los Mossos– se dedica a perseguir conductas violentas. Argumentarlo con expresiones que se utilizan con profusión en el mercado político, como esa de la “revolución de las sonrisas”, dota al discurso de una retórica que no nos sorprendería escuchar en un debate parlamentario o un programa televisivo.

Para compensar, el general también dijo que “del mismo modo que ser independentista no es lo mismo que ser catalán, independentismo y terrorismo tampoco son lo mismo”. Es un mensaje diferente, pero también de corte político. No debería ser normal que los mandos de la Guardia Civil se dediquen a conceder certificados de buena conducta.

El comisario jefe de los Mossos y dos altos cargos de Interior del Govern abandonaron el acto después de los discursos por estar molestos con algunos pasajes del discurso de Garrido. Se quejaban de una parte de una frase en la que el general se refería a las sentencias “que en un futuro puedan emitir otros tribunales sobre otros hechos relacionados”. Quizá estaban pensando en el juicio de la Audiencia Nacional donde está acusado el exjefe de los Mossos Josep Lluís Trapero y que comienza el 20 de enero. O al otro juicio que es resultado de las investigaciones del Juzgado número 13 de Barcelona. En el primer caso, es un asunto delicado para los Mossos porque de alguna manera juzga la actuación de su cúpula el día del referéndum.

Hay otra frase del discurso del general Garrido que resulta más significativa con vistas al anuncio inminente del fallo del Supremo. Pidió a los agentes que le escuchaban “no sentirse concernidos por el resultado concreto” de la sentencia. ¿La razón de esa frialdad ante el veredicto final de un juicio en que numerosos oficiales y agentes de la Guardia Civil participaron como testigos de la acusación, y algunos de forma muy entusiasta?: “Ni la venganza, ni la adecuación a la demanda social, ni la resolución negociada de controversias son expectativas o condicionantes de las sentencias judiciales”.

Todo esto último suena bien, pero da la impresión de que el general estaba preparando a los guardias civiles para el caso de que el tribunal no emita una sentencia de culpabilidad por rebelión. Incluso aunque los acusados sufran una larga pena de prisión, si no hay rebelión en la sentencia, aquellos políticos que no han cesado de repetir esa palabra en los últimos dos años quedarán un tanto decepcionados por la realidad. Y el general no quiere que sus agentes se sientan igual. Por otro lado, también estaba destacando que no se puede pedir a una sentencia judicial que sirva para resolver conflictos políticos.

El discurso del general dejó al siempre mesurado diputado del PNV Aitor Esteban aun más enfadado que a los mandos de los Mossos: “La Guardia Civil, con estos discursos, cada vez muestra más ser un grupo de presión con agenda propia e ideología”. Al menos, deberían ser conscientes de que un mando policial no puede dar el mismo discurso que un ministro de Interior o un dirigente de la oposición. Y eso vale para cualquier cuerpo policial.

Por segundo año consecutivo, ningún mando de los Mossos recibió una condecoración en la festividad de la Guardia Civil. Las relaciones entre ambos cuerpos quedaron muy dañadas con ocasión del referéndum de 2017, como se pudo apreciar en el juicio del Tribunal Supremo.

La declaración del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos fue un acta de acusación completa contra Trapero y los Mossos. Denunció la “inacción absoluta” de la Policía autonómica el 1-O en un intento nada velado de acusarle de complicidad con un acto ilegal. El comisario de los Mossos Ferran López declaró que Pérez de los Cobos pudo ver o escuchar todos los planes de los Mossos y nunca expresó ninguna discrepancia antes de esa fecha.

El día 1 a primera hora de la mañana el coronel puso en marcha la intervención policial sin molestarse en comunicárselo a López, según dijo este, y eso a pesar de que se suponía que su función era la de coordinar la acción policial de los tres cuerpos.

La confianza entre los Mossos y la Guardia Civil es un elemento importante para la seguridad de los catalanes. No parece que haya sobrevivido al 1-O ni al juicio posterior, y lo mismo ocurrirá previsiblemente con la sentencia. Y aún queda otro juicio, el de la Audiencia Nacional, que volverá a sacar a la luz la sospecha de que ambos cuerpos policiales se encuentran en trincheras diferentes.

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